La “revolución” que Daniel Ortega hace en Nicaragua está, en realidad, cambiando la situación de este país, de tal manera que pronto a nadie le va a importar violar las leyes; y habrá jóvenes “especializados” en hacer propaganda política en los colegios, aunque decadentes en conocimientos útiles para el progreso.
Mientras las escuelas públicas estaban cargadas de discursos, afiches y murales de la campaña electoral del partido Frente Sandinista (FSLN), en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) sólo el 6 por ciento de los jóvenes, que este año optaron por iniciar una carrera, lograba aprobar el examen de admisión.
La participación de la juventud en la política es importante, si lo hacen con respeto a las leyes, porque si deseamos que las elecciones sean de verdad una fiesta cívica los ciudadanos deberían concurrir con más responsabilidad y ética desde los 16 años de edad.
Sin embargo, la “revolución” de Ortega estimula lo contrario. Instruye a los estudiantes en cómo violar las leyes, haciendo campaña electoral en los centros educativos y asimismo les inculca que hacer proselitismo para el FSLN es más importante que estudiar.
Y como dice Ortega, todo va cambiando en el país, sólo que en el sentido contrario al del progreso. Los poderes del Estado están cada vez menos dispuestos a proteger al ciudadano, en tanto reducen su función al cumplimiento estricto de las órdenes del Presidente que, también de manera ilegal, busca este año la reelección.
Por eso el Consejo Supremo Electoral (CSE) calla ante el abuso de convertir a las escuelas en cuarteles de propaganda y el fiscal designado para vigilar que en este proceso electoral todo se haga con apego a la ley, dice sin ningún rubor que no ve anomalías en que los afiches de Ortega colmen los pasillos de las escuelas públicas.
La Policía impidió que un grupo de ciudadanos protestara frente a las oficinas del CSE en la ciudad de Rivas, con una manta en que pedían “observación electoral”. Sin embargo, permitió que en Managua grupos de estudiantes se plantaran en las intersecciones de algunas calles para pegar en los carros propaganda del FSLN.
Falta más de un mes para conocer quiénes serán los candidatos presidenciales, registrados por el CSE, pero los activistas del FSLN ya andan de casa en casa en los barrios, no sólo promoviendo a Ortega, sino preguntando cuánta gente vive allí, quiénes votarán y por quién y en qué junta lo harán.
Por lo que he escuchado, de las visitas de los orteguistas la gente deduce la posibilidad de un “premio”, quizás alguna bolsa con alimentos, o un “castigo”, que sería cuando menos el acoso a ese hogar por algunas fuerzas de choque.
La sola visita de activistas del FSLN a una familia, para preguntar cuál es su intención para los comicios del próximo 6 de noviembre, implica una amenaza tácita por los antecedentes de este partido, que suele tomar represalias contra sus oponentes. Eso provoca miedo y algunas personas prefieren dejar de opinar y criticar para evitarse problemas.
Ortega, violentando la ley e intimidando a la gente, está cambiando el rumbo de este país: Lo hace girar para que retroceda.
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