“Todos los días le pido a Dios encontrar un patrocinador”, dice Ervin Miranda, de 45 años. “A quién no le he dicho, dos amigos de años me dijeron que no podían, me siento frustrado, triste, pero no me quiero dar por vencido. Me dijeron que ya habían pedido gente y que tenían un límite de personas para pedir”, asegura Miranda.
Está desesperado. Gana 10,000 córdobas al mes trabajando en el área de mantenimiento en un colegio de Managua. Con su salario —cuenta— viven él, su esposa y sus dos hijos.
Miranda quiere migrar por la “situación económica y política que se vive en el país, no tenemos otras opciones de ingresos extras y quiero ir a trabajar legal a Estados Unidos. Todo está caro, con el salario ya no nos da para mejorar la calidad de vida, menos para construir una casa”, dice Miranda quien vive en la casa de sus padres.
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En enero de este año, el gobierno de Joe Biden aprobó el parole humanitario que permite la entrada legal de 30,000 personas de Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haití. Entre enero y abril, según cifras del Departamento de Seguridad Nacional, casi 19,000 casos de nicaragüenses han sido aprobados. Hasta abril, de acuerdo con información publicada por CBS News, 20,000 nicaragüenses se encuentran a la espera de la resolución de sus casos.
Miranda es uno más de los miles de nicaragüenses que buscan migrar, pero no tienen un patrocinador que es requisito para optar al parole. Anita Wells, presidenta de la Nicaraguan American Human Rights Alliance (Nahara), dijo en una publicación de LA PRENSA que algunas de las dificultades de los nicaragüenses para encontrar patrocinador son: el reducido tamaño de la comunidad nicaragüense en Estados Unidos, la falta de dominio del inglés y la tecnología.
“Estoy desesperada por irme”
Otro caso es el de Blanca Guerrero, de 43 años. Lleva tres meses sin trabajo y no ha conseguido un patrocinador. Guerrero lava, plancha y limpia casas. Su esposo es albañil y al mes gana unos 5,000 córdobas, con ese salario deben solventar todas sus necesidades, pero no ajustan, dice. “Aquí está difícil encontrar trabajo. Yo estoy desesperada por irme, a veces uno puede vender algo y comprar la comida del día, pero a veces no hay”, agrega.
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Edwing Marenco, de 28 años, también quiere irse y no ha logrado conseguir un patrocinador. “Yo iba a migrar ilegal el año pasado, pero me dio miedo que me secuestraran en México, en eso cerraron las fronteras y ya no me moví, y a los meses vi que una página pide a gente que sean patrocinadores, intenté registrarme, pero no le pude entender mucho por el inglés. Quise registrarme, pero no se pudo porque se cerraba la página a cada rato”, cuenta sobre su experiencia al ingresar al sitio de la organización Welcome US que busca conectar solicitantes de parole con beneficiarios.
“Yo no veo futuro en este país”
Ervin Miranda trabaja en la construcción desde los 12 años, pero asegura que nunca pudo comprar su casa, los salarios bajos que ha recibido por años solo le permitían vivir el día a día. A sus 45 años comprar una casa es el proyecto de su vida y cree que la única forma de lograrlo es migrando. “Quiero comprar una casa para mis hijos, que sea nuestra propia casa”, dice.
Edwing Marenco comparte ese sueño de tener una casa propia. “No tengo casa propia, y quiero una, quiero tener mis cosas, pero como conductor no puedo logarlo”, dice. Marenco es padre de un hijo de 1 año y con su salario de 9,000 córdobas al mes ajusta únicamente para comer y pagar gastos básicos. “La crisis nos está afectando a todos, ahora todo está más caro, están subiendo los impuestos y los salarios cada día están más bajos. Yo no veo futuro en este país”, manifiesta.
A Blanca Guerrero lo que más le preocupa es el futuro de sus dos hijos. En especial su hija, de 19 años, que estudia Ingeniería Geológica. “Mi hija depende de nosotros, ella pidió una beca de interna para ayudarnos y a veces solo viene los fines de semana para no gastar en luz, pasaje y porque no tiene una computadora”, dice. Cuenta que su hija le ha dicho que dejará de estudiar para ayudarles, pero ella se rehúsa a que esa sea la solución. “Yo no quiero que una profesional se desperdicie”. Si lograra obtener el parole, asegura, podría ayudarle a su hija a terminar sus estudios y ahorrar un poco de dinero para poner un negocio en Nicaragua.