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El búho de Minerva

Minerva era el nombre que los romanos daban a la diosa Atenea de la mitología griega. Ella era la diosa de la sabiduría, de la inteligencia, de la cultura y de las artes, y tenía como símbolo un mochuelo, ave nocturna del Mediterráneo de la misma familia del búho y la lechuza.

Por ser diosa de la sabiduría y la inteligencia, Minerva o Atenea fue designada patrona de la filosofía y de los filósofos. Eso ocurrió a partir de que Hegel (Georg Wilhelm Friedrich), el gran filósofo alemán que nació en agosto de 1770 y murió en noviembre de 1831, escribió en su obra clásica Principios de la filosofía del derecho la frase: “El búho de Minerva solo emprende el vuelo al anochecer.”

 Los filósofos estudiosos de Hegel interpretaron ese enigmático pensamiento del gran maestro de la filosofía idealista dialéctica, en el sentido de que solo se puede entender la significación de una época, o un momento histórico, hasta después de que ha ocurrido. Que solo entonces los eventos históricos y las causas que llevaron a ellos, se vuelven claros después de su debido estudio en retrospectiva.

En realidad, para los antiguos griegos el mochuelo (o el búho y la lechuza) con sus grandes ojos abiertos en la oscuridad, era el símbolo de la sabiduría porque los  las revelaciones solo se presentan en la noche y se muestran a las personas en los sueños que les revelan las verdades ocultas.

 Atenea era hija de Zeus, de la misma manera que Artemisa lo era de Júpiter en la creencia romana. Nació ya enteramente formada —y armada, dispuesta a la lucha— del interior de la cabeza del dios supremo del Olimpo. Se formó allí porque Zeus había engullido a Metis, una titánide que era la diosa originaria de la sabiduría. 

Zeus yació con Metis. Ella quedó embarazada y le predijo a Zeus que tendría una hija destinada a gobernar el mundo. Por eso él la engulló, para evitar que tal hija llegara a nacer.

Pero la criatura siguió formándose en el cerebro de Zeus y cuando llegó el momento de nacer le provocó insoportables dolores de cabeza. Desesperado, Zeus pidió a Hefestos que le rompiera la cabeza con su hacha, así lo hizo y entonces saltó Atenea hecha y derecha de cuerpo entero, habiendo absorbido toda la inteligencia, sabiduría y conocimientos del rey de los dioses olímpicos.

Atenea le dio su nombre a la ciudad de Atenas, construida por Cécrope quien fue su primer rey y la gobernó durante cincuenta años. Como aquella ciudad estaba destinada a ser sede de grandes hechos gloriosos y foco de la cultura de Grecia y la humanidad, los dioses convocaron a un concurso para darle el mejor nombre posible.

La competencia final la ganó Atenea a Poseidón, quien le dio el caballo y propuso que la ciudad se llamara Poseidonia. Pero Atenea le dio la planta de olivo que los jueces divinos consideraron un don mucho más valioso y útil que el caballo, con todo lo bueno e importante que este noble animal llegaría a ser en la historia de la humanidad.

Por eso es que, en el nombre de Atenea la ciudad capital de Grecia se llama hasta ahora Atenas, y así se seguirá llamando siempre.

Algunos estudiosos consideran que el nombre de Atenea se deriva de que nunca aceptó sacrificar su libertad. Razón por la cual jamás se casó, ni aceptó tener relaciones sexuales con ningún hombre divino o humano. Por eso además de ser diosa de la inteligencia y la sabiduría, lo es también de la virginidad de las mujeres.

Y sigue, Atenea, o Minerva, desde la altura del Olimpo, observando el mundo a través de los grandes ojos del búho, la lechuza o el mochuelo, para darle a la gente la luz de la información, del conocimiento de la historia y de la verdad.

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