Al final de la tarde del 2 de agosto pasado, Zoilamérica Ortega Murillo está trabajando en una universidad de Costa Rica cuando recibe un mensaje de texto en su teléfono celular. Le informan que en esos momentos su madre, doña Rosario Murillo, se está inscribiendo como candidata a la Vicepresidencia de la República en Nicaragua. No le alegra la noticia. Al contrario, se sobresalta y piensa en sus hijos, relataría a Revista Domingo poco después.
Zoilamérica sabe que decir “candidata a” es un formalismo tonto. Murillo está designada desde ya como vicepresidenta de la República en un país donde el esposo de su madre y “candidato” a presidente, Daniel Ortega, eliminó toda oposición y controla completamente al tribunal que cuenta los votos.
Tal vez recordó aquel día de 1977 cuando ella tenía nueve años y vio llegar a la casa donde se habían refugiado en San José, Costa Rica, a aquel extraño hombre, flaco, bigotón y barba de chivo que les presentaron como “el nuevo amigo de mamá”. No hablaba mucho con nadie. Permanecía largo tiempo encerrado en el cuarto. Comía solo y después se iba a sentar al pie de una radio de la que vivía pendiente. A pesar que la casa donde se alojaban era un ir y venir de gente, este hombre se aislaba y, a diferencia del resto, les daba miedo a ella y sus hermanos.
Y como vorágine se le vinieron a la mente los acercamientos de ese hombre cuando ella estaba sola, los abusos sexuales posteriores, la vida ya en familia, la denuncia por violación que finalmente hizo 20 años más tarde, en 1998, y el duro momento cuando su madre se colocó del lado de quien ella considera su violador, y que ahora le alza el brazo como fórmula presidencial y juntos se han convertido en la pareja más poderosa de Nicaragua.
“Vino a mi mente el recuento de actos de impunidad de los que hoy es corresponsable. Los intentos que ha hecho de ‘enterrar’ mi historia, negando en su interior cualquier dosis de instinto de madre o abuela. Duelen los escenarios que la muestran de forma alejada de la realidad. El símbolo del poder autoritario aplasta. Pero uno se levanta. Me doy cuenta, que callar en este momento sería ser cómplice de ese teatro”, dice Zoilamérica Ortega Murillo.
DEL BARRIO SAN ANTONIO
La historia de esta pareja comienza en el barrio San Antonio de la vieja Managua. En las calles aledañas a la sorbetería La Hormiga de Oro. Ahí se conocieron Rosario Murillo y Daniel Ortega, sin que hubiese mucho contacto entre ellos. Murillo que nació en Managua, el 22 de junio de 1951, se relacionaba más con Camilo Ortega, un año menor que ella, que con Daniel, seis años mayor.
Para 1950 la familia Ortega Saavedra, oriunda de La Libertad, Chontales, ya vivía en el barrio San Antonio. De hecho, Camilo Ortega, el hijo menor del matrimonio, nació en Managua, a diferencia de sus hermanos, originarios de Chontales y Juigalpa. La familia tenía el dinero suficiente para que sus hijos estudiaran en los mejores colegios de la capital, pero no tenían una casa propia.
De Chontales también era originario don Teódulo Murillo, un conservador casado con Zoilamérica Zambrana, una sobrina del general Sandino que también vivía en el barrio San Antonio. El matrimonio Murillo Zambrana sí tenía dinero. Una parte era heredada y la otra por los terrenos que poseían. “Murillo era un algodonero y también dueño de ganado. Además, su familia poseía tierras que estaban en donde hoy está construido el balneario El Trapiche, carretera a Tipitapa”, relata un reportaje de LA PRENSA.
Don Teódulo tenía cuatro hijas, pero los ojos de su cara eran la menor de ellas, Rosario María Murillo Zambrana. “Siempre fue la más mimada de papá, y las amigas de infancia recuerdan que el señor Murillo decía sentirse orgulloso de la inteligencia de su hija”, relata un perfil de Rosario Murillo de la revista Magazine. Gracias a sus posibilidades económicas, Murillo pudo enviar a la menor de sus hijas a Inglaterra y luego a Suiza a estudiar. “Ella estudió en Suiza e Inglaterra, pero lo que estudió fue para ser un ama de casa, tener buenos modales, saber poner la mesa, ninguna carrera. Eso es lo que estudió. Ella no sabía nada de política”, aseguró Anuar Hassan, periodista y exesposo de Rosario Murillo, en una polémica entrevista que brindó a La PRENSA.
