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El sentido de los premios políticos

La Cumbre de Derechos Humanos y Democracia de Ginebra informó que este año otorgará el Premio al Valor al activista democrático y exprisionero político nicaragüense, Félix Maradiaga.

     La Cumbre de Derechos Humanos y Democracia es organizada por 25 grandes ONG internacionales que velan por los derechos fundamentales de las personas, en todas partes del mundo, y el próximo 17 de mayo le entregarán el premio a Maradiaga, en una reunión solemne que se realizará en Ginebra, la ciudad de Suiza donde está la sede del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU).

Como es bien sabido, Maradiaga fue  excarcelado el 9 de febrero pasado          —después de pasar 611 días encarcelado—, junto con otros 221 presos políticos de ambos sexos. Todos ellos fueron desterrados a Estados Unidos e igualmente despojados de su nacionalidad nicaragüense.

El Premio al Valor ha sido otorgado en años anteriores a personalidades relevantes víctimas de dictaduras en distintos países, como el líder opositor ruso Alexei Navalni, el activista de Mauritania contra la esclavitud, Biran Dah Abeid, y los dirigentes democráticos venezolanos Antonio Ledezma y Leopoldo López.

Félix Maradiaga, quien es el primer nicaragüense distinguido con el Premio al Valor, ha dicho que lo recibirá “no solo en nombre de la resistencia civil en Nicaragua, sino también de los defensores de derechos humanos de todo el mundo que siguen en detención arbitraria”.

Es importante señalar, que este y los demás  premios políticos que se otorgan en el mundo, por parte de gobiernos e instituciones nacionales e internacionales, no son solo para reconocer los méritos personales de quienes los reciben, sino también para promover la buena práctica política en tiempos en que este oficio relevante e indispensable en la sociedad está muy desprestigiado por el mal comportamiento de muchos políticos profesionales.

Los expertos en sicología política aseguran que existen “trastornos emocionales que afectan a muchos políticos, sobre todo a los que ejercen posiciones de poder, entre las cuales se destacan el síndrome de hubris (desmesura en las actuaciones, lo opuesto a la moderación y la modestia), la megalomanía, el caudillismo y/o el narcisismo”.

De allí que haya una pésima percepción de las personas que se dedican a la política, a las que en general se les califica como insensibles y corruptas. Se les acusa de que se olvidan del bien común y se preocupan solo por el interés personal, o el partidista, además de que gozan de odiosos privilegios y prerrogativas.  

Sin duda que en muchos casos esa percepción negativa de la política y de los políticos se ajusta a la verdad, pero también existen prejuicios y una tendencia a acusar injustamente y  por igual, tanto a culpables como inocentes.

Pero junto con los prejuicios sobre los políticos en general, y el repudio a quienes se lo merecen por su comportamiento indebido, también palpita la esperanza en que la práctica política puede y debe ser mejorada, ya que es utópico creer que pudiera ser abolida, como lo advirtió Hanna Arendt en su libro ¿Qué es la política? Comprensión y política.

En este sentido, los premios políticos no solo son necesarios para honrar a aquellas personas que se destacan en el ejercicio de la política, sobre todo cuando desafían a las dictaduras, sino también para incentivar a todos los demás a que actúen con transparencia y honestidad. Y que emulen a los mejores, que hagan igual todos o la mayoría de los que se dedican a ese oficio que bien entendido y practicado es liberador. Pero el cual, si se practica al contrario es un instrumento de degradación y de daño social y moral.

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