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La cantante de música sacra y ferviente católica originaria de Niquinohomo, Olesia Muñoz, tiene 17 días de haber iniciado una nueva vida en Estados Unidos, adonde llegó el pasado 5 de diciembre, tras pasar 17 meses en una cárcel de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, quienes la excarcelaron para inmediatamente desterrarla a Guatemala junto a otros 134 prisioneros políticos, a inicios de septiembre de este año 2024.
No ha tenido chance de recorrer las calles de la nueva ciudad en la que vive, debido a las “grandes calenturas” y a “una tos horrible” que la han atacado desde que llegó a suelo norteamericano.
“Ni en la cárcel me enfermé”, comentó este jueves 19 de diciembre, cuando medio se le aclaró la voz.
Muñoz fue secuestrada de la casa de su hermana por el régimen Ortega Murillo el Jueves Santo de 2023, un 6 de abril, cuando bajo engaño uniformados la llevaron a “una entrevista” a la delegación policial de Niquinohomo, en Masaya.
“Me estaba bañando para almorzar y alistarme e irme a una misa, a cantar el triduo pascual, cuando los policías llegaron como a eso de la 1:00 de la tarde. Solo me dijeron que iba a una entrevista en la Policía. Me salí del baño en toalla y ellos llevaban chachas (esposas) por si me resistía, pero no me resistí. Yo sé que voy secuestrada, les dije”, recuerda Muñoz ahora en conversación vía WhatsApp con la Revista DOMINGO.
No era la primera vez que Muñoz era víctima de la dictadura, pues, en el contexto de las protestas de 2018, ya había estado presa 11 meses en las mazmorras de los Ortega Murillo, entre julio de ese año y junio de 2019, cuando fue liberada a través de una amnistía.

“Que te apresen injustamente es indignante. En esta segunda vez no sentí miedo, sentí indignación. Me vuelven a meter presa con mentiras. Yo me decía: si yo no estoy haciendo nada malo, yo más bien ando buscando cómo ganarme la vida trabajando y tranquilamente me vienen a sacar de mi casa y lo peor, en la presencia de los niños (sobrinos), donde uno estaba tranquilo y en un Jueves Santo, día sagrado”, comenta Muñoz.
A pesar de haber sido dos veces prisionera política de los Ortega Murillo, y de ahora estar desterrada y desnacionalizada, Muñoz asegura que lo de ella no es la política, sino lo espiritual.
“Mi vida es más espiritual, seguir los pasos de Jesús. Y el verdadero cristiano es el que sufre el martirio, como lo hemos visto en el ejemplo de los santos. Después de que me secuestraron esta segunda vez, me dediqué a orar. Yo no soy una mujer que me considere política, no. En su momento (2018) yo alcé mi voz por la crisis (de derechos humanos), no porque quiera adoptar una línea política, porque quizá no es mi línea, mi línea es más que todo espiritual, ni siquiera de religiosidad, porque la religiosidad cualquiera la puede tener, aparentar una santidad que tal vez no tenés”, afirma.
Muñoz afirma que no guarda odio contra quienes propiciaron su segundo secuestro, ni contra los carceleros del régimen, porque está consciente de que estos últimos también están secuestrados por los Ortega Murillo, de quienes dice que “pueden matar el cuerpo (de sus víctimas), pero no el alma”.
“Sácanos de aquí, no importa dónde nos lleves”
Los dos encarcelamientos que sufrió Muñoz a manos de los Ortega Murillo fueron terribles, afirma, y en ambos se sostuvo “sumergida en Dios”, añade.
“Ningún encarcelamiento por muy sano que sea es bueno. Estar privado de libertad bajo cuatro paredes, sin ver a la familia. Para mí los dos fueron iguales de terribles, pero ahí el único que te sostiene es Dios”, asevera.
Este último encarcelamiento, que al final supo fue por haber comentado la publicación en redes sociales de un obispo, le sirvió para “redimir mi vida”, indica. “Quizás no había logrado superar parte del pasado y logré sumergirme más en Dios. Confié en Él y sigo confiando en Él”, explica.
Lo que sí admite Muñoz es que en esta segunda ocasión en la cárcel sintió más pesado el paso del tiempo, porque fueron más meses, pero también porque veía el sufrimiento de otras mujeres que estaban con ella y lloraban por sus hijos, por lo que se dedicó a darles ánimo.
“Yo le decía: Señor sácanos de aquí, no importa dónde nos lleves”, recuerda.

