ESTADO-PARTIDO-NEGOCIOS
Si en los años ochenta el gran pecado fue la confusión Estado-partido, en estos años el peor cáncer de la administración de gobierno en Nicaragua es ese revoltijo entre los negocios de la Familia y el Estado. No se sabe dónde termina el Estado y dónde comienzan los negocios de la Familia porque se ha establecido una zona oscura, nebulosa, en la que “todo se vale” supuestamente en función de un modelo de sociedad que nadie sabe cuál es, pero que está haciendo ricos a unos cuantos a ritmo de vértigo.
OPERACIÓN PETRÓLEO
Veamos la operación petróleo. Según el acuerdo con Venezuela, el 50 por ciento del petróleo que viene se paga en 90 días, y el restante 50 por ciento a 25 años con dos años de gracia y 2 por ciento de interés anual. El dinero que quede del “restante” se distribuiría mitad para las empresas Alba y mitad para la asistencia social. Primera trampa: el dinero no se integró al presupuesto de la República. Segunda trampa: el dinero que se gasta en “asistencia social” de repente, y sin que se explique por qué, hay que pagárselo luego a empresas de la Familia. Tercera trampa: sin que se haya establecido ninguna cuota para la Familia, esta se ha hecho de un pedazo grande del pastel: canales de televisión, empresas informáticas, distribuidora de combustible, etc.
DOBLE PROBLEMA
Alguien podría decir, con mucha ingenuidad, al final, es el dinero de los venezolanos. Que reclamen ellos si alguien por acá se los roba. Hay dos problemas, sin embargo: uno, que originalmente ese dinero venía destinado al Estado de Nicaragua, y dos, es tremendamente perjudicial para el país manejar los negocios y el Estado con la misma mano. Por eso las leyes lo prohíben. Y en los niveles que los está manejando Ortega, solo Somoza se le puede comparar.
CASO GLENCORE
Si no veamos lo que pasó con Glencore. Este es un consorcio de origen suizo a quien Arnoldo Alemán le había adjudicado un contrato de arriendo de las instalaciones de Petronic para la distribución del combustible en Nicaragua. El arriendo olía a podrido y hasta se le dio algo de razón a Daniel Ortega cuando, con su investidura de jefe de Gobierno, anunció que recuperarían esos bienes para el Estado de Nicaragua. Y lo hicieron. Con malas mañas. Pero ahora resulta, según reveló una investigación de LA PRENSA, que no es el Estado, como se dijo, el que está administrando esos bienes y quedándose con las millonarias ganancias, sino la Familia. La podredumbre se acentuó.
ESTADO DEPREDADOR
El asunto es que ya no sabemos cuándo el Estado hace operaciones de Estado o cuándo está haciéndole favores a la Familia. ¿Qué garantías hay que el terreno que tan desesperadamente está peleando la Procuraduría General de la República y la Alcaldía de Managua ahora mismo, frente a Galerías Santo Domingo, no es para luego entregárselo a la familia Ortega o similares como ocurrió con Glencore? O como sucedió con aquella finca de León, Monte Carmelo, donde la misma Procuraduría intervino solo para saquearle 25 mil metros cúbicos de basalto y piedrín, el material que necesitaba Albanisa para construir la carretera que va a la refinería que ellos construyen.
CHARANGA
Vistas así las cosas, es fácil entender por qué les importa un pepino que se vaya la cooperación internacional que condiciona su flujo al cumplimiento de ciertas normas democráticas, normas que son justamente la base de la República. Es que si hay democracia se pueden quedar sin gobierno, y sin gobierno no hay negocio. Y cuando hablan de “ayuda sin condiciones” lo que de verdad quieren decir es una a la que le puedan meter las manos como lo hacen con la venezolana.
¿SIN AMBICIONES?
Y da risa cuando ciudadanos como el diputado José Figueroa se les oye decir que lo que se quiere en Nicaragua es “ayuda sin condiciones”, como si la cooperación venezolana fuese desinteresada. Porque si fuera así, como es que en plena campaña electoral doña Rosario Murillo y algunos voceros venezolanos dijeron que si Daniel Ortega no ganaba no había ayuda venezolana. Si eso no es condición, ¿qué es?
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