TRABAJÓ EN LA PRENSA
Y aquí es donde quizás puede caber una hipótesis sobre el estilo hippie de Rosario Murillo. Llegó a Inglaterra en los años 60. Los Beatles, los Rolling Stones y la contracultura estaban en su apogeo. La influencia que tuvo en Rosario Murillo es notoria en su estilo: gafas al estilo de John Lennon, vestidos floreados y coloridos, anillos, collares, aretes brillantes de todo tamaño y forma y el característico símbolo de amor y paz.
Cuando volvió de Europa, su dominio del inglés y del francés le permitieron trabajar como secretaria de Pedro Joaquín Chamorro y Pablo Antonio Cuadra en LA PRENSA. Ambos la admiraban, según Esmeralda Cardenal, quien en ese entonces también trabajaba en el diario y era amiga de quien hoy es la primera dama de Nicaragua.
Cardenal cuenta que en una ocasión Murillo le contó que la habían mandado a estudiar a Europa y que cuando tenía 15 años vino a Nicaragua para pasar vacaciones. Pero en ese entonces conoció a Jorge Narváez, su primer esposo, y salió embarazada. Ella no lo quería. No se quería casar con él, pero su mamá la obligó. Su mamá fue a hablar con un sacerdote de la iglesia San Antonio y el padre le dijo: “No los obligue si no se quieren”. La mamá insistió y la casó. “De allí nace la Zoilamérica”, cuenta Esmeralda Cardenal.
El matrimonio no funcionó y se separaron, pero doña Zoilamérica Zambrana, su madre, insistió en volverlos a juntar y así nació el segundo hijo del matrimonio, Rafael. Las cosas siguieron sin funcionar. La pareja se separó y Murillo buscó trabajo en LA PRENSA. Ahí conoció a Esmeralda Cardenal. “Era otra persona. Era muy amigable, servicial, trataba de ayudar a los poetas, pintores, tenía mucha influencia con Pablo Antonio y Pedro Joaquín. Fuimos muy buenas amigas”, relató Cardenal.
Por la sala de redacción en ese entonces también se paseaba un reconocido periodista de nota roja, Anuar Hassan. Cardenal narró a LA PRENSA que su amiga Rosario un día le dijo que estaba enamorada de un redactor. “Yo le conté que había una bruja muy buena que había estudiado en la India, y que vendía perfumes para enamorar a la gente. Me dijo que la llevara”. La bruja tenía su casa y su “finquita” en San Isidro de la Cruz Verde, Managua. Fueron, la enamorada compró un perfume y se marcharon.
A los meses, Esmeralda Cardenal fue invitada a la boda de Rosario Murillo y Anuar Hassan, periodista de sucesos. Todo indicaba que el perfume había funcionado. Sin embargo, “cuando se le terminó el perfume, vino el terremoto (Managua, 1972). Se le cayó su casa. El niño que tuvo con Anuar se le murió. Perdió todo lo que el perfume le dio en un año. Se le acabó la magia y ella quedó desbalanceada por todo lo que le había pasado. Nunca recobró la cordura”, sentencia Cardenal. Unos meses después de la muerte de su hijo, murió su mamá, doña Zoilamérica Zambrana.
Esa tragedia, según ha expresado Murillo, fue lo que la motivó a empezar a escribir poesía en 1973 aunque su prima lejana Bertha María Cabezas, aseguró a la revista Magazine que desde los siete años escribía poemas en papeles de envolver, los cuales cosía para darle forma de libro. Ese mismo año fundó el grupo Gradas. “En ese entonces unos muchachos sacaban una revista cultural y hacían presentaciones de teatro en las gradas de las iglesias y las casas, con profundo contenido contra el somocismo”, relata la revista Magazine. En esta época, Rosario publicaba poemas en La Prensa Literaria y empezó a vincularse cada vez más con la política.
EL REENCUENTRO EN VENEZUELA
Con Daniel Ortega volvería a reencontrarse en 1977 en un museo, en Caracas, Venezuela. Él entraba en compañía de Herty Lewites y ella salía. Murillo relató ese encuentro muy a su estilo en un texto publicado en mayo del 2004. “Enrique (nombre de guerra de Daniel) y yo nos reencontramos, en Caracas, después de vidas con sueños en común, y en soledades, luego de su salida de la cárcel. Sin que nadie nos hubiese convocado —¿cita de la Providencia, del destino, de la mano, de los designios de Dios?— el hado nos reuniría en la casa-museo de Simón Bolívar, en el centro de la capital de Venezuela”, dice un fragmento.
