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Justicia y deshonra

El encarcelamiento domiciliar del general Augusto Pinochet, a quien se le sigue un proceso criminal por 97 asesinatos y 18 secuestros de presos políticos chilenos, hechos que ocurrieron en octubre de 1973, es en realidad un castigo piadoso puesto que el anciano ex dictador sigue disfrutando las comodidades de su hogar.

Sin embargo, el sólo hecho de que el general Pinochet sea enjuiciado y sometido a encarcelamiento domiciliar por orden de una autoridad judicial chilena, tiene una inmensa significación política y moral pues simboliza de alguna manera el triunfo de la justicia y es una advertencia de que los crímenes políticos de lesa humanidad, como el secuestro, las torturas y los asesinatos, no deben quedar impunes por ninguna razón ni circunstancia.

Para una importante porción de la sociedad chilena y de la opinión pública latinoamericana y mundial, el general Augusto Pinochet es un héroe digno de grandes homenajes. En consecuencia, consideran que el proceso criminal que se le está siguiendo al ex dictador militar de Chile es una inaudita humillación y un ultraje intolerable. En realidad, el régimen de Pinochet (1973-1990) rescató a Chile del caos económico, social y político en que lo había sumido el gobierno socialista de Salvador Allende, implantó el orden institucional, restableció las libertades económicas, impulsó el crecimiento de la economía nacional, aseguró plenas garantías para los inversores extranjeros y facilitó la creación de una de las economías más libres y prósperas de América Latina.

Pero el precio que Pinochet hizo pagar a Chile por esos logros económicos y materiales fue terrible, desde los puntos de vista político, moral y humanitario, pues impuso un régimen de terror similar al de los nazis, encarceló, torturó y asesinó a muchísimas personas.

La verdad es que para consolidarse en el poder el general Pinochet no tenía necesidad de torturar ni asesinar a nadie. Así lo demuestra el hecho de que el juicio que se le está siguiendo no es por los muertos que cayeron en combate contra la dictadura militar, como los combatientes de la organización comunista armada Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). A Pinochet ni siquiera se le acusa por la muerte del Presidente Salvador Allende, quien perdió la vida luchando arma en mano contra los militares golpistas.

Por lo que se acusa y juzga a Pinochet es por las torturas y asesinatos horrendos de indefensos prisioneros, mujeres y hombres, civiles y desarmados. Esos crímenes no tenían ninguna explicación y mucho menos justificación. Los cometieron simplemente por el afán perverso de torturar y de matar. Inclusive, no fueron los deudos de las víctimas quienes documentaron en el juicio las acusaciones contra Pinochet, sino uno de sus más cercanos colaboradores durante el período de la sangrienta represión, el general Joaquín Lagos Osorio, quien en 1973 era el jefe de la región militar de Antofagasta. Fue este general quien reveló que por órdenes directas de Pinochet en octubre de 1973 asesinaron a 79 militantes izquierdistas que habían sido encarcelados inmediatamente después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Según el testimonio del general Lagos, a aquellos infelices prisioneros los sometieron a brutales torturas, mutilaron sus cuerpos estando con vida y los asesinaron atrozmente por medio de fusilamiento y cuchilladas.

Pero el castigo que la justicia chilena le está imponiendo al general Augusto Pinochet, repetimos, es más moral que material. El proceso debe transitar por un camino prolongado y tortuoso, lleno de engorrosos trámites judiciales y es posible que el anciano ex dictador muera antes de que concluya. Y si aguanta hasta el final y la justicia chilena lo condena a una larga pena de prisión, de todas maneras Pinochet no la cumpliría porque su avanzada edad obliga a considerarlo como un valetudinario.

A pesar de todo, el solo hecho de que al general Augusto Pinochet se le esté enjuiciando criminalmente simboliza un triunfo de la justicia humana y representa un severo castigo moral para el otrora arrogante y ahora humillado ex dictador chileno. Seguramente Pinochet morirá en la cama de su hogar, pero condenado y deshonrado.  

Editorial
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