Franklin Gavarrete
La reciente victoria sandinista en la elección del alcalde de Managua dejó en las fuerzas democráticas de Nicaragua el amargo sabor de una derrota que pudo evitarse si dichas fuerzas estuvieran unidas. La elección de Lewites confirmó además, que el sandinismo siempre permanece unido a la hora de votar y que el 35% en el tiquete presidencial que le concedió el pacto libero-sandinista, le es fácilmente remontable.
Si no queremos que la derrota municipal se repita el año que viene en las elecciones de presidente, es imperativo e impostergable que todos los partidos democráticos lleguen a un acuerdo o nuevo pacto, en una alianza para obtener una victoria sobre los sandinistas, porque ninguno de los partidos actuales es capaz solito de derrotar al sandinismo. Con base a los porcentajes obtenidos en la elección pasada, la alianza tiene que contar con la participación del PLC, para que la suma de los votos sea superior a los del FSLN. Además, hay poco tiempo para organizar una tercera fuerza, vencer los obstáculos de la actual ley electoral y es conveniente aprovechar las organizaciones políticas nacionales existentes.
Esta unión no es fácil de lograr a menos que los liberales ayuden a enmendar el daño que se infligió a las diferentes agrupaciones políticas que fueron perjudicadas por los cambios constitucionales e institucionales del pacto, lo cual prácticamente significaría su ruptura y la formación de una nueva alianza.
Para lograr una nueva alianza se necesitarán concesiones de todas las partes y disimular o perdonar las ofensas como gajes del oficio del político. Los aspirantes a candidatos que no resulten escogidos deberán tragarse sus egos, pensando únicamente en la conveniencia política de la victoria y en lo triste que sería otra derrota total.
Juntas las fuerzas democráticas tienen suficiente respaldo para hacer cambios en la Asamblea y los liberales todavía tienen el control de las Instituciones donde se pueden hacer los ajustes convenientes para habilitar la nueva alianza.
El liberalismo rectifique su rumbo a una nueva transparencia y a una nueva eficiencia administrativa que borre la mala impresión de los últimos cuatro años, que fue en gran parte causante de la derrota, para poder darle credibilidad al nuevo pacto y recobrar la confianza del electorado. Las obras son buenas y nadie las refuta. Sin embargo, no basta con sólo hacer obras, sino que debe haber transparencia y rectitud en todas las actuaciones del gobierno, así como un clima de conciliación democrática, especialmente con los periodistas.
Si no se logra este nuevo pacto, nos exponemos a que regrese la horrible experiencia de la época sandinista, cuando los logros fueron sacrificio y escasez para el pueblo y piñata y privilegios para los grandotes y allegados. Hay que convencer a la gente del peligro de respaldar el populismo y de lo dañino que resulta tomar y repartir los bienes del pueblo y de los particulares. Esto nos puede llevar de nuevo a la pérdida de valor del córdoba y la inflación galopante, a los fracasos del Estado empresario, a la pobreza, al desempleo, al Estado Policía y hacia tantos otros desastres sandinistas.
Todavía hay tiempo este último año de administración liberal para crear un clima de conciliación, dar una buena imagen al gobierno, limpiar la cara de cualquier desaguisado y probar a los socios del nuevo pacto y a la ciudadanía, que realmente se trabaja por resolver los problemas del pueblo y por lograr su bienestar y que vale la pena continuar un nuevo rumbo de progreso para todos, en un ambiente de tranquilidad, honradez, trabajo y libertad.
* El autor es Ingeniero Civil.