Daniel Ortega, por su parte, recuerda de esa ocasión que “nunca antes nos hemos encontrado, pero hubo como una intuición… Nos identificamos inmediatamente, empezamos a conversar y de allí, seguimos desarrollando la relación”, dijo Ortega, quien reconoce en un texto publicado en la página web de radio La Primerísima titulado Daniel con el pueblo, el mejor presidente de la historia, y firmado por Agencias, que era un hombre callado y que a Rosario la enamoró con “miradas ígneas”.
Sin embargo, Ortega recuerda, citado en el mismo texto, que durante sus años de cárcel (de 1967 a 1974) “a distancia fui conociendo a Rosario, porque ella escribía en LA PRENSA, era poeta. A mí también me gusta escribir; entonces, hubo una afinidad, yo le mandaba algunos poemas”, dice. “Al salir de la cárcel e irme para Cuba, perdimos contacto”, y solo volverían a encontrarse esa vez en Caracas cuando Rosario Murillo era la pareja de Carlos Vicente “Quincho” Ibarra, un personaje a quien una fuente que no quiso dar su nombre para esta historia describe como “un muchacho de poco carácter que, presionado por los riesgos del momento, se asiló junto con Rosario Murillo en la Embajada de Venezuela en Nicaragua, dejando abandonado su cargo de responsable regional del Frente en Managua”.
Rosario Murillo y Quincho Ibarra se fueron de Nicaragua a Venezuela, de ahí a Panamá y finalmente a Costa Rica donde comenzaría la relación amorosa con Daniel Ortega. “De repente (Quincho Ibarra) aparece trasladado a Cuba para estudiar un curso de cine. El Frente lo manda, y entonces le queda el campo libre a Daniel con la Rosario. Cuando regresó de Cuba ya Daniel vivía con la Rosario”, relata la fuente.
La casa de seguridad donde vivía Murillo en Costa Rica era la oficina de propaganda internacional del Frente Sandinista. Ahí se grababan los programas de las radios Liberación y Sandino, funcionaba un mimeógrafo para imprimir propaganda y se ocultaban otros refugiados sandinistas.
Cuando Ortega, quien ya era un alto dirigente del Frente Sandinista, se convierte en pareja oficial de Murillo, el aparato de logística del Frente les consigue una casa más privada. A esa casa llegaban a reuniones otros dirigentes sandinistas, pero de más alto rango, como Víctor Tirado, su hermano Humberto Ortega, quien nunca se llevó bien con Murillo, o Sergio Ramírez. De ahí los movieron a una tercera casa, mucho más escondida, donde la familia de Murillo tiene que cambiarse los nombres y a los vecinos les dicen que son guatemaltecos. Fue una etapa de aislamiento, con esporádicas incursiones a Nicaragua, disfrazados, que duraban tres o cuatro días.
El 16 de julio de 1979 Daniel Ortega llega a León, Nicaragua, como miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, a formar el nuevo gobierno revolucionario. Ortega aparece en las fotografías ya de verde olivo nuevecito, con todo el apertrechamiento militar de un soldado y con una extraña gorra de ferroviario. Murillo, en segundo plano, también de uniforme militar reluciente, calzando botas y cargando con dificultad armas que nunca usó. “En una reunión de cuadros, a la Chayo (Murillo) se le cayó el fusil y Daniel se puso encachimbado”, dice la fuente.
AÑOS 80
Durante los años 80, Rosario Murillo tuvo un protagonismo más bien modesto, y en los últimos meses distanciada totalmente de su marido.
Comenzó siendo la secretaria de Ortega en Casa de Gobierno, pero pronto entró en conflictos y decidió hacer tienda aparte en una organización que llamó Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC) como contraparte del oficial Ministerio de Cultura que dirigía el sacerdote Ernesto Cardenal, con quien no hacía migas.
Pero en la ASTC, asegura una fuente, también empieza a tener conflictos con Carlos Fernando Chamorro y Bayardo Arce que manejaban el Departamento de Agitación y Propaganda (DAP) y Ortega no la acuerpó en el diferendo. “Rosario se siente desprotegida, no respaldada y hacen un quiebre muy fuerte. Entonces ella empezó a tejer un mundo con los artistas, un mundo muy suyo. Se quitó el traje de primera dama, se lo dijo a todos, y es cuando empieza a vestirse de licra, se peina a lo punk, y recobra los hábitos bohemios que tenía. Empezó a ir a fiestas, armaba fiestas en su casa, diseñó una discoteca dentro de la casa que llamaba La Tortuga Morada. Era una mujer tan feliz. Ella decidió ser feliz. Disfrutaba eso”, relata un amigo de esos tiempos.
