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Carlos Pérez y Mila Pinell, los fundadores del restaurante Volcanes. CORTESÍA

Volcanes, el próspero restaurante fundado por dos nicaragüenses en España

Carlos Pérez y Mila Pinell fundaron Volcanes hace 10 años para que los nicas en España tuvieran un lugar donde compartir y después de un duro comienzo, el negocio ahora tiene dos locales en Madrid.

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En Madrid, la capital española, hay un restaurante cuyo objetivo es ser un punto de encuentro para la comunidad nicaragüense en ese país. El lugar se llama Volcanes y fue abierto hace 10 años por un matrimonio oriundo de Jalapa, Nueva Segovia.

Para febrero de 2013, en España, dice Carlos Pérez, dueño y fundador de Volcanes, era muy difícil encontrar un lugar en donde los nicaragüenses tuvieran una cercanía con su país y como no había un restaurante de comida nica, decidió aventurarse y abrir uno. “Nos surgió la idea por nostalgia y también por sentirme acompañado porque para entonces se sentía muy frío y era una manera de juntar a la comunidad y entre todos pasar un momento agradable”, comenta.

Junto a su esposa, Mila Pinell, Carlos comenzó a hacer las gestiones para adquirir el local y comenta que les costó arrancar con el negocio. “Nos topamos con la realidad que hay muchos gastos que asumir, muchos impuestos y llegamos a la situación de mejor querer renunciar y regresar a trabajar como antes”, relata este hombre de 43 años.

Sin embargo, Carlos y Mila no se rindieron. Con el tiempo, el restaurante levantó cabeza hasta el punto en que el local se les quedó pequeño y tuvieron que abrir uno nuevo en otra zona de Madrid. Ese segundo restaurante, asegura Carlos, ya se les está quedando pequeño también.

Fachada del restaurante Volcanes, ubicado en Madrid. CORTESÍA

Infancia de guerra

La historia de Carlos Andrés Pérez Gutiérrez empieza en medio de la guerra. Nació el 26 de junio de 1979 en Murra, Nueva Segovia. Para entonces, en aquella zona había fuertes combates entre sandinistas y la Guardia Nacional de Somoza. Eran los días previos al triunfo de la Revolución Sandinista.

Una vez que los sandinistas asumieron el poder el 19 de julio de ese año, las cosas no se calmaron del todo en Murra y cuando apareció la Contrarrevolución, esta hacía incursiones armadas desde Honduras. El pueblito de Carlos se convertía en escenario de batalla.

En una ocasión, recuerda Carlos, la casa de su familia quedó en medio de un combate y todos salieron del lugar para protegerse en unos árboles que había detrás de la propiedad. Ahí les cayó un mortero que explotó. Una de sus tías murió por la explosión y su abuela y otra tía resultaron heridas con charneles.

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Después de ese combate, la familia de Carlos se desplazó hacia la comunidad Santa Cruz, en Jalapa. Ahí, empezó a estudiar su primaria en un instituto y su madre trabajaba como maestra. “Mi niñez la viví en la guerra”, comenta.

Luego, para los noventa, la guerra ya había finalizado y Carlos estuvo entre Managua, Ocotal y Jalapa estudiando su secundaría hasta que la terminó. En 1997, cuando tenía 17 años aún, decidió migrar hacia Costa Rica para trabajar y ayudarle a su familia.

“Ahí fue donde maduré y entendí el valor del trabajo”, relata. En Costa Rica, Carlos se dedicó a trabajar en hotelería y restaurantes. Estuvo 10 años trabajando como salonero y en cocina para restaurantes españoles, italianos, argentinos y demás.

Pero en 2007, Carlos sintió que necesitaba cambiar de aires en su vida. A pesar de que ganaba bien, admite, tenía muchas deudas y quería mejorar sus ingresos, así que tomó la decisión de irse a España para trabajar.

Algunos conocidos le advirtieron que en España podía ser complicado para él conseguir trabajo, pues para los hombres casi no hay empleo, le decían. Él se sentía confiado. Creía que sí había podido prosperar en Costa Rica por 10 años, podía hacerlo también al otro lado del charco.

Antes de irse, Carlos habló con una señora conocida que vivía en España, para que le ayudara a conseguir una habitación para acomodarse los primeros días. Él le dijo que iba a pagar por la habitación, pero una vez que llegó se dio cuenta que la mujer le había conseguido más bien una especie de albergue.

Dormía en la sala de una casa junto a otras personas desconocidas y cada mañana debía dejar el lugar y regresar por la noche. Estuvo cerca de un mes en esa situación hasta que encontró un lugar más cómodo al cual mudarse, cuenta.

