Tomado de La Nación
El último informe del Estado de la Región, que analizó el trienio 2008-2011, alertó que Centroamérica era una de las zonas más violentas del mundo. Excluyendo las regiones en guerra, el Istmo solo era superado por África del Sur.
En poco tiempo, los números se han movido. Según Evelyn Villarreal, coordinadora de ese programa de investigación, los últimos datos revelan que la violencia en Centroamérica ya supera la existente en el sur de África.
“Solo las naciones en guerra son más peligrosas. De los cuatro países más violentos del mundo, tres son centroamericanos: Honduras, Guatemala y El Salvador”, detalla la investigadora.
¿Por qué es Centroamérica una región tan insegura?
Cuando se habla de inseguridad en Centroamérica hay que hacer matices importantes, sobre todo por las diferencias entre el Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras) y el Triángulo Sur (Nicaragua, Costa Rica y Panamá).
“Los países del norte son mucho más violentos, lo cual no quiere decir que la situación en el sur sea buena. Los tres países del sur tienen más de 10 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo cual es considerado por la Organización Mundial de Salud como epidemia de salud pública”.
¿Cuáles causas se han logrado identificar?
Una de las que más hemos explorado es la presencia estatal. Cuando no la hay, alguien se encarga de llenar el vacío. Nosotros hicimos una aproximación a los lugares donde no hay carreteras, pues se supone que donde hay carreteras hay presencia estatal. Descubrimos que las zonas sin carreteras son las más violentas.
“En esas regiones hay líderes que incluso realizan planes de política social: le pagan médicos a la gente, los funerales de la comunidad, les dan una vivienda.
“En esos lugares, la población no solo es pobre socioeconómicamente, sino también legalmente, ya que cuentan con menos defensorías públicas y jueces. Es decir, la gente que menos puede pagar abogados recibe menos ayuda”.
¿Están preparadas las instituciones de la región para enfrentar el problema?
No solo se trata de que haya instituciones, sino que estas tengan capacidad de ejecutar proyectos y para ello ocupan recursos económicos y humanos. Las instituciones del Istmo son muy débiles en ese sentido. La carga tributaria de cuatro países en Centroamérica es de menos de $300 por persona al año, mientras que el promedio latinoamericano –que tampoco es el mejor– es de $1.200.
¿Cuánto influye la posición geográfica del Istmo?
Influye mucho pues estamos localizados entre el mayor productor de drogas del mundo, que es Sudamérica, y el mayor consumidor, Norteamérica. Además, conforme México y Colombia sigan aumentando la lucha contra el narcotráfico, este se irá trasladando a Centroamérica. La guerra entre carteles y la demanda y oferta de droga son factores que están fuera de las manos de cualquier gobierno.
Si el foco del narcotráfico, en vez de extinguirse, se está desplazando, ¿no está siendo errónea la política de combate?
Yo pienso que sí. Desde que Estados Unidos en la década del 70 le declaró la guerra a las drogas, la aproximación era ya equivocada. No era una guerra; en realidad era un problema de salud pública y conflictos internacionales que se podían solucionar por medios diplomáticos. Si fuera una guerra ya la habríamos perdido porque llevamos 20 años gastando millones de millones y la oferta y la demanda siguen como si nada. Lo malo es que ya no se puede retroceder en la militarización de este combate.
¿Trabajan los gobiernos del Istmo con suficiente coordinación?
Ha hecho falta más cooperación. Si usted, por ejemplo, tiene un problema con la justicia aquí, los otros países en Centroamérica no tienen esa información y usted puede desplazarse tranquilo. Si no se comparte la información de inteligencia, no se pueden detectar redes de delincuencia.
¿Deben países fuera del Istmo apoyar la lucha contra el narco?
Los países que compran droga deben reconocer que tienen una corresponsabilidad. No es justo que nosotros nos echemos encima una lucha tan cara y compleja porque ellos son los que generan la demanda. Por ejemplo, ¿cuántos capos norteamericanos han sido apresados? Ninguno. Los capos caen en México y en Centroamérica, pero no puede ser que no haya contrapartes estadounidenses, y ellos no están haciendo ese trabajo.
Los datos del Estado de la Región plantean que no es tanto la pobreza lo que incide en los índices de violencia, sino la desigualdad social. ¿Será acaso que hay una clase de resentimiento que acaba en violencia?
Habría que hacer más investigación para establecer los ligámenes. Lo que sí está comprobado es que, cuando aumenta la desigualdad, aumentan las tasas de delincuencia. Es vital desmitificar que todos los pobres son delincuentes; por ejemplo, Nicaragua es el país más pobre de Centroamérica y es el más seguro.
“También hemos podido correlacionar las cifras en cada país. Cuando suben, por ejemplo, las tasas de homicidio en Honduras, aumentan automáticamente en Costa Rica, a pesar de que no tienen fronteras comunes. No hemos podido demostrar por qué, pero es posible que responda a las rutas marítimas”.
¿Podría el alto grado de inseguridad causar desestabilidad política a corto plazo?
Los dos países más cercanos a eso son Guatemala y Honduras. En el índice de Foreing Policy ya aparecen como países en vías a convertirse en estados fallidos. Tienen todos los elementos para que se produzca una desestabilización del orden político.
¿Cómo analiza que Otto Pérez, un exmilitar, haya llegado al poder a Guatemala?
Uno no quisiera volver a líderes autoritarios, que además están cuestionados por su participación durante las guerras. Sin embargo, cuando uno habla con la gente, se percata de que el sentimiento de inseguridad es tan extremo que están dispuestos a darle poder a una persona que les ofrece una mejoría. Ese es un país con una violencia muy cruda: hay masacres, decapitaciones…
Dentro de la lucha contra el narcotráfico, ¿cuán factible ve la legalización de algunas drogas?
Por las condiciones de exclusión social que tenemos, no me parece la mejor solución. Nuestros estados son muy débiles como para administrar esa decisión.