“Nuestra relación es tensa y difícil, en parte porque Daniel es un hombre entregado con vocación de sacerdote a su trabajo”, dijo Murillo en una entrevista al diario español El País, un día después de la derrota electoral de 1990. “Yo, sin embargo, pienso que uno tiene derecho a descansar, a ver una película, a ir al mar. Nuestra relación es difícil también porque mucha gente no nos entiende. Con todo lo que ha ocurrido en mi vida este año, que me reencontré, que soy yo otra vez. Yo volví a mi raíz, volví a ser lo que siempre he sido. Curiosamente, sin habernos puesto de acuerdo, él anda diciendo lo mismo, vuelve a usar el pantalón vaquero y le cuenta también a los periodistas que siempre ha pertenecido a la generación del rock y esas cosas”, afirma.
En esos días de rebeldía se veía llegar al Carmen a eso de las siete de la noche a una variopinta fauna artística. Músicos, poetas, escritores y bailarines se instalaban en la discoteca que se improvisó donde antes la familia tenía su gimnasio privado y salían hasta el amanecer, cuando ya los niños de la casa iban a su clases. Nunca hubo discusiones por eso. A Daniel Ortega no parecía molestarle el comportamiento de su esposa. “En el fondo le ha tenido miedo”, dice el amigo.
Otra persona cercana a los Ortega Murillo establece cuatro momentos de debilidad de Ortega que Murillo usó para ganar la confianza de Ortega:
El primero, es la derrota electoral. “Daniel rechazó en 1989 cualquier ayuda de Rosario. Por primera vez le dice: ‘No te metás, andá hace tu vida’. Ella pasó toda la campaña en México paseando y viviendo feliz. Además ella le había dicho: ‘Vas a perder’. Regresa de México y lo acuerpa”.
El segundo, es el infarto que Ortega sufre en 1994 y el tercero es “cuando lo abandonan personas en las que él confiaba mucho, como Sergio Ramírez y Dora María Téllez, y que a Rosario nunca le cayeron bien”. “Te lo dije”, le habría dicho Murillo haciendo gala de ese poder mítico que presume tener.
Y el cuarto, y más importante, es la acusación de violación que le entabla su hijastra, Zoilamérica, en 1998, en la cual Murillo se pone del lado de su esposo y de espaldas a su hija.
Durante la conferencia de prensa ofrecida el 31 de mayo de 1998, Murillo se ve firme y decidida ante el micrófono. Daniel, atrás, preocupado, como queriendo refugiarse y protegerse en su esposa. “Les digo con toda franqueza, me ha avergonzado terriblemente que a una persona con un currículo intachable se le pretendiera destruir y (que) fuese mi propia hija la que por esa obsesión y ese enamoramiento enfermizo con el poder quisiera destruirla cuando no vio satisfecha su ambición”, dijo Rosario Murillo.
El caso Zoilamérica
En 1998 Zoilamérica Ortega Murillo denunció haber sido víctima de abusos sexuales desde los 11 años por parte de su padrastro Daniel Ortega. En el testimonio publicado en El Nuevo Herald de Miami, Zoilamérica describió con detalles algunos episodios en los que Ortega abusó de ella. Aseguró también que su madre sabía, porque una vez escuchó que esta le gritó a Ortega: “Ya sé lo que está pasando… ¡Sos un enfermo!” Sin embargo ella calló y Zoilamérica se resintió por el poco apoyo y afecto que siempre recibió de su madre. En una conferencia de prensa en 1998, Rosario Murillo aseguró que su hija era una “mitómana” y que había levantado falsos contra un hombre que le dio un hogar.
EL DUDOSO CASAMIENTO
La tarde del sábado 3 de septiembre de 2005 la pareja renueva sus votos matrimoniales en una sobria y discreta ceremonia que se celebra en la capilla privada de la Universidad Católica de Nicaragua Redemtoris Mater. Cuatro sacerdotes, el abogado que los casó por las leyes antes de la ceremonia religiosa, unos pocos amigos y familiares componen el pequeño grupo que aquel día asiste con más obligación que entusiasmo a cumplir el ritual. Los curas pertenecen a la élite de la Iglesia católica de Nicaragua en ese momento: el cardenal Miguel Obando y Bravo, los monseñores Eddy Montenegro y Francisco Castrillo, y el padre Benito Pitito. Los testigos son el doctor Rafael Solís, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y Elba Úbeda Mendoza, una especie de chamán, especialista en medicina natural. No es un matrimonio, aclaran, es renovación de votos.
