La reciente orden ejecutiva del presidente Joe Biden que intenta frenar drásticamente la entrada de inmigrantes por la frontera con México ha caído como un balde de agua fría sobre los que aspiran a un futuro mejor al norte del río Bravo, huyendo de la pobreza, la violencia y la desesperanza.
Biden firmó el decreto limitando la cantidad de solicitudes de asilo y ordenando el cierre de la frontera si durante una semana se supera la cifra de 2,500 cruces diarios de migrantes sin autorización para entrar en Estados Unidos. La medida contempla ciertas excepciones, como el caso de menores no acompañados que cruzan la frontera, víctimas de tráfico humano y personas que hayan obtenido una cita para solicitar asilo a través de la aplicación CBP One, de la agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Pero los inmigrantes que no cumplan con esos requisitos serán devueltos inmediatamente a México o a su país de procedencia.
El presidente mexicano saliente, Andrés Manuel López Obrador, ha iniciado conversaciones con Biden para que los inmigrantes no sean enviados directamente a México, y también para prestar más atención a las causas estructurales de la migración en América Latina y el Caribe.
La orden de Biden ha tenido reacciones disímiles. Para la mayoría de los republicanos, no es suficiente para paliar lo que consideran que es una “crisis” en la frontera. La campaña electoral del expresidente Donald Trump —recientemente declarado culpable de 34 cargos en relación con un pago para ocultar una relación extramatrimonial con la actriz porno Stormy Daniels— emitió un comunicado expresando que la medida es una “amnistía, no una seguridad fronteriza”. Entretanto, integrantes del Partido Demócrata, la agrupación política de Biden, consideran que la orden ejecutiva socava el derecho universal a solicitar asilo y es contraria a los valores estadounidenses.
Ahora bien, la mayoría de los estadounidenses quiere un mayor control en la frontera con México. Y Trump, decidido a volver a la Casa Blanca a toda costa pese a sus problemas legales, usa la inmigración como un caballo de batalla, culpando al gobierno actual de un supuesto caos en la frontera.
Sin duda, la decisión de Biden está vinculada a su afán por ganar votos a pocos meses de la elección presidencial. En ese sentido, la orden ejecutiva que limita la inmigración tiene el propósito de apaciguar al numeroso sector de la población que se opone a la entrada de inmigrantes. Solo que, de todas formas, ese sector antiinmigrante no va a votar por Biden, sino por Trump, el paladín de los que se oponen a la inmigración.
Es una situación similar a lo que ocurre con la decisión de Biden de lograr un alto el fuego en el
enclave palestino de Gaza, presionando recientemente al Gobierno de Israel para llegar a un acuerdo con la organización palestina Hamás. El “apoyo blindado” de Biden a la ofensiva israelí en Gaza, tras el ataque de Hamás el pasado 7 de octubre, le ha restado muchos votos entre los progresistas y especialmente entre los jóvenes, que han organizado protestas multitudinarias en las universidades exigiendo el fin de la matanza en Gaza. Ahora Biden trata de recuperar el respaldo de ese sector progresista, también muy numeroso, que es decisivo para alcanzar la victoria en las elecciones presidenciales.
Pero quizá ya sea muy tarde para Biden en ambos frentes, el de la inmigración por la frontera con México y el del conflicto en Gaza. De ser así, los intentos del presidente por mejorar sus probabilidades de triunfo electoral quedarán como un esfuerzo estéril de cara a los comicios del próximo noviembre. Dos decisiones tardías que habrán resultado totalmente inútiles para su empeño electoral. [FIRMAS PRESS]
El autor es un escritor y periodista radicado en Miami. Su novela más reciente es La espada macedonia, publicada por Mundiediciones. En 2023 publicó un libro sobre la pandemia del covid-19, titulado Una plaga del siglo XXI, a la venta en Amazon. https://www.amazon.com/author/alende.novelas