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Libro «Destinos heredados»: la segunda acusación

En esta entrega, Pedro Joaquín Chamorro Barrios relata como el régimen pasa de una acusación a otra con la intención de inculparlo, y la llegada a su celda de un personaje "muy alto, flaquísimo, pelo largo y barba crecida"

Capítulo 5

Los interrogatorios durante los primeros dos meses de prisión giraron alrededor de mis artículos, mis charlas o declaraciones públicas, todo con el objetivo de incriminarme para poder ajustar la acusación formal a los “delitos” contemplados en la orwelliana Ley 1055, como “traición a la patria” o “menoscabo a la soberanía nacional”, bajo cuyo ámbito me habían detenido y el juez había concedido a la Fiscalía la solicitud de los 90 días de cárcel para sustentar y formalizar la acusación formal.

En uno de los primeros interrogatorios me preguntaron por la fecha y el propósito de mi último viaje fuera de Nicaragua, yo sin titubeos les respondí del 2 al 29 de abril de 2021 a visitar a mis hijos Valentina, Mariandrea y Pedro Joaquín que viven en Estados Unidos; la primera en Phoenix, Arizona; la segunda en Maryland, cerca de Washington y Pedro Joaquín en Stamford Connecticut. Entonces vino la pregunta: “¿Y por casualidad cuando usted estuvo en Maryland (cerca de Washington) no se dio una vueltecita por el Departamento de Estado o el Congreso?”

Yo le respondí con una genuina carcajada y le dije: “Usted cree que una vez al año que tengo la oportunidad de jugar con mis nietos, voy a echar a perder el tiempo preciado de familia yendo a una oficina del Departamento de Estado. La última vez que fui a Washington como turista fue hace 3 años y le pedí entonces a mi hija Mariandrea que me llevara a conocer el Museo del Espacio y Aeronáutica y luego al museo de la prensa porque siempre me ha fascinado la historia de la aviación, el espacio y la prensa”.

Como no lograron concretar nada bajo el ámbito de la Ley 1055 por la cual estaba detenido, de pronto las “entrevistas” se enfocaron en la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH) de la cual yo era director, pero no tenía funciones ni poder alguno de decisión. Querían demostrar que yo había recibido fondos de la Fundación de forma ilegal.

Yo siempre mantuve que en sus 23 años de existencia, jamás había recibido fondos ni beneficios de la FVBCH. Así las cosas, una vez me preguntaron si yo recibía “cheques” de Cristiana, mi hermana. Al preguntar de qué estaban hablando, me dijeron que el conductor de Cristiana, Pedro Vásquez, preso también en el Chipote, había declarado que él me depositaba cheques en mi cuenta cada mes.

Entonces caí en la cuenta que me querían acusar por los cheques personales que me depositaba Cristiana en mi cuenta del Farallón de Sotavento. Los propietarios de dicho condominio familiar éramos los 4 hermanos y mi madre Violeta Barrios de Chamorro, y yo lo administraba desde hacía 10 años. Los cheques correspondían a su cuota mensual que también Claudia Lucía, Carlos Fernando y yo aportábamos puntualmente y por partes iguales para los gastos de mantenimiento, seguridad 24/7, personal de servicio, electricidad, teléfono y agua potable, de lo que era el área propiedad en común del condominio. 

Era una cuenta corriente del Banco de América Central (BAC) que yo había abierto hacía más de 10 años, específicamente destinada a los gastos del condominio familiar en la cual Cristiana jamás depositó y pagó su cuota con un cheque de la FVBCH. Pero el caso estaba armado y fue así que me acusaron por “apropiación indebida” de fondos y de “gestión abusiva”, que según lograron contabilizar durante 3 o 4 años investigados, el monto sumaba 550,000 córdobas, equivalente entonces a unos 15,300 dólares.

Cuando aún estaba compartiendo la celda 10 con Arturo y José Adán, la madrugada del 24 de agosto del 2021 me levantaron y me llevaron secretamente por segunda vez a los juzgados de Managua en un microbús desde el Chipote junto a los otros 4 procesados de la Fundación: mi hermana Cristiana, a quien trajeron en una patrulla policial desde su casa donde estaba bajo arresto domiciliario; los funcionarios Marcos Fletes, Walter Gómez y el conductor de Cristiana, Pedro Vásquez, quienes estaban presos en el Chipote.

Por ningún lado aparecieron o hicieron acto de presencia en los juzgados de Managua nuestros abogados defensores, de quienes hasta entonces, ignoraba su existencia.

