Por décadas la rutina de Dennis Martínez fue siempre la misma: entrenar en temporada muerta para estar en las mejores condiciones en la temporada regular. No importaba que fuera Ligas Menores o Grandes Ligas, su compromiso era el mismo. Ahora a sus 70 años ya no tiene que preocuparse por sus rivales en el cajón de bateo, no tiene que lidiar con mecánica de pitcheo o planificar estrategias para batir al adversario desde el montículo. Al llegar al séptimo piso, el “Presidente” se preocupa por su otro line up: la salud de sus hijos, la educación de sus nietos y hasta de la planificación de viajes familiares para compartir tiempo de calidad.
¿Cómo es llegar a los 70 años?
Me siento agradecido con Dios. Mi vida ha tenido dos etapas, una cuando joven experimentaba muchas cosas, viendo la vida sin ningún miedo, sintiéndome invencible y hasta muchas veces sin pensar mucho en mi futuro. Luego vino la etapa del renacimiento y se convirtió en la consolidación de mi madurez, viendo las cosas desde otra perspectiva. Y en esta segunda etapa te empiezas a dar cuenta que debes prepararte y preocuparte por el futuro.
¿Qué le preocupaba a usted?
Mi preocupación era enfocarme en mi salud, en mantenerme bien en todos los aspectos: físico, mental y espiritual, y gracias a Dios me ha mantenido en forma. Me siento con mucha energía y con mucha fortaleza. Todavía me siento útil a pesar de mi edad.
¿Cuándo empezó a cuidarse de verdad?
En mi recuperación del alcoholismo. Es que o te hundes o cambias tu vida y con la ayuda de Dios me transformó. Me aferré a su ejemplo y aprendí a ser mejor ser humano. Cuando me retiré miré a muchos excompañeros que habían tenido problemas para sobrellevar su retiro porque significaba un cambio drástico en sus vidas, así que me dije que me preocuparía aún más en esa área para que no me pasara eso. Pero debo admitir que en mis primeros cinco años de retirado había días en que me sentía deprimido y no quería levantarme de la cama. Así que empecé con mi rutina de correr y hacer mis ejercicios todos los días y de ahí me llevó hasta donde estoy ahora.
¿Cómo son sus consultas con los doctores?
Me revisan todo y me dicen que debo cuidarme con el colesterol, el azúcar y la sal. Debo evitar ciertas cosas y si algo me ayudó mucho fue haber dejado el alcohol, me ha dado más tiempo de vida. Los doctores me dicen que estoy bien, pero debo confesar que entre más viejo me pongo, más miedo me da ir al doctor, es como si pensáramos que nos dirá una mala noticia.
¿Si hace una retrospectiva de su vida cuales serían sus mayores orgullos?
Lo primero es mi fe. Mi fe ha madurado demasiado y mi relación con Dios se ha fortalecido. Dios nunca me ha fallado. También me llena de orgullo tener 51 años de casado con mi esposa y ese amor que nos teníamos de joven no ha cambiado, sino que se ha hecho cada vez más intenso. Asimismo, me emociona haber sido el primer nicaragüense en las Grandes Ligas y haber abierto las puertas para mi país en un nivel exigente y, en la actualidad, me llena de mucha satisfacción levantar mi voz y sentir que estoy en el lado correcto de la historia. Tengo muchos defectos, pero hay algunas frases de mi papá que siempre las recuerdo: “gánate la vida honradamente; haz lo que tengas que hacer siempre y cuando no dañes a los demás; no te metas con malas compañías y si te metés a problemas es porque vos querés hacerlo y no porque otro te lo ordene”.
¿Qué le ha dolido más de Nicaragua?
Me duele ver cómo hemos llegado hasta aquí por decisiones incorrectas del mismo nicaragüense, porque en su momento se pudieron hacer cosas mejores y perdimos esa oportunidad. La indiferencia ha llevado al caos a Nicaragua, muchas personas solo veían sus propios intereses, hicieron pactos, se aliaron con las personas incorrectas y mientras estaban bien los demás no importaban. No recuerdo en mi niñez ver tanta migración, que la gente tenga que abandonar el país me causa dolor, significa que ya no podés vivir en tu propia casa. Y tampoco entiendo cómo dejamos que una familia o un grupo se adueñara de todo el país y sobre todo con una ideología fallida como es el socialismo que solo produce pobreza en su ejecución.
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¿Cómo ve la situación de Nicaragua, parece estancada?
Siempre tengo la esperanza que nada es eterno en este mundo. La muerte nadie la puede evitar y nadie va a sobrevivir a ella. Aquí todos pasamos y a todos nos llega el momento. Yo si creo que Nicaragua va a cambiar. Tengo esperanzas que los nicaragüenses sepan discernir y no aferrarnos por caprichos y egos, sino reconocer lo que está mal y corregirlo.
¿Usted tiene la esperanza que Daniel y Rosario recapaciten?
A Daniel lo vi en algunas ocasiones, a Rosario muy pocas, no sé si soy capaz de hacer una valoración. Pido perdón si me equivoco, pero creo que Daniel tiene más humanidad que Rosario. Siento que hay mucho rencor a su alrededor y da la sensación de carecer de compasión. Ambos se han equivocado y ojalá que reflexionen y Dios los ilumine.
Me comentó que se sintió muy identificado con el padre Benito Martínez y las palabras que brindó en Washington…
Totalmente. Agradezco ese gran gesto del padre al recibir el premio en honor a monseñor Rolando Álvarez. Me hubiera gustado ver a Álvarez, pero su representante estuvo a la altura, digno de admiración.