La dinastía de los Somoza se formó más o menos así: Anastasio Somoza García se fue a Estados Unidos y aprendió inglés. Regresó a Nicaragua y se granjeó el favor de los norteamericanos que tenían ocupado el país. Logró que lo nombraran director de la Guardia Nacional sin haber sido soldado nunca. Con las armas bajo su control, le dio golpe de Estado a su tío político Juan Bautista Sacasa. Luego se apoyó en el Congreso para que lo ayudaran a retrasar las elecciones de 1936 y borrar los obstáculos constitucionales que le impedían ser candidato. Ganó y se quedó en el poder hasta 1947.

Después puso títeres en el poder y luego se volvió a sentar en la silla presidencial en 1950. En 1956 lo bajaron de ahí cinco tiros que le propinó Rigoberto López Pérez. Pero antes, Somoza García se había asegurado la sucesión dinástica poniendo a su hijo menor Anastasio Somoza Debayle al frente de la Guardia Nacional, pasando por encima de oficiales con trayectoria y, con la ayuda del viejo general conservador Emiliano Chamorro, puso a su hijo Luis Somoza en el Congreso. De esa manera, cuando murió Somoza García, su hijo Luis fue electo por el Congreso para terminar el período de su padre y, en 1957, salió electo presidente. El mismo Chamorro admitió en su autobiografía que si él se hubiese negado a la solicitud de Somoza García, de aceptar a su hijo Luis en el Congreso, la historia de Nicaragua tal vez pudo ser otra.
El otro hijo, Anastasio, alcanzó la presidencia en 1967 y, salvó un impasse de dos años, entre 1972 y 1974, ya no lo bajaron del poder hasta que en 1979 el pueblo lo derrocó por las armas.
Según los entendidos, nuevamente se está formando otra dinastía, la de los Ortega Murillo. Y esa empezó más o menos así: José Daniel Ortega Saavedra se unió al Frente Sandinista (FSLN) cuando era un joven, en los años sesenta. Cayó preso y estuvo encarcelado siete años. Lo liberaron y se refugió en Costa Rica, donde se encontró y se unió a Rosario Murillo. Regresó triunfante a Nicaragua en 1979 y, según algunos, sin haber peleado mucho. Aprovechó un momento de indecisión de los nueve comandantes de la Revolución, en la que varios de ellos querían ser el primero, y como a él no le veían mucha ambición lo escogieron para ser el miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN). Se erigió candidato en 1984 y ganó unas elecciones con una oposición sumamente débil.

En 1990 perdió el poder. Gobernó “desde abajo” durante 16 años, levantando a la gente en asonadas contra el gobierno de turno y pactando con el presidente Arnoldo Alemán en una jugada que le permitió alcanzar el poder nuevamente en el 2007. A partir de entonces, Rosario Murillo, que lo apoyó en 1998 cuando su hija Zoilamérica lo acusó de violación, se dividió el poder con Ortega en lo que ellos llaman el 50-50.
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Hoy, Murillo es la vicepresidenta electa, y se ubica en la posición perfecta para tomar el poder en cualquier circunstancia en la que Ortega se vea imposibilitado.

Al igual que Somoza García, ellos han colocado a sus hijos en posiciones de poder y principalmente uno de ellos, Laureano Facundo, sea quizá el más probable para suceder a sus padres en el futuro.
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Es verdad que ninguno de sus hijos está al frente del Ejército o de la Policía pero los Ortega Murillo tienen como jefe policial de facto a Francisco Díaz, el padre de Blanca, la esposa de Maurice Ortega Murillo.

