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Por qué escribo

Jorge [email protected]

Estoy de aniversario, pero no de cumpleaños. Nuestro Creador me dio la gracia de nacer un primero de enero en una zona linda y apacible del territorio nacional como es aquella donde se asienta la ciudad de Puerto Cabezas en la Costa Atlántica de nuestra querida Nicaragua. Así es que quien en realidad está de cumpleaños es la publicación de mis artículos de opinión en este prestigioso diario. Hace un año, en una semana como esta, empecé a escribir ininterrumpidamente un artículo semanal que aparece los días lunes en este mismo lugar. Este artículo es el número 53. ¡Cómo pasa el tiempo!

Y cuando pienso en lo que significa para mí escribir artículos de opinión, no podría estar más de acuerdo con el célebre escritor y columnista inglés, Paul Johnson —autor de excelentes libros como Los Intelectuales, Tiempos Modernos, y La Historia del Cristianismo, entre otros— cuando dice que “escribir una columna regular sobre cualquier tema que se nos ocurra es uno de los grandes privilegios de la vida.”

Y vaya que sí es un privilegio poder escribir artículos de opinión en forma regular. Pero es también una gran responsabilidad, porque, después de todo, lo que uno escribe crea opinión, o al menos, eso es lo que quisiéramos creer quienes nos dedicamos de lleno a ese menester, como dice el chispeante y casi siempre acertado columnista cubano, Carlos Alberto Montaner.

Uno por lo general escribe para comentar sobre algún acontecimiento que se ha convertido en noticia y que incide en nuestra vida nacional. Los articulistas analizamos e interpretamos la significación de las causas o consecuencias de tal acontecimiento y expresamos el criterio que nos hemos formado sobre el mismo. La gente que vive ocupada en sus actividades cotidianas tiene muy poco tiempo para meditar detenidamente sobre los hechos acontecidos. Nos corresponde entonces a nosotros los articulistas fijarnos la obligación de pensar sobre esos hechos y de tratar de poner en blanco y negro nuestro parecer para ayudar a los lectores a formarse un juicio apropiado.

Yo siento un gran placer cuando algunas personas me escriben aprobatoriamente por correo electrónico, o cuando me encuentro con alguien por la calle y me dice que le agradan mis escritos porque están conformes con su manera de pensar o porque les ayudan a entender lo que está sucediendo. Pero debo también decir que me da mucho gusto recibir críticas sobre los mismos, ya que sólo así tengo la oportunidad de corregir algún concepto equivocado cuando el lector me convence de mi error, o de ampliar y clarificar algún punto de vista en un escrito posterior.

Disfruto asimismo escribiendo mis artículos semanales porque los considero la expresión máxima de la libertad de pensamiento. En ellos puedo expresar con plena libertad mi parecer íntimo sobre una idea, hecho o persona pública. A veces mi opinión es contraria al parecer generalmente aceptado, pero mi obligación consiste siempre en expresar mi punto de vista tal a como yo lo percibo, si con eso siento que estoy haciendo un aporte a un debate que tiene que ver con el bienestar de Nicaragua.

Escribir opiniones que hagan algún sentido lo obliga a uno a estudiar mucho, a vivir informado, a detenerse a pensar. Entre mis recuerdos guardo con mucho cariño una tarjetita de resoluciones que escribí en 1977. En ella me hacía el propósito de irme el año siguiente a los Estados Unidos a continuar mis estudios de postgrado en Economía. En esa tarjeta escribí: “Quiero estudiar y me iré a estudiar. Con ello… seré de mayor utilidad para mi país y podré servirle más y mejor”. Mis deseos de continuar con mis estudios se cumplieron eventualmente, aunque no exactamente en el tiempo planeado. Ahora quisiera creer que con mis artículos estoy sirviéndole más y mejor a Nicaragua, pero eso es algo que sólo usted lo puede decidir, apreciado lector.

Por mi parte, le agradezco a todas las personas que se toman la molestia de leer mis opiniones, ya sea que estén de acuerdo con ellas o no. Agradezco también al Diario La Prensa su gentileza de publicármelas. Me comprometo a continuar tratando de aplicar el sabio consejo de Paul Johnson que dice: “Usemos la columna para criticar a los notables, enderezar entuertos, atacar gobiernos y humillar a los arrogantes. Pero de vez en cuando señalemos que vivimos en un mundo infinitamente bello donde abundan la gente fascinante, los hechos alentadores y las risas, y que Dios está en su cielo”. Así sea.

El autor es miembro del Consejo Editorial del Diario LA PRENSA, y catedrático de la Universidad Thomas More.  

Editorial
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