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EE. UU., el peor enemigo político, pero el mejor socio comercial

El viernes 19 de mayo se fue del país definitivamente  el embajador de Estados Unidos (EE. UU.) en Nicaragua, Kevin Sullivan, después de cuatro años y medio de ejercer el cargo.

 A Sullivan no lo sustituye otro embajador, pues el régimen de Daniel Ortega le retiró el plácet o aceptación al nombrado por el Gobierno de EE. UU., Hugo Rodríguez, por algunas opiniones sobre la situación de Nicaragua que expresó ante un comité del senado estadounidense, las cuales no fueron del agrado de las autoridades nicaragüenses.

El régimen de Nicaragua mantiene su embajador en EE. UU., pero al marcharse Sullivan la representación diplomática estadounidense en Managua queda con un encargado de negocios, que en términos diplomáticos  es un rango inferior al de embajador, aunque para la Convención de Viena son iguales para casi todos los efectos, salvo algunas cuestiones protocolarias. Según algunos analistas, la salida del embajador Sullivan deja las relaciones de EE. UU. con Nicaragua en la peor situación desde el tiempo del régimen sandinista y la guerra civil de los años 80. En 1988 el régimen sandinista expulsó del país al embajador estadounidense Richard Melton, y EE. UU. hizo lo mismo con el entonces embajador de Nicaragua en Washington, Carlos Tünnermann Bernheim. Pero ahora —al menos hasta el momento actual— no ha habido expulsión de embajadores.

Aunque las actuales relaciones diplomáticas entre ambos países no son cordiales. Tampoco son tan precarias como en los años 80, pero igual son tensas sobre todo por la hostilidad manifiesta del régimen de Nicaragua hacia EE. UU. y sus representantes.

 Para el embajador Sullivan el ejercicio de su cargo en Nicaragua no fue fácil, pues lo asumió poco después de la rebelión popular de abril de 2018 de la cual el régimen nicaragüense culpó a la Iglesia católica y a EE. UU. De allí que las relaciones del régimen con Sullivan carecieran de cordialidad durante toda su permanencia en el país.

Sin embargo, al final de su estadía en el país el embajador Sullivan tuvo un logro de mucha significación, al organizar el traslado a EE. UU. de los 222 presos políticos excarcelados y desterrados por el régimen, en febrero del presente año. Eso no fue acordado por los gobiernos de los dos países —según la información oficial—, se trató de una decisión unilateral del régimen de Managua, pero Sullivan negoció con las autoridades de su país la aceptación y traslado de los ex presos políticos a EE. UU., y gestionó para ellos todas las facilidades necesarias.

Por otra parte, es importante señalar que carece de sentido común la mala relación diplomática que hay entre estos dos países que, independientemente de las diferencias de su tamaño geográfico, poder geopolítico  y magnitud de sus economías, son muy buenos socios comerciales en una relación en la cual Nicaragua es a todas luces la parte mejor favorecida.

Esto es bien conocido, pero es necesario recordar que el año pasado el comercio entre EE. UU. y Nicaragua alcanzó la cifra récord de 8,304 millones de dólares, lo que significó un incremento de 21.97 por ciento en relación con 2021. Además, el balance comercial es favorable a Nicaragua, pues el 60 por ciento de sus exportaciones van a EE. UU. y solo el 25 por ciento de sus importaciones viene de ese país. Nicaragua es, por cierto, el único país de Centroamérica con el que EE. UU. tiene déficit comercial.

A eso se debe agregar que la mayor parte de las remesas familiares —que son vitales para la economía nacional de Nicaragua— viene de EE. UU. Según el  Banco Central, el país recibió el año pasado casi 3,225 millones de dólares en remesas familiares, de los cuales 2,470 provinieron de EE. UU.  

También hay que considerar que la mayor parte de las inversiones extranjeras y  transferencia de tecnologías, viene también de EE. UU. De manera que la mala relación de Nicaragua con ese país es, por decir lo menos, una insensatez.

La verdad es que si el Gobierno de EE. UU. cediera a las presiones para imponer verdaderas sanciones económicas al régimen de Nicaragua, las consecuencias serían catastróficas para este país. El régimen sería afectado, seguramente, pero lo peor sería para la población y sobre todo para la gente más pobres y vulnerable que es la mayoría.

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