“No es sano”
Que el poder esté concentrado en una sola familia no es sano para Nicaragua, indica el excontralor y exdiputado Agustín Jarquín Anaya, porque se proyecta una imagen negativa tanto entre la población como a nivel internacional. “Una concentración del poder inhibe las iniciativas de los funcionarios, las posibilidades que tiene el país para que se desplieguen las diferentes capacidades. La creatividad se disminuye, se adormece y el ejercicio democrático no se desarrolla”, explica Jarquín Anaya.
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Además, el país retrocede en su desarrollo. “Estamos viendo la política como se manejaba en el siglo XIX en Nicaragua. Es la familia la que controla el poder, esa es una visión patriarcal del poder que es del siglo XIX”, indica el sociólogo Óscar René Vargas.
De acuerdo con Vargas, el país va a entrar en una situación de mayor conflictividad. “El objetivo de tener concentración de poder está creado sobre la base de una situación económica de deterioro de la gente, entonces vamos a conocer a partir del próximo año mayores movimientos sociales por reivindicaciones que la gente está pidiendo, ya los hemos visto pero yo creo que se van a incrementar el próximo año”, expresó.
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A nivel internacional, añade Vargas, “el país entra nuevamente en la lógica de la república bananera”, término peyorativo para un país que es considerado políticamente inestable, empobrecido y atrasado, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador o una junta militar, muchas veces formando gobiernos forzosa o fraudulentamente legitimados.
“Rosario se lo ganó”
Los sandinistas no quieren opinar sobre la concentración del poder en la familia Ortega Murillo. El diputado del Parlacen, Jacinto Suárez, dijo tajantemente que “no tengo ninguna opinión sobre eso”. Daniel Edmundo Ortega Murillo, hijo de la pareja presidencial, manifestó estar ocupado y no tener tiempo para hablar sobre el tema.

El exalcalde Dionisio Marenco indicó que no se puede comparar a la dinastía de los Somoza con lo que ahora representa el régimen de Daniel Ortega. “Acórdate que son diferentes las circunstancias históricas. No creo que se pueda repetir eso (dinastía somocista). Sobre el hecho de que Ortega y Murillo sean presidente y vicepresidenta electa, Marenco dijo que “es una situación atípica pero hay que esperar a ver qué pasa, a ver si funciona o no funciona”.
Quien sí abundó en explicaciones fue el comandante Edén Pastora, quien señaló que la candidatura de Murillo fue legal y no contravino ninguna ley. “Lo que pasa es que Rosario se ha ganado su espacio, como se lo ganó la india Indira Ghandi, como se lo ganó la Golda Meir, como se lo ganaron todas las mujeres del mundo que han llegado a estadista, se ganan su espacio por su capacidad, por su inteligencia, por su nivel cultural, académico”, dijo.
Pastora señala que a un hijo de Ortega como vicepresidente nadie lo aceptaría pero a Rosario Murillo sí. “La Rosario más que esposa ha sido una compañera de trabajo”, justifica el exguerrillero, quien señala que en Nicaragua actualmente no existe una concentración de poder en una familia, sino en una persona, que es Daniel Ortega y “eso es bueno”.

