“A mí no me interesaba Nicaragua, pero a partir de la lucha, sí”, dice Sandra Salinas, de 75 años. Se refiere al inicio de la crisis sociopolítica en el país cuya represión por la dictadura orteguista dejó a más de 300 nicaragüenses asesinados. Ahora, Salinas es conocida como la “madre vandálica” y ayuda a nicaragüenses que han migrado a Estados Unidos y otros países por diferentes razones y tienen dificultades económicas.
“Empezó el dolor de todos. (Me decían) no tengo para comer madre, que estoy durmiendo en el suelo, que estoy durmiendo en la calle, que tengo frío”, eran parte de los clamores que recibía.
En aquel momento, Salinas cuenta que, se dedicaba a vender comida y con las ganancias pudo enviar una donación a un nicaragüense que estaba durmiendo en las calles de Costa Rica, también pudo apoyar a don Alex Vanegas, conocido como el maratonista, y quien es su amigo desde 1979.
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Salinas además participó en las protestas que se realizaron en Estados Unidos. Una en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) y otra en el consulado de Nicaragua en Miami.
La “madre vandálica” confiesa que esta labor la rejuveneció y se ha sentido más feliz, pues antes de 2018 permanecía mucho tiempo sola en su casa. “Me siento joven, me siento realizada, porque donde quiera (que vaya), me toman en cuenta y con solo el hecho de llegar a un lugar y me dicen ‘madre vandálica, te queremos’, eso me llena de satisfacción”, agrega.

Se considera una mujer fuerte, alegre y entregada a la causa de ayudar al prójimo. Eso, dice en entrevista con el diario LA PRENSA, es su filosofía de vida. “Ese es el verdadero evangelio para mí, amar a Dios sobre todas las cosas y a amar a mi prójimo como a mí mismo”, asegura.
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Con sus ahorros y venta de comida nicaragüense, Salinas ha logrado albergar en su casa a varios nicaragüenses en Miami, y también enviar dinero a quienes han migrado a países como México, Costa Rica y Guatemala. Además, ha apoyado a pobladores de la Costa Caribe, Matagalpa, Jinotega y Estelí.
“Yo fui muy pobre, cuando mis niños estaban chiquitos pasé hambre, entonces yo no puedo ver dolor en mi prójimo”, cuenta Salinas, quien además prepara una donación económica para entregarla cada 25 de diciembre, a través de sus familiares, y garantizarles la cena navideña a varias familias.
Migró hace 26 años
Originaria de León, tiene 26 años de vivir en Miami. Migró a Estados Unidos en dos ocasiones: La primera fue un exilio, intentando salvar a sus hijos del Servicio Militar que instauró el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en los años 80 y por la persecución que vivió su familia por tener un pariente “somocista”.
Con el triunfo de doña Violeta Barrios de Chamorro, Salinas decidió regresar a Nicaragua en 1991 para continuar con su oficio de comerciante, viajar a Panamá y ser importadora y exportadora de diversos productos. Sin embargo, una enfermedad que aquejó a uno de sus tres hijos la obligó nuevamente a migrar en 1997 y buscar atención médica en Estados Unidos.
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“Llegué sin nada a este país y una amiga mía me regaló una porrita y comencé a hacer sopas, nacatamales. Otra amiga mía, me daba prendas a vender, en ese tiempo el gramo (de oro) estaba barato, estaba a 7 (dólares), me lo daba a diez y lo daba a 15”, relata Salinas, quien heredó de su mamá la pasión por la cocina.

El vínculo de Salinas con Nicaragua se hizo cada vez más fuerte. Además de preparar comida nicaragüense se viste de azul y blanco, con los trajes típicos de su país y en su casa ha hecho una especie de mural con elementos de Nicaragua y fotografías. “Nairobi Olivas, Yubrank Suazo, Lester Alemán, han venido a mi casa, y todos han compartido conmigo”, cuenta. Y por claro, no puede faltar en ese rinconcito una bandera azul y blanco, una bandera que según cuenta anduvo en las protestas en Nicaragua.