Carlos conoció a su esposa en España, pero ambos son originarios de Jalapa. CORTESÍA

Sin documentos

Una vez en España, a Carlos se le dificultó mucho integrase, comenta, pues a pesar de que el idioma es el mismo, le costaba mucho entender a los españoles con su acento, además, había comidas como los frijoles que no encontraba fácilmente.

Poco a poco, Carlos se fue adaptando y desde el primer día se puso a buscar empleo. Al mes de haber llegado a España consiguió trabajo en un restaurante y rápidamente se dio cuenta que las cosas allá eran diferentes de lo que había sido su experiencia en Costa Rica, por lo cual tuvo que aprender varias cosas nuevas.

Para entonces, Carlos fue invitado por unos amigos a un culto evangélico y ahí conoció a Mila Pinell. Él le pidió su contacto a uno de sus amigos y luego la invitó a salir. Ella es originaria de Jalapa, pero en Nicaragua nunca se habían conocido y al igual que Carlos, migró para conseguir mejores oportunidades laborales. Con el tiempo, Carlos y Mila se casaron y tuvieron una hija.

En 2009, Carlos continuaba trabajando para el restaurante y con la gran crisis mundial de ese año, en España los índices de desempleo empezaron a crecer, pero él logró mantener su trabajo por un tiempo hasta que hicieron una inspección en el restaurante y se dieron cuenta que estaba trabajando sin documentos. El empleador se vio obligado a despedirlo y Carlos fue multado.

A los nicaragüenses, el gobierno de España les otorga la residencia después de que tengan más de tres años viviendo en ese país y que tengan un contrato de trabajo. Para cuando fue despedido, a Carlos todavía le faltaban algunos meses para cumplir los tres años.

El hombre estuvo desempleado por varios meses y sobreviviendo con ahorros y con el salario de su esposa. Carlos empezó a buscar trabajo, pero no encontraba hasta que en un restaurante lo aceptaron y le dijeron que solo podían pagarle 600 euros, lo cual era muy poco, sin embargo, él aceptó porque necesitaba que le dieran un contrato de trabajo y poder gestionar su residencia.

En ese restaurante, cuenta Carlos, hubo meses en que no le pagaban o que le daban solamente la mitad, pero él seguía ahí para poder sacar sus papeles hasta que finalmente pudo hacerlo. Estuvo trabajando en ese mismo lugar hasta 2013, cuando junto a su esposa decidieron poner su propio negocio.

El restaurante Volcanes ya lleva 10 años abierto al público. CORTESÍA

Volcanes

El restaurante Volcanes abrió por primera vez en febrero de 2013, pero para entonces era algo desconocido y no tenían muchos clientes. Para levantar cabeza, ambos se iban a la embajada nicaragüense a repartir volantes a los nicas que llegaban a hacer trámites. También se juntaban con otras personas para organizar eventos en donde aprovechaban para darse a conocer con su comida.

Ya para julio de ese mismo año, el restaurante comenzó “a subir como la espuma”, relata Carlos. “Una vez que la comunidad nicaragüense se dio cuenta que habíamos abierto, nos ayudaron bastante y fuimos creciendo. Ellos mismos traían a otros nicas, o si no hondureños, salvadoreños y hasta los mismos españoles venían”.

Con el paso del tiempo, la afluencia de personas iba creciendo y el local empezaba a quedar pequeño. “La afluencia de público era demasiada que hasta teníamos problemas con los vecinos porque la gente hacía filas para entrar y los vecinos se quejaban de que hacían ruido”, cuenta Carlos.

Por ello, el matrimonio decidió buscar un segundo local en otra zona de Madrid. En 2018, abrieron el segundo restaurante y como Volcanes ya era conocido entra la comunidad nica en España, no tuvieron que batallar tanto como la primera vez.

Carlos y Mila tienen una hija y llevan más de 10 años viviendo en España. CORTESÍA

Carlos comenta que lo más difícil de tener los dos restaurantes ha sido la administración, pero a estas alturas, con 10 años de estar en el negocio, dice que son retos prácticamente superados.

Entre las principales comidas que ofrece el restaurante, Carlos dice que hay carne y cerdo asado, gallo pinto y también se sirve cacao, semilla de jícaro, pinol, pinolillo, tiste, cuajada, rosquillas, entre otras exquisiteces nicaragüenses.

La mayoría de los colaboradores del restaurante son nicaragüenses, hondureños y salvadoreños, y a veces organiza eventos. Mientras habla con Domingo, Carlos está afinando detalles para una visita que hará la banda Los Karkiks esa noche, y recientemente estuvo en el lugar Luis Enrique Mejía Godoy y La Cuneta Son Machín, en una gira que hicieron por Europa.

La Prensa Domingo Costa Rica España Nicaragua Volcanes archivo

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