Por Inés izquierdo
Cuando llegué a Nicaragua uno de los alimentos que más extrañé fueron los boniatos, tanto cocidos, fritos o en aquel dulce delicioso llamado boniatillo.
En los mercados nunca vi este tubérculo y solo al cabo del tiempo los conseguí en el supermercado La Colonia, donde aparecían con el rótulo de camote.
La historia del boniato, también conocido como camote, batata o batata dulce es muy interesante. Es una raíz comestible, en forma de tubérculo, rica en fécula y fibra con un exquisito sabor medio dulzón, una planta herbácea de origen latinoamericano cultivada en varios países de la región, desde la época precolombina, llegó a Europa en el siglo XVI y se expandió por el mundo.
En Perú, por ejemplo, hay vestigios de hace unos 8,000 años en Ayacucho. Hay representaciones en la cerámica precolombina y raíces tuberosas en tumbas.
Sobre su nombre podemos decir que boniato viene de una voz caribeña, mientras que camote llega del náhuatl camohtl, y batata tiene origen taíno. En el Oriente de Venezuela se llama chaco.
El boniato es un alimento eficaz en la lucha contra la desnutrición, está entre los tres principales cultivos tuberosos a nivel mundial y es un alimento importante para países en vías de desarrollo.
Según la FAO, China es el principal productor, le siguen Uganda, Nigeria e Indonesia. La comen en Puerto Rico, Dominicana, Cuba.
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