En años recientes se ha venido hablando de un fenómeno al que se le denomina “fuga de cerebros”, o en ingles como el “brain drain”. A pesar que la emigración de capital humano se da en todos los niveles educativos me voy a restringir de hablar únicamente de la educación de nivel terciario; es decir, personas con título universitario incluyendo los Másters y Ph.D. Encuentro muy oportuno para hablar de esto ya que es un tema toral que nosotros los nicaragüenses deberíamos de conocer.
Según datos obtenidos por la Unidad de Migración y Remesas del Banco Mundial, en el 2010 el número de emigrantes del país fue de 728,700 personas (12.5 por ciento de la población), y el número de inmigrantes fue de 40,100 (0.7 por ciento). Ya de por si, estas cifras nos alarman sobre el desbalance que hay entre la gente que se va y la gente que entra al país. Sin embargo, se vuelve más alarmante saber que del 12.5 por ciento de la población que emigra del país, 29.6 por ciento (es decir 215,695 personas o 3.7 por ciento de la población) poseen educación terciaria.
Y aunque el efecto migratorio se pueda medir hasta cierto punto cuantitativamente, es muy difícil hacer un estimado cualitativo. Sabemos que 3.7 por ciento de la población se va y que tienen una educación alta; no obstante, ¿como se pueden interpretar estos números? La pérdida de gente puede provocar un recorte en la oferta de personal especializado; así como también la perdida monetaria e intelectual. Pero yo siempre digo que uno tiene que ser optimista y ver cómo estas estadísticas se pueden poner a nuestro favor. Y aunque estemos perdiendo gente con educación, estamos ganando con las remesas —estimadas en US$$803 millones en el 2010— que dicha gente (junto a los de menor nivel educativo) envían a sus familiares a Nicaragua. En vez de estar en Nicaragua buscando trabajo o teniendo trabajos que no pagan lo que uno vale, alguien que se va, es muy probable que obtenga trabajos con salarios más competitivos y aporte a la familia con el envió de dinero. Sin embargo, las remesas son de doble filo ya que los receptores de remesas se confían con lo que reciben de sus parientes en el exterior mensualmente, lo cual podría llevar al abandono de búsqueda de trabajo y al conformismo.
De igual manera, se gana con la emigración en el sentido en que las persona que se van obtienen un valor agregado en términos de entrenamiento, capacitación, nuevos conocimientos, experiencia laboral y hasta en la apertura de nuevos contactos. Eventualmente, muchas de las personas que emigran del país regresan a Nicaragua con nuevos conocimientos y experiencias que son muy útiles aquí.
Es difícil de ver estas ganancias, ya que estas no suceden inmediatamente y generalmente no son tangibles como el dinero o creación de empleos, pero si uno se pone a pensar de manera macro se dará cuenta que la emigración es un fenómeno de ganar-ganar en el que no solo se beneficia el país que recibe gente, sino que también el país que las envía.
El autor es graduado en Ciencias Políticas
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