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Luis Sánchez Sancho

Niké, la diosa de la victoria

Luis Sánchez Sancho   

De Niké, o Nice,  la diosa de la Victoria de los antiguos griegos,  tomó su nombre la  empresa transnacional que fabrica y distribuye la ropa, calzado y otros artículos deportivos que llevan esa famosa marca. Pero no fue para rendir culto al  éxito  en los negocios que los griegos  de la antigüedad  crearon  la deidad llamada  Niké o Nice y la  consagraron  a  la victoria.   

 Según Hesíodo, el autor de la Teogonía o libro sobre el origen de los dioses,  Niké pertenecía  a la generación de los primeros dioses,  los que aparecieron después del Caos original.   
  
 Niké nació de la unión del titán Palante con la ninfa Estige, quien era a su vez hija  del Érebo y la Noche. Otros hijos de Palante y Estige, o sea  hermanos de Niké,  fueron Cratos (el poder), Zelo (la pasión por la posesión  y la emulación) y Bía (la fuerza y la violencia).   
 En la Gigantomaquia, o sea la  guerra de los gigantes contra los dioses del Olimpo, Niké se puso del lado de los olímpicos y gracias  a ella obtuvieron la victoria. Por eso Zeus la gratificó con un especial reconocimiento y  mandó a que fuera  consagrada  como la divinidad que preside la victoria decisiva  de los dioses y  los mortales.   

 No se conocen historias, aventuras o leyendas particulares en las que Niké haya tenido participación o fuese su protagonista, como ser divino que era. Al parecer  era una deidad  más bien alegórica, simbólica. En algunos lugares a Niké  se le asociaba e inclusive se le confundía con Atenea, la hija de Zeus   que representaba la sabiduría porque nació de la cabeza de su padre, pero también era una insigne guerrera. Precisamente en la guerra de Troya,  Atenea luchó al lado de  los griegos, los inspiró en las grandes batallas  y los condujo a la victoria en la más gloriosa y épica de todas las contiendas bélicas.  

 
 El culto a Niké fue llevado por los griegos a la península itálica y se convirtió en una de las más importantes diosas de Roma, con el nombre de Victoria. Tan importante era la diosa Victoria para los romanos, por su temple guerrero y su ímpetu de expansión y dominación imperial, que la colocaban al lado de Júpiter, el  dios supremo, y de Marte, el dios de la guerra que   los griegos  llamaban Ares.   
 En el comienzo de la antigua civilización, cultura y religión romana, a la diosa Victoria le rendían culto solo los ejércitos, los soldados, las personas que hacían la guerra y eran los más necesitados de vencer a los enemigos.  

 
 Después, los propios emperadores asumieron la responsabilidad del culto a la diosa Victoria, por todo lo que ella representaba, y le construyeron uno de los más importantes templos de Roma, en el  Palatino, la colina  sagrada  donde se encontraba la famosa cueva llamada Lupercal, porque había sido  la guarida de la loba Luperca que amamantó cuando eran niños a Rómulo y Remo, los legendarios fundadores de Roma.   
 Tanto los griegos como los romanos  imaginaban a Niké o Victoria como una hermosa  mujer  alada, pues pensaban que ella  corría  y volaba  a una velocidad increíble para llevar el triunfo a los contendientes,  cuando así lo quería,  o para alejarlo cuando también así lo determinaba.   
 No tengo información acerca de  si Niké o Victoria   tuvieron hijos. Sé que en la mitología hay una ninfa llamada Nicea,  que según una leyenda dio su nombre a la famosa ciudad del Asia Menor, ahora Turquía,  donde la Iglesia cristiana celebró dos de los  concilios más importantes de su historia, en los años 325 y 787. Pero la ninfa Nicea no tenía nada que ver con Niké o Nice, la diosa griega de la Victoria.

Columna del día Opinión
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