La captura de Sergio Antonio Umaña Salamanca, presunto miembro de la Mara Salvatrucha, despertó alarma sobre la presencia de esta pandilla en Nicaragua. Sin embargo, algunos expertos aseguran que aunque en el país hay mareros, la organización criminal no opera como en El Salvador, Honduras y Guatemala.
Roberto Valencia, periodista e investigador del medio digital salvadoreño El Faro, asegura que “la sociedad nicaragüense tiene unas barreras sociales para el control de este fenómeno que han hecho que la presencia de las maras en Nicaragua sea testimonial”.
Los años ochenta
El experto en temas de seguridad Francisco Bautista Lara asegura que uno de los motivos por los que las maras no han podido cuajar en el país es que cuando miles de nicaragüenses y salvadoreños migraron a Estados Unidos por la guerra, los nicaragüenses fueron bien acogidos pero los salvadoreños fueron considerados “indeseables”, por lo que tuvieron que crecer en ambientes hostiles y de mucha delincuencia.
Roberto Valencia asegura que si bien es cierto que en Nicaragua hay pandillas y han sido capturados algunos miembros de las maras, estas no están organizadas como en Honduras o El Salvador.
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Bautista Lara, por otro lado, expresa que “el ser mara, es una especie de logia que tiene simbología, esquema, lenguajes. Y esa organización está inserta en la estructura social; en la comunidad, en la familia, en el núcleo social. Esa no existe aún en Nicaragua”.
En un reportaje publicado por la BBC Mundo, Bautista Lara agregó que otro de los motivos son los cambios sociales e institucionales generados después de la revolución. Además, dijo, como factor social, “yo diría que Nicaragua y sus ciudades son grandes pueblos, donde todo mundo se conoce y la confianza interpersonal no se ha perdido, como sí sucedió en otros países de la región”.
Organización barrial
En el reportaje Traumas de guerra, publicado el pasado marzo en la Revista Domingo, de LA PRENSA, la antropóloga Fernanda Soto explicó que la organización barrial impulsada por el Gobierno en los años ochenta, fue un elemento que evitó el desarrollo de las maras en el país.
“En los ochenta se hizo un trabajo fuerte, comenzando con la vigilancia revolucionaria. En los noventa esa organización ayudó mucho. Se consolidó una especie de red que, con certeza, en países como Honduras, El Salvador y Guatemala no existió”, dijo.