Apenas un año atrás, en mayo del 2004, Murillo lamentaba en aquel mismo artículo en el que describe el momento en que se reencontró por primera vez con Daniel Ortega, luego que este saliera de la cárcel, que todavía, 27 años después de aquel encuentro que llamó “consagración de un sacramento no-invocado”, no se hubiesen casado formalmente. “Del casamiento que todavía no hemos tenido, Daniel y yo, que a lo mejor, algún día, si nos decidimos, si yo le doy el sí y el a mí, podría ser que caminemos de la puerta-al-altar-a-la-puerta, con todos nuestros hijos, nueras, yernos y nietos, como mejores amigos”.
Entonces, ¿por qué la ceremonia de ese día era “renovación de votos” y no “el casamiento” que Rosario Murillo lamentaba no haber tenido? Sucede que pocos días antes, el 18 de julio de ese año, la pareja había sido duramente criticada por comulgar sin estar casados por la Iglesia. Ellos salieron al paso a la críticas, en víspera de la campaña electoral que lo regresaría al poder, aduciendo haber contraído matrimonio entre octubre y noviembre en 1978, en Costa Rica, en una ceremonia que celebró el sacerdote guerrillero, ya fallecido, Gaspar García Laviana.
Según una declaración notarial ante el abogado Hernán Estrada, ambos afirmaron que “por las circunstancias de la guerra contra la dictadura Somoza y por estar viviendo en clandestinidad tanto los contrayentes como los testigos, el matrimonio se efectuó con las mínimas formalidades que establece la Iglesia católica”, asegura un reportaje del periodista José Adán Silva, publicado por El Nuevo Diario.
Tampoco hubo ningún papel que hiciera constar el hecho. Sin embargo, hubo dos testigos: Rafael Solís, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y Elba Úbeda Mendoza, especialista en medicina natural.
“Los otros testigos de aquel acto, según los consortes, ya no existen para dar fe del casamiento. Eran el comandante Óscar Benavides, caído en combate durante la guerra de insurrección de 1979, y el doctor Jacobo Marco Frech, muerto por enfermedad en marzo del 2005, seis meses antes de la unión religiosa Ortega-Murillo”, reza el texto del diario nacional.
Además de los dudosos testigos y circunstancias, Edén Pastora, comandante guerrillero de la zona sur de Nicaragua, aseguró sobre el fallecido sacerdote que “Gaspar era humilde y podía casar a cualquiera en sus momentos libres, pero no recuerdo que haya salido de sus obligaciones militares y morales para casar a personas en San José”.
En la entrevista concedida a El País de España, en febrero de 1990, Murillo expresó: “Tal vez mañana o pasado mañana nos separemos, nos divorciemos —no sé cómo nos vamos a divorciar si no estamos casados—, bueno, nos separemos, pero viviría como con la sombra, como con la marca de una relación que es de esas que se dan una vez en la vida”.
LA DEUDA ETERNA
En 2006 Daniel Ortega ganó las elecciones. Volvió al poder con ayuda de su mujer, Rosario Murillo. Desde entonces se ven las tarimas enfloradas, cambió el rojo y negro del partido por el rosado fucsia. Ella es quien habla todos los días, da reportes del clima, de crímenes, y habla hasta para regañar a sus trabajadores cuando no entiende un comunicado.
El 2 de agosto de 2016, mientras Zoilamérica Ortega Murillo trabajaba en su exilio en Costa Rica, Daniel Ortega la nombró su (candidata a) vicepresidenta. La acción se ve como un intento de sucesión dinástica, algo que Zoilamérica ve poco probable.
“Rosario Murillo no es sostenible sin Daniel Ortega. Fue impuesta porque jamás tendría el consenso a lo interno del FSLN para ser nominada y respaldada. El FSLN es un partido que hoy con este anuncio, vive uno de sus más graves dilemas. Respaldar el ideal del gran líder, a pesar de que él ha otorgado poder a quien no respeta al liderazgo histórico, ni a quienes muestran lo que les puede quedar de criterio propio”, analiza Zoilamérica.
“La incapacidad de Daniel Ortega de hacerle frente a mi denuncia, le otorgó a ella el protagonismo. Ella era la única que podía absolverlo ante las todas las evidencias de culpabilidad. Eso se convirtió en un ensayo de formas de complicidad. Nunca más Daniel Ortega podría tener un criterio propio. A partir de ahora debía hacerla parte de todos sus actos y decisiones”.