“Tuvimos tres gobiernos blandengues, que nadie mandaba, nadie hizo nada, y tuvimos un gobierno de 10 años del Frente Sandinista, que por la guerra tampoco se pudo hacer nada. Ahora, en paz y con un hombre que manda, definitivamente se está haciendo, eso es lo que vemos la gente que queremos Nicaragua, que se haga”, dice Pastora.
Según Pastora, en el exterior al gobierno de Ortega le llaman “el milagro de Nicaragua”. “Antes se querían ir de Nicaragua el 70 por ciento de los nicaragüenses, ahora se quieren ir el 30; antes, el año pasado, las visas a Costa Rica eran de 500 en esta fecha, diario, ahora son 200; antes llegaban 2,000 y ahora llegan 1,000, entonces va mejorando el país y eso es lo que se ve desde afuera”, indicó.
“Yo acostumbro decir que si Somoza no hubiera tenido presos políticos, como ahora, no hubiera matado como mataba 15 o 20 nicaragüenses diarios, que no hubiera torturado ni exilado y que hubiera hecho los proyectos sociales que está haciendo Daniel Ortega, yo hubiera sido somocistón”. Edén Pastora, comandante guerrillero.
La capacidad de Murillo
A Rosario Murillo se le atribuye una gran capacidad de trabajo. “Independientemente de la capacidad, que es una señora muy competente y muy dedicada, tiene una capacidad de trabajo alta, lo ha demostrado, pero a la gobernabilidad no le ayuda, ni al país mismo”, dice el exdiputado y exaliado del sandinismo, Agustín Jarquín Anaya.
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El sociólogo Óscar René Vargas va más allá y dice que en realidad Murillo no tiene capacidad. “Alguien que tiene 500 millones de dólares anuales para poder cambiar este país y lo utiliza mal, evidentemente que para mí no demuestra capacidad. Con 500 millones de dólares anuales vos podías haber cambiado Nicaragua completamente, pudiste haber creado un puerto en el Atlántico que cuesta 400 millones, en un año. Vos recibís 4,000 millones (de dólares en 10 años), es decir, cada año podías construir un hospital de 60, 80 millones de dólares anuales, un hospital en los departamentos más importantes del país; pudiste haber construido una escuela técnica de 20 millones de dólares en cada uno de los principales departamentos para formar una mano de obra calificada. Todo eso en 10 años hubiera cambiado el país y si no utilizaron ese dinero de esa forma es que no sos una persona que tiene ni visión ni son eficientes”, critica Vargas.
Por el contrario, el sociólogo considera que Rosario Murillo han desperdiciado mucho dinero construyendo árboles de lata en toda Managua y en algunas zonas del país.
País sin educación, dictadura familiar
¿Qué tiene que pasar en Nicaragua para que en pleno siglo XXI exista nuevamente una dictadura familiar? El sociólogo Óscar René Vargas dice que la respuesta está principalmente en la falta de educación en los nicaragüenses.
“Cuando vos tenés una gente en la cual el promedio de educación es de seis grados (Primaria), hay una educación muy limitada, y si a eso le añado yo la calidad de la educación que reciben, no tienen los valores para tener la visión de lo que significaría tener un país democrático y de progreso”, lamenta Vargas.
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Debido a esa falta de educación, según Vargas, es que los candidatos logran engañar a los electores. “El progreso aquí te lo venden por ilusiones. Te venden la ilusión de hacer una fuente luminosa, que la gente se va a bañar ahí. Te venden la ilusión de comerte cosas en el puerto (Salvador) Allende, y son ilusiones pero no son un cambio de la realidad social y política del país”, finalizó Vargas.
Un doble seguro
La vicepresidencia de Rosario Murillo responde a dos objetivos de Daniel Ortega, según el exguerrillero Moisés: primero, proteger a Murillo en caso de que Ortega fallezca, ya que ella no goza de autoridad o poder propio dentro del Frente Sandinista (FSLN) sino solamente el que deriva de Ortega; y segundo, asegurar la sucesión dinástica.
Hassan también explica, sobre las ansias de poder de los Ortega Murillo, que pueden tener su origen en la baja autoestima de ambos. “Esas ansias de poder tiene un sustrato, que es la baja autoestima. Necesitan tener mayor riqueza para sentirse bien consigo mismo”, dice.
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Además, el exguerrillero considera que no hay que tener ninguna expectativa con el matrimonio presidencial porque “ya sabemos cómo actúan y qué es lo que quieren”. “Darles tiempo, hacerse el sueco, es ridículo. No tenemos que esperar ni un segundo más para saber cómo van a actuar. Daniel Ortega lo ha venido haciendo desde 1979, hacía sus cosas y sus marrullerías desde antes, cuando todavía se estaba luchando contra Somoza”, finalizó Hassan.
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Un consuegro dócil
Francisco Javier Díaz Madriz fue guerrillero en la insurrección contra Somoza. Tras el triunfo en 1979, se unió a la Policía. Le costó subir dentro de la estructura de mando policial y su ascenso se aceleró desde que Ortega retornó al poder. En septiembre de 2008 lo ascendieron a Comisionado General y se ubicó muy cerca en la línea de sucesión a jefe de la Policía. En enero de 2010 su hija Blanca Díaz se casó con el hijo de la pareja presidencial, Maurice. Desde hace algún tiempo viene ejerciendo de facto la jefatura de la Policía.

La defensora de los Derechos Humanos, Vilma Núñez de Escorcia, señala que la actual posición de Díaz es “una clara evidencia del control político que ejerce Daniel Ortega sobre la Policía y como él no tiene un miembro ni consanguíneo ni afín en la Policía, entonces nada más que recurrir a su consuegro”.
“Como duda de todo mundo, pone a su consuegro, aunque proyecte una imagen verdaderamente lamentable, tanto para él que reafirma su autoritarismo, como para la Policía por el sometimiento que demuestra. Siempre se va a demostrar esa lealtad de Paco Díaz a Daniel Ortega porque él no va a arriesgar jamás la estabilidad matrimonial de su hija”, explicó Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).
Según Núñez, el comisionado general Díaz “siempre ha sido una persona condescendiente, al extremo de que no ha generado los anticuerpos que otros jefes policiales han generado, como por ejemplo Róger Ramírez, Barrantes. Siempre ha sido una persona que establece relaciones, no se confronta, es completamente obediente, lo que hace en esas comparecencias (por los medios de comunicación) es transmitir la línea política que se la ha impuesto a la Policía”.