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El socialismo de Chávez

El socialismo del siglo XXI que promueve el venezolano Hugo Chávez tiene sus raíces profundamente enterradas en el pasado. Toma elementos de marxismo-leninismo, trostkismo, cristianismo, liberalismo y nacionalismo creyendo que de la amalgama de todos estos “ismos” surgirá un socialismo “nuevo” que terminará con lo que él llama “vicios propios del capitalismo”, a saber: individualismo, egoísmo, odio, privilegios, corrupción, injusticia y se establecerá en lugar de ellos, sus contrarios, es decir, virtudes como la solidaridad, el amor, la igualdad, la justicia, la honestidad, la transparencia y bajo este sistema ideal, el pueblo ejercerá directamente el poder por medio de la democracia participativa. El dictador venezolano considera —y así lo ha hecho saber al pueblo— que para construir su socialismo del siglo XXI necesita de cinco motores: (1) Una Ley Habilitante que ya fue aprobada por el Poder Legislativo y que le permite legislar durante 18 meses sobre 10 áreas de carácter estratégico entre las cuales destacan economía, finanzas, actividad social, cultura, seguridad y defensa por medio de decretos con rango y fuerza de ley. El presidente venezolano tiene facultades absolutas para legislar en estas áreas; no tiene que consultar con nadie sus decisiones, lo cual es realmente atemorizante porque como un ser humano común y corriente que es, está sujeto a cometer errores que afectar a toda una nación. ¿Cómo es posible que la suerte de los venezolanos penda del juicio de un solo individuo?

Chávez cree que el socialismo del siglo XXI pasa absoluta y necesariamente por la autocracia, por la dictadura —en este caso no del proletariado sino de él mismo—. Este señor actúa bajo la lógica de que si nadie se opone a sus ideas y decisiones, entonces el paraíso terrenal que pretende construir surgirá sin dilaciones. Todavía más atemorizante es que en Venezuela haya gente pensante que se crea este cuento de fantasía. (2) El segundo motor que demanda Chávez para su “nuevo” socialismo es una reforma constitucional que le permita la creación del marco legal que favorezca el establecimiento del sistema político-económico que desea implantar. O sea que quiere que su dictadura sea legal. (3) Al tercer motor para la construcción de su socialismo lo llama “Moral y Luces” (una frase de Simón Bolívar) y se refiere a una campaña de “reeducación” en todos los niveles sociales, pero especialmente, en el sistema educativo, una vieja práctica de los sistemas totalitarios del siglo XX que manipulando la educación fomentaron la ideología del régimen. Los nicaragüenses sabemos perfectamente a qué se refiere Hugo Chávez, pues recordamos cuando nuestros niños aprendían a sumar contando caricaturas de fusiles AK. (4) El cuarto motor del socialismo chavista es la Nueva Geometría del Poder, una redistribución geopolítica del país, para “distribuir los poderes político, económico, social y militar sobre el espacio nacional”. Chávez pretende reorganizar el territorio venezolano, sus ciudades y provincias en función de su proyecto socialista. (5) El quinto y último motor del socialismo del siglo XXI es la Explosión del Poder Comunal, un tipo de apoteosis en la forma de una democracia directa en la que “el pueblo” decide directamente su destino.

Por el momento, sin embargo, lo que se ve en Venezuela es un gobierno abusivo de los derechos de sus ciudadanos, que por un lado se beneficia del sistema capitalista y, por otro, despotrica contra él en los foros nacionales e internacionales; que con sus políticas económicas crea pobreza y a la vez habla de combatirla; que proclama libertades pero ataca ferozmente a los medios de información independientes; que se refiere a conceptos como el amor y la tolerancia y al mismo tiempo humilla públicamente a periodistas internacionales que le preguntan de lo que no quiere oír y ofende a presidentes extranjeros que lo contradicen o critican su forma de gobernar. Lo que vemos, en suma, es el gobierno de un megalómano , que va de un extremo a otro, que padece de una incontinencia verbal y que no sabe leer la historia la cual enseña —como dice Jürgen Baden— que “el mundo no se ha vuelto distinto, nunca se volverá distinto, mientras se espere en una renovación política de sus sustancia”.

Así es. “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Editorial
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