—¿Es un pago por haberse puesto del lado de Ortega en su denuncia de violación? —le preguntamos.
“Es la parte más dolorosa. Es así. Y un pago, solo es posible cuando hay algo que se vende… Prefiero no decir más…”
EL MISTICISMO DE MURILLO
Joyería: La mayoría de los accesorios de Murillo son de color turquesa, según la socióloga Sofía Montenegro, esto corresponde a una función talismánica, por el dicho: “Si quieres combatir la pobreza usa un anillo de turquesa”.
La Mano de Fátima: Este símbolo de una mano con un ojo en el centro es conocido como Jamsa y está pintado en el salón principal de la Secretaría del Frente Sandinista. Este amuleto es adorado como símbolo de protección por los musulmanes.
Creencias: Ella se define como católica. Sin embargo, también cree en la reencarnación (ella asegura que Sandino reencarnó en su hijo Juan Carlos Ortega) y es fiel seguidora de Sai Baba, un gurú del sur de la India, quien se declaró como la reencarnación Sai Baba de Shirdi. En los años 80, durante la primera presidencia de su esposo, convocó a una convención internacional de brujos y curanderos.
Árboles de la vida: “Árbol de la vida tiene que ver mucho con la cábala. Pero debajo hay algo críptico, oculto y misterioso. Esos misterios podríamos reducirlos a un elemento que está en los árboles las volutas, que es esa parte como enrolladita. Y esas volutas tienen un centro y ese centro desde el punto de vista de la simbología es el ojo de Horus. Eso nos somete a otro tipo de lectura, porque Horus es el ojo que todo lo ve, el ojo del misterio. Es el ojo que equilibra el poder. O bien el ojo del equilibrio del poder”, aseguró la semióloga Addis Esparta Díaz.
Colores: Uno de los colores que ha invadido al rojo y negro de la revolución es el rosado chicha. Según un texto titulado Rosario Murillo está protegida por la Mano de Fátima, estos colores obedecen a los chacras o centros de energía de las personas. El rosado pertenece al chacra del corazón. No es coincidencia que en sus campañas el FSLN promueva el amor.
ASESORA DE IMAGEN
La influencia de Rosario Murillo en Daniel Ortega es innegable. Y uno de los aspectos más evidentes es la forma de vestir de Ortega.
La camiseta negra hace notar una fuente cercana, es la etapa en la que ellos están totalmente distanciados. Después de la derrota Ortega comienza a usar camisa blanca, a insistencia de Murillo. El acercamiento entre ambos se ve en el cambio, desde el reloj y la faja, “porque Daniel no usaba faja”, relata la fuente.
Los viajes a las conferencias de Naciones Unidas eran un pleito porque, según Murillo, Ortega debía vestirse acorde a las circunstancias. Le mandaba a comprar ropa a Nueva York para que escogiera qué ponerse y con ninguna prenda de vestir Ortega decía sentirse cómodo. “Ese era un gran desacuerdo y él se aparecía con la chaqueta imposible de quitársela”.
“Ella siempre intentó domar al guerrillero, hacerlo menos salvaje. Ella siempre intentó crearle un rostro porque le veía sin rostro, como es. Y si ahora tiene una cara es la cara que ella le ha tenido que inventar para ponerle rostro a una personalidad totalmente atrapada y presa”, dice.
ESTILO Y VESTIDOS
Desde joven a Murillo se le vio con un estilo extravagante, hippie y colorido, con muchos cambios radicales. El cabello lo tuvo corto, liso, crespo, teñido de rojo hasta que finalmente lo dejó crecer. En un reportaje hecho por la revista Magazine a Murillo se le contaron 462 vestidos diferentes, solo en eventos oficiales durante tres años, y solo en una ocasión repitió una prenda de ropa. Sin embargo a la primera dama la caracteriza su abundante joyería. Collares, pulseras, anillos numerosos que normalmente son de colores pasteles. El turquesa es uno de sus colores favoritos. También ha usado prendas con dijes y símbolos: Jamsa, por ejemplo, usado tradicionalmente en el mundo árabe para protegerse de la desgracia en general y el mal de ojo.
DESTRUYÓ SU LIBRO
Cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional perdió las elecciones en 1990 ante Violeta Barrios de Chamorro, de la Unión Nacional Opositora, Murillo mandó a destruir todo el tiraje de su libro Como los ángeles, su última publicación como poetisa.