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Los comerciantes informales aseguran que ellos también tienen derecho a trabajar. LA PRENSA/ A. LORÍO

La informalidad de la economía de Nicaragua es reversible, aunque cueste años

Nicaragua pude revertir la alta tasa de informalidad, aunque cueste años de trabajo

En los últimos años la informalidad de la economía en Nicaragua se ha venido ensanchando. Ha echado raíces. Una cultura que a simple vista parece no tener fin: más empresas nacen en la informalidad y más personas, que se incorporan por primera vez al mercado laboral, se refugian en ellas. O bien, al no poder insertarse en una empresa formal o informal, los nicaragüenses han optado por crear sus propios empleos, sin acceso a recursos, con ingresos precarios y de muy baja productividad.

Aunque existen diversas formas de visibilizar la informalidad, la manera más próxima es a través del empleo. Las cifras del Banco Central de Nicaragua (BCN) reflejan que aunque en 2006 el número de ocupados era 2.09 millones, solo el 20.12 por ciento cotizaba a la Seguridad Social. Una tendencia que hasta 2014 se ha mantenido.

En 2014 la masa de ocupados creció a 2.98 millones y el número de personas afiliadas a la Seguridad Social apenas representó de esa masa 22.28 por ciento, es decir 2.16 puntos porcentuales más que en 2006. El dato de 2015 no fue incluido en el informe Nicaragua en Cifras, del BCN, pese a que tradicionalmente sí se hacía.

Según cifras que en marzo de 2015 dio el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), la economía informal pasó de entre 55 y 60 por ciento en 2006 a ochenta por ciento el año pasado, empujada principalmente por un deterioro en la productividad en ese periodo.

Pero lo más alarmante es que las empresas que se encuentran sumergidas en la informalidad dicen estar a gusto en esa condición. La Encuesta de Empresas Sostenibles 2015, publicada por el Cosep y la Organización Internacional del Trabajo, reveló que el 75 por ciento de las empresas informales operan “satisfactoriamente, sin que tal situación les ocasione ningún tipo de problemas”. De ahí la duda sobre si es posible revertir la alta tasa de informalidad laboral de Nicaragua.

Mientras economistas y catedráticos consideran que es posible, pero se requeriría de un monumental esfuerzo a largo plazo, el presidente del Cosep, José Adán Aguerri, se muestra menos optimista y por eso asegura que lo único que queda es tratar de ayudar a los informales a mejorar su realidad.

“Las empresas informales van a seguir existiendo en países como los nuestros, entonces ahí tenemos que buscar cómo hacer un esfuerzo para llegar a ellas y cambiar culturalmente la realidad de esas empresas”.

“(Se) requiere de ir cambiando la mentalidad de una parte de los empresarios nicaragüenses que consideran que la formalidad no le traería beneficios a sus empresas”.  Lylliam Huelva, economista de Funides.

De entrada, Rómulo Sánchez, catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), sostiene que para revertir la informalidad se “necesitan profundas transformaciones estructurales de la economía”, aunque reconoce que estos ajustes “no suceden de la noche a la mañana”.
Entre los ajustes que propone Sánchez menciona la necesidad de “mejorar la calidad del crecimiento, darle eficiencia al sistema productivo, elevar la productividad de los factores, transformar las cadenas de valor e impulsar una reconversión tecnológica que disminuya la informalidad e impulse la productividad”.

Lylliam Huelva, economista principal en temas institucionales y sociales de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), dice que los esfuerzos para revertir la informalidad deben producirse a medida que se avanza en la diversificación y agregación de valor en la matriz de exportación, “así como la facilitación comercial para beneficiar la competitividad del país en mercados internacionales”.

Igualmente es necesario “mejorar la institucionalidad económica garantizando reglas claras para todos, esto implica derechos de propiedad claramente definidos, un sistema judicial ágil e imparcial y trámites ágiles y predecibles, que no den espacios a prácticas irregulares”.

Lo anterior, según Huelva, “sin descuidar la inversión en educación, donde debemos trabajar en mejorar la calidad educativa a fin de que los estudiantes al menos alcancen resultados promedio (y no por debajo del promedio) en las pruebas estandarizadas de lectura y matemáticas donde Nicaragua participa, y teniendo una oferta educativa acorde con la demanda de las empresas para lograr mayores niveles de productividad laboral”.

En los últimos dos años Nicaragua solo ha destinado el 2.8 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) para el gasto en educación, pese a que se ha insistido en que se debe apostar por el siete por ciento y que esta inversión sea de calidad.

¿Por qué es urgente trabajar en la transformación de la informalidad a la formalidad? Porque, según el economista Adolfo Acevedo, el sector informal emplea al setenta por ciento de la fuerza de trabajo ocupada. “De estos, un 30.8 por ciento corresponde a trabajadores por cuenta propia de baja calificación, 17.4 por ciento a trabajadores familiares sin pago, cinco por ciento a empleadores y 16.8 por ciento a ayudantes asalariados, incluyendo el servicio doméstico”.

