El domingo 28 de julio de 2024 a la medianoche el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) dio a conocer un resultado de los comicios presidenciales que en las cuentas de la oposición no cuadraba.
Los números del ente electoral daban como ganador al actual mandatario, Nicolás Maduro.
No había pasado una hora del anuncio y la líder opositora, María Corina Machado, dijo que tenía no solo un resultado distinto que reflejaba la victoria de Edmundo González Urrutia, sino que, además, contaba con las pruebas para demostrarlo.
La oposición venezolana acudió a estas elecciones presidenciales, a pesar de jugar en una cancha desfavorable, porque tenía una pequeña garantía: 90.000 testigos en 30.000 mesas electorales alrededor de todo el país.
Esos testigos, con toda la tensión concentrada sobre las mesas y bajo la custodia de militares y simpatizantes del gobierno, tenían la tarea de observar los comicios y, todavía más difícil, salvaguardar las actas que cada mesa emitía con los resultados.
Machado dijo el domingo que tenía el 40% de las actas oficiales de escrutinio y que, con eso, como el margen era tan grande, podía asegurar que González Urrutia le había ganado a Maduro.
Este miércoles, la oposición ya tiene en su poder —y están publicadas— el 80% de las actas, luego de que sus testigos las fueron entregado y que algunos miembros del Plan República, la operación militar que controla el proceso, las filtraron.
Desde un principio, el mundo ha podido ver, verificar y contrastar las actas de la oposición, que en realidad eran las actas del CNE.
La página web donde publicaron los comprobantes se ha caído varias veces. Algunos denuncian ataques cibernéticos. Pero luego aparece otro link y la página vuelve al aire: las actas siguen ahí.
Mientras tanto, el CNE está por responder a la petición de decenas de países, entre ellos los mediadores Brasil y Colombia, para que también publiquen las actas originales.
Muchos vaticinan que se podría terminar en una puja de versiones, una “guerra de actas”, ante el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el chavismo.
Maduro, quien alega que la coalición opositora impulsa un “golpe de Estado” en su contra, acudió este miércoles a dicho foro judicial para “aclarar” lo sucedido el domingo.
Y si alguien sabía que eso podía pasar, era la oposición venezolana.
“Montaron un sistema de totalización paralelo usando las actas oficiales”, dice Miriam Kornblith, una experta electoral venezolana que fue vicepresidenta del CNE en los años 90.
“Y eso no es algo que pasó fortuito —añade—, sino que es el resultado de un proceso de años en los que la oposición desarrolló un conocimiento profundo, técnico, sofisticado del sistema”.
La respuesta de la oposición al anuncio del CNE, entonces, no fue improvisada.
Y tal vez sirve de metáfora para entender la evolución política y técnica de una heterogénea coalición que ha sufrido quiebres y golpes, muchos de ellos relacionados al abstencionismo electoral.
Pero parece haber aprendido la lección.
“El mejor sistema del mundo”
Cuando algunos venezolanos aseguran tener “el mejor sistema electoral del mundo” no lo hacen del todo en vano.
En los años 90, en medio de la emergencia de un movimiento político alternativo liderado por Hugo Chávez, el sistema manual era cuestionado.
Se aprobó entonces una ley en 1997 que impulsó la automatización de la votación.
Chávez fue elegido en 1999 con un sistema que ya usaba lectores ópticos para identificar a los votantes y computadoras para registrar los votos.
Luego, en 2004, el chavismo introdujo la pantalla táctil y captadores de huellas.
En estos 25 años de gobierno chavista los venezolanos han acudido a las urnas 30 veces y, según Kornblith, “aunque se han cometido fraudes institucionales de cara a la elección, hasta ahora nunca se había podido probar un fraude electrónico, técnico, en unas presidenciales”.
Y eso es por una razón simple: intervenir el sistema automatizado de totalización es prácticamente imposible.
Esta es la primera vez que unas presidenciales venezolanas son cuestionadas en materia de totalización. Pero hay un antecedente, recuerda Kornblith: las elecciones a gobernación en los estados de Barinas y Bolívar en 2017 generaron una polémica similar sobre las actas.
Y entonces algunos políticos antichavistas —entre ellos los dos que dicen haber ganado en Barinas y Bolívar hace 7 años— tomaron nota.
Venezolanos por el mundo codificando
Aunque en la oposición se ha debatido mucho sobre la pertinencia de participar en elecciones que favorecen al partido de gobierno, esta vez hubo consenso en que la vía electoral era crucial para buscar la transición.
Machado misma, que antes era una de las mayores exponentes de la teoría del fraude electrónico apoyado por Cuba, en los últimos años, al contrario, trajo su conocimiento del sistema a la estrategia y se ha engranado en una estructura que tiene años consolidándose.
“La forma como se han publicado las actas, una por una, todas verificables, es un esfuerzo conjunto de programadores, testigos, expertos, que mezcla la labor del CNE y la labor de la oposición y que es resultado de un aprendizaje que tiene una década”, dice Eugenio Martínez, un reconocido experto electoral venezolano.
La oposición parece haber clonado las bases de datos del registro electoral con todas las cédulas de los habilitados para votar (casi 22 millones de personas).
Además, crearon una aplicación para subir las actas, así como un servidor seguro para resguardarlas y, más importante, poderlas verificar en línea con el número de cédula de cualquier venezolano.
Hay ingenieros de sistemas por todo el mundo —hay venezolanos por todo el mundo— organizando las bases de datos, robusteciendo el sistema, codificando números y letras.
Martínez añade: “Siempre se dijo que el sistema automatizado no era el problema sino que la gente que estaba a su alrededor era el problema, porque si se intentaba manipular, iba a ser muy evidente; y bueno, eso es lo que vimos esta vez”.
Si cuando el CNE anunció sus resultados el domingo hubo un aire de decepción que es familiar para los opositores, cuando Machado salió a decir que habían ganado y tenía la prueba renació la esperanza.
Y eso, dice Martínez, tiene que ver con la labor de estos testigos que salen de las bases militantes de los partidos y son apoyados, según ha detallado Machado, por hasta 600.000 ciudadanos que vigilan su integridad.
“Es un organigrama de despliegue humano que tiene una década y por eso estaban tan preparados”, explica Martínez.
En las protestas de estos días la queja de la oposición no es necesariamente por las inhabilitaciones, los cierres de carreteras en campaña o el uso de medios y recursos públicos en favor del oficialismo: protestan, en realidad, porque tienen las actas de sus votos en la mano, con el código QR que permite verificarlas.
Son las pruebas, dicen, de la derrota de Nicolás Maduro.