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Dios nos libre de esos odios

Antes de iniciar este escrito, quiero agradecer a todos aquellos que se interesaron por mi persona por el arresto de que fui objeto el pasado diecinueve de octubre. Fueron seis días difíciles, pero gracias a Dios se aclararon todos los nublados alrededor de la acusación en mi contra. Dicho esto, paso a exponer el porqué le pido al Creador que nos aleje de esos odios, me refiero a los odios entre los israelitas y palestinos agrupados en esa secta conocida como Hamás.

He tenido acceso a fotos y videos de lo ocurrido el pasado siete de octubre, fecha en que un numeroso grupo de miembros de Hamás se introdujeron en territorio israelí y masacraron a pobladores indefensos, mutilaron mujeres, ancianos y niños, llevándose con ellos más de doscientos rehenes de los que a la fecha no se sabe nada. Ese acto dio como resultado la ofensiva lanzada por el gobierno de Israel, ofensiva que, según lo dicho por su primer ministro, solo cesará cuando el último miembro de Hamás haya desaparecido. Lo hecho por los miembros de Hamás en su incursión a Israel y las declaraciones de su primer ministro Benjamín Netanyahu, dejan más que claro que el gobierno israelí no se detendrá ante nada hasta que consideren vengada la sangre derramada por sus ciudadanos.

Personalmente soy pro-Israel, pero no dejo de entender la preocupación de las organizaciones y jefes de Estado que abogan por un alto al fuego, alto que solo será posible cuando los rehenes en su totalidad sean liberados y el gobierno de Israel considere que los Hamás no volverán a cometer un magnicidio como el del pasado siete de octubre. Aunque no podemos dejar de tener en cuenta, que en lo que está ocurriendo en la guerra de Israel contra Hamás, hay más de un aprovechado que trata de pescar en río revuelto, lo que hace aún más difícil un pronto cese de hostilidades.

Ahora, ¿por qué le pido a Dios que nos libre de esos odios. Porque, aunque nuestra sociedad se encuentra fragmentada y hay más de un cabeza caliente, también es cierto que somos muchos más los que abogamos por enterrar de una vez por todas nuestras diferencias ideológicas y que juntos comencemos a montar las bases de una sociedad en la que nuestros hijos y nietos merecen vivir. Sé que son palabras que hasta podrían parecer ilusas para algunos, pero si no lo intentamos nosotros, estaremos condenando a nuestros hijos a más de lo mismo que hemos vivido nosotros.

No existe una fórmula mágica para lograrlo, pero si los sudafricanos, los alemanes, los norteamericanos y los españoles entre otros, pudieron, por qué no nosotros. Se me ocurre que, si pudiésemos mezclar un poco de buena voluntad con otro poco de nicaraguanismo y dársela a tomar a nuestros políticos, podríamos ver resultados a corto plazo.

No quiero finalizar este artículo sin antes cumplir una promesa. Cuando me anunciaron que quedaba en libertad, una joven oficial me dijo, doctor espero que diga la verdad de cómo fue tratado aquí. Le respondí que lo haría y la verdad es que fui tratado con respeto a mi persona y a mi dignidad como humano. Aunque, aun así, fue una experiencia que espero no volver a vivir.

 El autor es analista político y directivo nacional de las Fuerzas de Veteranos de Guerra de la Resistencia Nicaragüense.

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