En la otra acera, es decir los formales, “el 26 por ciento está bajo la forma de empleo asalariado, 1.3 por ciento profesionales independientes, y 2.7 por ciento a empleadores”.

Acevedo coincide con Huelva en que si se hace un esfuerzo de transformar la matriz productiva y exportadora se estarían asentando las bases para que la economía comience a dar pasos hacia la formalidad. Y sugiere echar una mirada a la economía de Costa Rica, cuya realidad económica en esta materia es opuesta a la de Nicaragua: el 65 por ciento del empleo es formal.

“Esto reflejaría el hecho de que en ese país predomina una estructura productiva y exportadora que se ha diversificado mucho más hacia actividades de mayor complejidad, que generan productos de mayor valor y mayor elasticidad en ingreso de la demanda, y en donde el empleo es generado, principalmente, por empresas de mayor tamaño relativo que en Nicaragua”, agrega.

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MÁS COSTO SOCIAL

Pero no solo los trabajadores pagan un alto costo social (salarios bajos, sin protección de la seguridad social, etcétera) por la alta informalidad de la economía, también el Estado, al recaudar menos, y las empresas por no beneficiarse de algunos incentivos fiscales, así como no pueden tener acceso a programas de financiamiento del Sistema Financiero Nacional.

El catedrático de la UNAN-Managua suma otra víctima de la informalidad: las empresas que están formales, un lastre todavía mayor para las micro, pequeñas y medianas empresas, “ya que tienen que asumir los pagos de la formalidad, entre esos está el Seguro Social, decimotercer mes, vacaciones, indemnizaciones” y por tanto deben competir con sus productos de manera desigual.

Sánchez dice que “es probable que el crecimiento de la informalidad se deba en gran medida a la elevada carga tributaria, aplicación ineficaz y discrecional de las leyes, altas tasas de contribución a la seguridad social y quizá una inadecuada intervención de la ‘mano visible’ del Estado”.

No obstante, Sánchez advierte que “declararle la guerra (a la informalidad) puede ser contraproducente y hasta peligroso”. Debe hacerse de manera paulatina.

MÁS SOLUCIONES

Huelva refiere también que el país debe avanzar hacia la reducción de los costos y la agilización, así como la simplificación de trámites para inscribir una empresa. También se debe trabajar en “la simplificación de los regímenes fiscales y reducción de los impuestos a las micro y pequeñas empresas. En Nicaragua ya se han aplicado medidas en esa dirección”.

Y añade: “En otros países se ha intensificado el control e incremento de las sanciones a las empresas informales y otros han hecho campañas de divulgación sobre los beneficios de ser formal, incluso algunos han expandido la cobertura de programas sociales (a trabajadores a tiempo parcial) y flexibilizado las condiciones de contratación, habilitando contratos temporales y de despido”.

Acevedo, por su lado, afirma que la informalidad se reducirá cuando las empresas logren elevar su productividad y que al igual que Costa Rica logren absorber “porcentajes cada vez más elevados del empleo total, hasta llegar, por lo menos, a revertir la estructura actual, en que siete de cada diez empleos son empleos de bajísima productividad, generados por el sector informal”.

SE NECESITAN OTRAS BASES

Pero aun con la alta tasa de informalidad, Nicaragua en los últimos años ha logrado ubicarse entre las economías con mayor crecimiento económico, según han destacado organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional. ¿Es sostenible este crecimiento?

La economista de Funides sostiene que la economía seguirá creciendo pero por factores externos, por lo que no sería sostenible sin reforma. “De lo contrario, seguirá descansando en ‘booms’ de precios de los productos de exportación, del incremento de las áreas cosechadas, flujos de inversión extranjera y no por una mayor productividad de la economía en su conjunto”, afirma.

A nadie le gusta pagar  impuestos, pero tampoco se puede construir
un país sin impuestos”. Rómulo Sánchez, catedrático de la UNA-Managua.

EL ESFUERZO EN OTROS PAÍSES

En América Latina varias economías han avanzado hacia la formalidad. Lylliam Huelva, economista principal en temas institucionales y sociales de Funides, citando un estudio del Banco Mundial, recuerda que en 2012 se aprobó en Ecuador una ley que introdujo beneficios para negocios familiares y las pequeñas empresas entre las cuales se destacaba un mejor acceso a crédito, educación y formación, además de beneficios fiscales.

En Perú se incorporaron facilidades tributarias para micro y pequeñas empresas, mediante rebajas de los impuestos a las ventas y al permitir a las pequeñas empresas el uso de la depreciación acelerada.

En Colombia se crearon en la década del 2000 los Centros de Atención Empresarial (CAE) con el objetivo de asegurar el registro de empresas en “un solo paso, un solo día, un solo lugar, con una única intervención, un único requisito previo y con un costo mínimo”, ejemplifica.

El hecho de que la mayor parte del empleo sea de bajísima productividad mantiene deprimida la productividad media y el ingreso per cápita del país”.  Adolfo Acevedo, economista.

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