Acusado formalmente, me regresaron al Chipote, pero ya no a la celda 10 que compartía entonces con Arturo y José Adán, sino que me pasaron a la 11, que ocupaba en solitario José (Chepe) Pallais, pero a quien previamente habían trasladado a la 10. Fue muy frustrante no tener a nadie a quien contarle lo que me había ocurrido y entré en un ciclo depresivo dando vueltas alrededor de la celda.

Por la noche fue mucho peor: como yo ponía los anteojos debajo de la cama cerca del borde, accidentalmente les puse el pie y el marco quedó completamente doblado, además lo único que tenía, una toalla, me fue requerida por un custodio, supuestamente para entregarme una limpia que me había enviado mi esposa, pero no lo hizo hasta la mañana siguiente.

Un oficial al que apodábamos “el barbero” porque tenía la destreza de cortarnos el pelo, abrió la ventanilla y me preguntó cómo estaba, entonces le conté lo de los anteojos y le dije que por favor llamaran a mi esposa para que me trajera al día siguiente unos anteojos de repuesto que tenía en la casa. Él me dijo que le mostrara los anteojos dañados, luego me dijo que iba a ver qué podía hacer para arreglarlos; al cabo de un rato regresó con los anteojos reparados, un gesto humanitario que le agradecí inmensamente.

Por la noche, sin cobija ni almohada o tan siquiera la toalla, no podía dormir tiritando de frío por un chiflón que se producía porque dejaban encendidos los abanicos de la zona donde preparaban la comida y entregas de líquidos, que estaba contigua a mi celda separada por una pared y una ventana larga llena de barrotes por donde entraba el aire.

De pronto se abrió la ventanilla y apareció el mismo oficial… y al preguntarme cómo estaba, le respondí que mal, “muy mal, estoy tiritando de frío por la ráfaga de aire que viene desde la ventana que daba al área común y no puedo dormir”. Le pedí entonces que si por favor los podía apagar. Cerró la ventanilla se marchó y de inmediato los apagó, quedando agradecido por ese nuevo gesto humanitario.

Así fue que pasé la primera de 3 noches en reclusión solitaria y por el día durante las “entrevistas” le solicitaba al investigador de turno que me trajera compañía. Fue así que unos 3 días después, debe haber sido el 27 de agosto, se abrió la puerta de la celda y entró un personaje casi irreconocible para mí: era muy alto, flaquísimo, pelo largo y barba crecida,  él sería mi compañero de celda por más de 7 meses: era Víctor Hugo Tinoco. Casi irreconocible con aquella barba, que se asemejaba —como le diría después— a un Cristo de pueblo.

Quizás quienes lo pusieron en mi destino seguro pensaron que como Víctor Hugo provenía del sandinismo en los 80 y luego del disidente Movimiento Renovador Sandinista (MRS), para mí —un opositor de toda la vida— sería un trago amargo tener que convivir en prisión con una persona de una ideología de izquierda, cuando yo me identificaba con el liberalismo de centro-derecha y era miembro fundador del Partido Ciudadanos por la Libertad.

La verdad es que Víctor y yo nunca tuvimos discusiones ideológicas, y en efecto, de ningún tipo. Llegué a pensar y no pude escribir entonces, sin papel ni lápiz en qué apuntar, que en prisión se funden las ideologías y es donde nacen, crecen o se fortalecen las grandes amistades. Dicho de otra manera, la prisión es un catalizador de los mejores sentimientos del ser humano: solidaridad, hermandad y cristianismo.

En prisión pensé mucho en mi padre, lo que él sufrió durante las 4 veces que lo encarcelaron en su vida, y lo que más le había dolido no fueron las torturas físicas, a las que fue sometido algunas veces, sino la acusación de “traición a la patria” cuando fue capturado durante la fracasada rebelión aerotransportada de Olama y Mollejones.

Por supuestos “delitos”, infinitamente menores que levantarse en armas contra una dictadura dinástica, actualmente son encarcelados y condenados por “traición a la patria” cientos de opositores a una dictadura totalitaria, con pretensiones dinásticas. 

Como lo dijo en una frase lapidaria en una entrevista a La Prensa en septiembre de 2021 la hermana de mi padre, mi tía-madrina Ana María Chamorro de Holmann, con la sabiduría de sus 96 años: “Es que ahora resulta que ellos son la Patria”. De lo que se desprende que cualquiera que esté frontalmente en contra de ellos, puede ser declarado y condenado por “traición a la patria”.

Nunca en la historia de Nicaragua ha habido tantos desterrados y “traidores a la patria” como durante este oscuro capítulo de nuestra accidentada historia patria, en el que dos personas se han arrogado el derecho omnímodo de ser la mismísima patria.

Próxima entrega: Capítulo 6. Cuatro días con Hugo Torres

Entrega anterior: Sobreviviendo en El Chipote

La Prensa Domingo

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