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Alejandro Serrano Caldera

Tecnología y transformación social

Cotidianamente se observa el avance en la utilización de instrumentos tecnológicos y la sustitución de objetos tenidos hasta hoy como necesarios en el desarrollo de la vida individual y colectiva. Pero más delicado aún, se observa el desplazamiento del propio ser humano por los objetos tecnológicos, provocando así una profunda inversión entre el fin y los medios, tal como lo señalara Hegel a comienzos del siglo XIX ante las consecuencias derivadas de la revolución industrial.

Con no poca frecuencia se escuchan advertencias de la paulatina pero sistemática disminución de los libros y periódicos impresos, el bolígrafo, el papel para escribir y su sustitución por los libros y periódicos electrónicos y por otros medios tecnológicos, cuyo uso va convirtiéndose en la forma habitual de comunicación.

El mundo del internet, el correo electrónico, los teléfonos celulares, las tabletas, el smartphone, configuran día a día los mecanismos de información y de comunicación, los que en algunos casos han desplazado a las formas habituales a través de las cuales las personas se comunican.

Indudablemente la implementación de los medios tecnológicos representa un enorme avance que reafirma la continuidad de los cambios que se operan en la sociedad humana, pero también exige dar respuestas a algunas interrogantes que de su aplicación resultan.

Desde un enfoque del impacto social, más que desde un punto de vista puramente técnico, convendría presentar, en carácter de hipótesis y aproximaciones algunas consideraciones sobre las ventajas y los riesgos que la llamada revolución tecnológica plantea.

Entre las ventajas cabría señalar el carácter universal de la comunicación; el proceso de integración cibernética que a partir de ella se produce; la rapidez en obtener la información; la reducción de las barreras que establecen el tiempo y el espacio; y su aplicación en los aspectos económicos, sociales, políticos, culturales y educativos, para caracterizar algunas de sus determinantes influencias en campos específicos, sin obviar el hecho de que la afectación que produce atañe a la vida individual y social en general, y a las circunstancias en las que estas se desenvuelven.

Es por ello que, junto con la maravilla de los progresos tecnológicos, resulta necesario señalar los posibles riesgos y debatir en torno a las medidas adecuadas que permitan el mejor y mayor aprovechamiento de la tecnología dentro de los marcos de respeto y reafirmación a los derechos humanos, la ética y la identidad de los sujetos y el grupo social.

En este sentido, es muy posible que los riesgos se dirijan hacia la pérdida de la comunicación personal, sustituida por la intermediación permanente de los instrumentos tecnológicos; la sustitución del contexto social por el contexto cibernético, es decir la sustitución del ethos entendido como conjunto de valores y principios que caracterizan a una sociedad por una serie de referentes que no surgen del marco asociativo; la despersonalización del sujeto, y la disminución del ejercicio del razonamiento debido a la cada vez más envolvente digitalización.

No se trata de ninguna manera de negar los cambios y oponerse a ellos, pues esto además de inútil es absurdo e injustificable, ya que la historia de la humanidad es precisamente el proceso de cambios que la ha producido, sino de tener la capacidad para manejar esas transformaciones, de manera que pueda preservarse lo esencial que es la dignidad, la libertad y la identidad del ser humano, y de obtener a la vez los mejores resultados en la utilización de la tecnología.

La historia de la humanidad es la de sus cambios y transformaciones sobre los que han incidido las nuevas aplicaciones de la técnica. La producción agrícola del sistema feudal fue poco a poco desplazada por el sistema artesanal que en el siglo X produjo la revolución municipal y el desarrollo de las ciudades, los burgos, el que a su vez iba a ser modificado por el sistema corporativo con sus talleres de artes y oficios formados por maestros, oficiales y aprendices, los que trabajaban con las máquinas manuales cuya incorporación al sistema productivo en el siglo XV produjo grandes cambios en la sociedad.

Un señalamiento semejante podría hacerse con la aparición de la máquina a vapor, lo que provocaría la revolución industrial a mediados del siglo XVIII, la que junto con las revoluciones políticas que le antecedieron o le sucedieron, cambiarían el orden social europeo.

Por ello cabría preguntarse por los efectos que la revolución tecnológica podría tener en el futuro inmediato, más allá de los ya producidos hasta el momento, en el llamado mundo desarrollado, en el que coexisten la denominada sociedad tecnológica, con la sociedad moderna industrial, influida con los cambios profundos producidos por la tecnología; y cabría preguntarse también por los efectos que produciría en la sociedad premoderna que en buena parte se expresa en formas técnicas previas a la revolución industrial, pero con alguna presencia de formas propias de esta y aun con la presencia de ciertas manifestaciones de lo que podríamos llamar la sociedad tecnológica.

Uno de los rasgos de la revolución tecnológica es su orientación a la homogenización, y a la disolución de las identidades, pues viene construyendo una supranaturaleza, o entidad de tercer grado, sobrepuesta a la naturaleza originaria y a la historia particular de cada pueblo. Un tejido de relaciones microelectrónicas en el que tienden a disolverse las diferencias y las expresiones que confieren un rostro a las culturas, las sociedades y las personas.

“A través de su difusión mundial, dice Octavio Paz en Los signos en rotación y otros ensayos , la técnica se ha convertido en el agente más poderoso de entropía histórica. El carácter negativo de su acción puede condensarse en esta frase: uniforma sin unir. Aplana las diferencias entre las distintas culturas y estilos nacionales pero no extirpa las rivalidades y los odios entre los pueblos y los Estados”.

El desarrollo histórico de la técnica nos muestra una doble situación generada por ella: la satisfacción de necesidades y la solución de problemas, por una parte, y, como consecuencia de los instrumentos utilizados en su solución, el surgimiento de problemas y necesidades cualitativamente nuevos.

Una parte del proceso tecnológico seguirá aplicándose en la búsqueda de un mejor vivir para el ser humano. Su aplicación producirá los efectos que hemos analizado, es decir, que la incorporación de instrumentos técnicos específicos contribuirá a la solución de unos problemas, pero inevitablemente generará otros, aquellos propios de una sociedad cualitativamente diferente, resultado del desarrollo de la tecnología.

En un momento dado, con la tecnología se genera una nueva tendencia orientada no ya a satisfacer las necesidades del ser humano, sino a crearlas. Se rompe así la dialéctica interna y se impone desde el exterior su propia lógica.

Una reflexión semejante nos conduce, más que a pretender dar respuestas que resuelvan el problema, a plantear preguntas que contribuyan a la reflexión y al debate sobre el particular. Por lo menos, pienso, habría que preguntarse: ¿Qué tipo de sociedad va a prevalecer con la revolución tecnológica?

El intento de respuesta a esta pregunta exige la reflexión y el diálogo en la búsqueda de las situaciones que van planteándose en los diferentes momentos y circunstancias.  

El autor es jurista y filósofo nicaragüense

Columna del día Opinión revolución tecnología archivo
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