La sección Activos de LA PRENSA publicó ayer en su portada un reportaje sobre las invenciones que producen los nicaragüenses.
El trabajo fue titulado “Nicaragua inventa poco”. En realidad el titular se queda corto pues el panorama es decepcionante.
Según los datos oficiales, el Ministerio de Fomento Industria y Comercio registra entre 2006 y 2011 un promedio de 50 patentes, sin embargo, el 70 por ciento de las mismas pertenece a compañías extranjeras que patentan sus productos aquí para protegerlos. Eso nos deja con 15 patentes al año, pero hay que hilar más fino ya que el trabajo explica que la mayoría de estas son innovaciones o adaptaciones de maquinarias o de productos para que sean más efectivos aquí.
Nicaragua en un estudio dado a conocer este año ocupa el lugar 105 de 141 países, mostrando que ha subido cinco peldaños desde la última medición, pero estas mediciones pueden ser engañosas. En realidad el Consejo Nicaragüense de Ciencia y Tecnología (Conicyt) registra solo siete proyectos creados localmente, dice el reporte.
El Conicyt ha creado un plan de Ciencia, Tecnología e Innovación para tratar de remediar esta situación, pero para que haya un verdadero impacto no puede ser un plan aislado ni concentrado en el área universitaria. Cuando los jóvenes que tienen suerte, o dinero, alcanzan esa etapa el daño ya está hecho.
Para tener un país más innovador el enfoque hacia la educación debe ser integral. El periodista Andrés Oppenheimer, quien se ha dedicado a estudiar el desarrollo de los países, compara en su libro Basta de Historias el registro anual de patentes de Corea del Sur (7,500) con el de Brasil (100). De más está decir que Brasil le lleva años luz a Nicaragua.
“No es casual que Corea del Sur haya pasado de la pobreza a una sorprendente prosperidad en las últimas décadas. Los coreanos le han apostado a la educación y han elevado su nivel de vida a un ritmo vertiginoso”, dice Oppenheimer.
Y los números están ahí. En 1965 el PIB per cápita de Argentina era más de diez veces mayor al de Corea del Sur. Hoy ese pequeño país tiene un PIB per cápita que representa más del doble que el argentino.
No es que los coreanos del sur se volvieron más inteligentes o que los argentinos ahora son menos inteligentes. Simplemente en Corea del Sur desarrollaron una política y estrategia de nación enfocada en la educación. Pero se aseguraron que esa educación iba a ser buena desde pre primaria hasta las universidades. Y comenzaron a hacerlo cuando eran pobres, no es que esperaron a ser ricos para realizar esos cambios.
Además, animaron a sus jóvenes, a quienes venían preparando bien desde los primeros años, a tomar carreras que se concentran en ciencias e ingenierías.
En Nicaragua estamos lejos de eso. Según los datos del Conicyt. Aquí hay menos de dos ciudadanos titulados en Ciencias e Ingeniería por cada mil habitantes. Y una persona de cada cinco mil trabaja en esas áreas.
Pero para que una sociedad pase a ser altamente productiva no solo debe invertir más de su PIB en educación (en Nicaragua es solo el 3.1 por ciento) sino que lo deben invertir en las áreas que generen desarrollo y riqueza. Eso lo sabe todo mundo. ¿Por qué no se hace?
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