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¿Por qué dialogar con Ortega?

Formalmente hablando, Ortega no tiene legalidad ni legitimidad para ser presidente de Nicaragua. Pero más allá del formalismo, tampoco tiene autoridad moral para sentarse en un diálogo con sus víctimas. La masacre de abril, si es que no continúa en mayo, lo llevan al mismo final por dos vías: omisión o acción. Si él no dio la orden de disparar, significa que no está capacitado para controlar a las Fuerzas Armadas del país y su irresponsabilidad debe ser sancionada. Su destitución sería inevitable en cualquier país del mundo. Pero si él dio la orden, su responsabilidad lo llevaría a la cárcel, pasando obviamente por su destitución.

Su desempeño presidencial siempre estuvo fuera del marco legal y constitucional del país, permitiéndose irrespetar y despreciar los derechos civiles de la población. Después de abril, salió a relucir una nueva faceta que muchos no le conocían. Ya no solo es corrupto, cínico y desvergonzado, también es capaz de torturar y asesinar a mansalva. Violando el derecho a la vida, el círculo de su maldad se ha completado.

Desdichadamente, Daniel Ortega, o quien lo represente, estará en el diálogo por la paz de Nicaragua “en su condición de presidente de la República”. Esto lo reviste de una determinada autoridad legal y moral que en realidad no tiene. Ha violentado toda norma y procedimiento jurídico establecido para ser reconocido como mandatario oficial. De hecho podemos afirmar que Nicaragua bajo su gobierno no es el Estado que describe nuestra Constitución. Ortega concentró el poder en sus manos para gobernar según le plazca, sin dar cuentas ni responder por su conducta. Igual que un rey, quiere un pueblo de súbditos, no de ciudadanos, arrogándose derecho de vida y muerte sobre nosotros. ¿Quién le ha dado esa autoridad? Nos administra como en la Edad Media, el período oscurantista de la historia. Consciente de su ilegalidad y desgobierno, pretende justificarse con una “legitimidad” ficticia, sustentada en la manipulación y extorsión de estudiantes y empleados públicos. Otro mito que ha caído en este grito de independencia ciudadana.

En consecuencia, Ortega no puede pretender que se le otorgue otra oportunidad para ser él quien “democratice” al país, en ningún plazo y bajo ninguna condición negociada. En la campaña electoral del 2007 la pidió, se le brindó y la perdió con la masacre de más de cincuenta jóvenes.

Entonces, ¿con quién será el diálogo, con un Presidente o con un Rey? Con ninguno. Será más bien con el cabecilla de un grupo delincuencial, usurpador del Estado y secuestrador en jefe que apunta con sus armas a rehenes desarmados. Se dialogará con Ortega solamente para que deponga las armas y libere al pueblo. De todos depende hacerle sentir que no somos sus rehenes ni súbditos. El valor que demuestren los dialogantes será trascendental para hacerle ver que sus amenazas de violencia y crímenes no son suficientes para continuar chantajeando desde el poder. El gran capital también debe liberarse, rechazar sus extorsiones y ponerse al lado del pueblo. Si creyeron que Ortega era garantía contra el “caos”, se equivocaron.

Ellos tienen más miedo que nosotros. Basta ver la actitud de sus “rotonderos voluntarios”, pasivos, disminuidos. Muchos policías no pueden ocultar el disgusto de reprimir. Necesitan recurrir a turbas antisociales para compensar la falta de convicción. El mensaje de Ortega en la conmemoración de Tomás Borge, diciendo que “defenderán la paz (su paz), hasta las últimas consecuencias”, denota el temor que le provoca la posibilidad real de ser arrinconado por el pueblo. Y tiene razón, observemos cómo los antimotines enfrentan estudiantes desarmados con extrema precaución, con el temor de quien puede ser rodeado. Y así es, donde estén, estarán rodeados por el pueblo. En las calles, carreteras, campos y ciudades, están rodeados porque somos más, y unidos invencibles.

La gente salió libremente a la calle y no regresará a sus casas como prisioneros. Ortega debe irse; en el diálogo se negociará cómo y cuándo. Entre más rápido sea, menos sangre y daños económicos sufrirá Nicaragua. Si se niega, el camino más efectivo es la presión total; paralizando carreteras, ciudades, empresas; en unidad de acción empresarios y trabajadores, estudiantes y docentes, pastores y ovejas al unísono. Contundente, envolvente, hasta rodear y desarmar la dictadura. Nicaragua libre lo vale.
El autor es administrador de Empresas.

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