A la vez, Muñoz analizaba el hecho de que, siendo Dios “todopoderoso”, no le evitó ese sufrimiento, máxime que fue encarcelada en un momento en que “le andaba sirviendo”.
“Tenemos que ser personas de fe, saber que hay un Dios que tiene el dominio sobre el mundo. Dios sabe lo que permite, por qué lo permite y hasta dónde lo permite. Algo que me consoló fue pensar que Dios tenía el poder para evitar lo que me había pasado, pero si lo permitió fue porque tiene su propósito con cada ser humano. Luego, yo siempre decía en la cárcel: este martirio que estoy viviendo Señor te lo ofrezco por mi conversión, por la conversión de mi familia, por la conversión de Nicaragua, por la libertad de Nicaragua”, relató Muñoz.
Todas esas reflexiones le ayudaron a la cantante de música sacra para contrarrestar las entrevistas de los policías del régimen, quienes pretendían que ella les ayudara a encarcelar a otras personas. “Aquí voy a morir, este no es el final. Mátenme o hagan lo que quieran, pero por mí no va a caer otro hermano preso, por decir cosas que no son, voy a morir en la verdad y no les tengo miedo”, les decía.
“Preparada” para el destierro
El miércoles 4 de septiembre pasado, cerca de las 7:00 de la noche, llegaron los carceleros a sacar a Olesia Muñoz y a otras prisioneras políticas de las celdas de la Cárcel de Mujeres La Esperanza, para llevarlas a la de varones, La Modelo de Tipitapa.
Muñoz no sintió alguna emoción fuerte, pero sí vio a sus compañeras llorar. “Cuando uno está preparado”, comenta para explicar la frialdad con que tomó el hecho.
“En ese momento yo solo dije: Bueno, Señor, nosotros te pedimos que nos sacaras, bienvenido sea todo esto. Porque nada es eterno en la vida, todo pasa. (Los Ortega Murillo) podrán hacer miles de barbaridades, contra la Iglesia católica, pero la Palabra va a prevalecer porque el poder lo tiene Dios, no los hombres”, cuenta la excarcelada política.
De la celda, solo se llevó un cepillo y una pasta dental y, al llegar a La Modelo, funcionarios estadounidenses les informaron que serían llevadas a Guatemala junto a los prisioneros varones.
“Hoy me voy de Nicaragua, pero voy a regresar. Le pido a Dios larga vida para regresar a Nicaragua”, se dijo, con la seguridad de que pronto el país “será bendecido con nuevos gobernantes, hombres y mujeres de buena voluntad” y no personas que “se creen dioses”.

Al llegar a Guatemala, agradeció estar en libertad. No se pudo inclinar mucho porque le duele el cuerpo debido a la neuropatía diabética que sufre, pero lo intentó. Además, sintió el calor de la gente que les recibió entre lágrimas y abrazos.
“Sentí que nos miraban tal vez con pesar, pero muy buenos, muy educados los guatemaltecos. En Guatemala se hacen buenas amistades. Yo me acomodé, a pesar del clima muy frío”, comentó Muñoz, mencionando un agradecimiento también al presidente Bernardo Arévalo, así como al Gobierno de Estados Unidos.
Lo único que lamenta es que en Nicaragua todavía hay presos políticos. “Oro por todos nuestros hermanos, que el Señor los esté fortaleciendo al igual que lo hizo con nosotros”, señala.
Soldado del “ejército de oración”
Desde que llegó a Guatemala, y al igual que lo hicieron la mayoría de los 135 desterrados, Olesia Muñoz inició un proceso para llegar legalmente a Estados Unidos que culminó el pasado 5 de diciembre, cuando viajó a ese país norteamericano.
Siempre pensando en que Dios le guía, Muñoz se pone a pensar que los últimos grandes acontecimientos en su vida han ocurrido en jueves, un día importante para ella y el catolicismo, por ser el del Santísimo.

“Es un misterio. Un jueves 6 de abril fue el secuestro. Un jueves 5 de septiembre llegué a Guatemala y un jueves 5 de diciembre a Estados Unidos. Me parece a mí que es parte del plan de Dios para conmigo”, comenta.
Por ahora, Muñoz todavía no tiene permiso laboral ni seguro social, pero asegura que eso es parte de un proceso y confía en que pronto tendrá un empleo. Solo piensa en seguir recuperándose y en ser parte del “ejército de oración” para que pronto Nicaragua “sea libre”.