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Ernesto Cardenal

El poeta Ernesto Cardenal recientemente publicó su libro Así en al tierra como en el cielo. LA PRENSA/Manuel Valle

Ernesto Cardenal y su carta de amor a la humanidad con un silencioso sabor a despedida

Ernesto vuelve a dar el sí con esta especie de carta de amor a la humanidad, un sí que le viene desde lo más profundo de sus convicciones, porque no importa qué tan enormes sean las tinieblas, incluso las de la historia, en esas tinieblas está la respuesta y el mejor día, para vivir en el amor

“…Love is a temple, Love a higher law”. (U2, banda de rock, Dublín, Irlanda).

Así en la tierra como en el cielo me hizo meditar, con un fondo solar celebratorio, en una conmovedora sensación de despedida.

Resulta que si bien es cierto este poema, editado por la pericia de Anamá Ediciones, y revisado minuciosamente por el poeta en sus aspectos técnicos, es una verdadera fiesta visual, porque celebratoriamente visual ha sido también la poesía de Ernesto, está claro que además va más allá de una mera edición convencional.

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La yuxtaposición lúdica entre las imágenes y el ritmo de los versos convierten al poema en un objeto artístico muy agradable a la vista, pero es eso y más.

El poema concentra, con ese lenguaje poético inconfundible que Cardenal encontró desde muy joven, y que constituyen los registros identificables de su propia voz, los temas que le han obsesionado desde su juventud: el amor, la celebración cósmica de la vida, el misterio del tiempo, la muerte como parte de la evolución y de la resurrección, la liturgia del cosmos, el ensayo de la comunión y la comunicación total.

Y por supuesto, el llamado a la unión mística, a la búsqueda de los otros y del Gran Otro con la certeza que solo puede dar el amor en la incertidumbre.

“Aunque no existas yo te amo”, en una especie de síntesis de su búsqueda, de celebración de sus certezas, y en medio de esa pregunta original, casi presocrática, sobre nuestro ser y destino ante la enormidad tal vez vacía del Universo.

Ernesto vuelve a dar el sí con esta especie de carta de amor a la humanidad, un sí que le viene desde lo más profundo de sus convicciones, porque no importa qué tan enormes sean las tinieblas, incluso las de la historia, en esas tinieblas está la respuesta, y el mejor día, para vivir en el amor, siempre es el que corre.

La muerte es real
pero no definitiva
No muere todo con la muerte

LA PRENSA/Yader Flores

Sintetiza sus búsquedas

Con Así en la tierra como en el cielo, Ernesto no solo sintetiza sus búsquedas y sus más plenos hallazgos: el lenguaje poético, las preguntas elementales de la vida contemplativa, la comunión humana, la comunión divina (entre más humana más divina), al mostrarnos de manera tan concentrada, celebratoria, confiada y agradecida, el arco voltaico de su propia experiencia.

Uno siente que esa carta es para cada uno de nosotros y tiene un silencioso sabor a despedida, como si ese poeta místico y de aliento monástico que, en la última fotografía del poema camina de espaldas a nosotros ligeramente encorvado entre los arcos del claustro, su sombra proyectada a contraluz en las losetas nos estuviese diciendo algo más en el silencio final de ese poema último.

Ya no vemos su rostro en esta imagen. No es su rostro el importante. Lo importante es que camina. ¿Hacia dónde? ¿Hacia esa banca vacía al fondo del claustro? ¿Una banca para dos personas, similar a las de los parques donde se encuentran los novios? Una banca vacía. Y en la pared, en alto, un Jesucristo crucificado.

¿Hacia dónde camina Ernesto después de ese silencio? ¿Para qué sirve la utopía? “Pues la Utopía sirve para eso, para caminar”, dijo alguien allá en el sur.

Ernesto Cardenal en meditación, en su casa de habitación en Managua, 19 de enero del 2018. LA PRENSA/ MANUEL ESQUIVEL

“Más vivo que nunca”

El mes pasado un amigo zapatista, inmerso en los trajines del sur de México, me preguntaba en Guatemala, visitando ambos las ruinas de Iximinxé, si Ernesto aún vivía, si estaba activo…

Al terminar de leer Así en la tierra como en el cielo, y contemplar su imagen última en ese claustro, sé que respondí bien a mi compañero: “Está vivo… y seguirá más vivo que nunca”.

*Sacerdote y escritor

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