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Odios
Con todo lo que pasó y está pasando, yo encuentro legítimo que haya personas que odien al sandinismo. También comprendo que otros odien al somocismo. Incluso, hay quienes detestan al somocismo y al sandinismo por igual. Eso somos. Una sociedad fracturada, con profundas heridas, llena de resentimientos y con facturas por cobrar porque se le ha hecho mucho daño y nunca justicia. El problema está, para mí, en que no podemos imponer nuestros odios al resto como única forma de vida posible en Nicaragua, porque al hacerlo estamos condenándola a repetir y repetir esos regímenes que, precisamente, justifican esos odios por los siglos de los siglos.
Doña Violeta
Imaginemos un escenario. 1990. Supongamos que doña Violeta hubiese intentado actuar como muchos desde las butacas de la distancia y el tiempo le reclaman que debió haber actuado. Desarmar al Ejército y a la Policía, enjuiciar los crímenes de los 80, echar presos a los nueve comandantes y todos los cuadros sandinistas… ¿Se imaginan? Pues no hubiese pasado del intento porque no había capacidad para hacer eso. Su gobierno hubiese durado días y el Frente Sandinista, ahora lo sabemos por el comportamiento de Daniel Ortega, se hubiese radicalizado, cerrado, sin importarle lo que pase con Nicaragua porque su único propósito hubiese sido sobrevivir, y para eso necesitaría el poder, tal como sucede ahora.
Sapos
Es más, a Daniel Ortega le hubiese caído como anillo al dedo una actitud de esas, porque le habría dado la justificación para quedarse en el poder una vez que lo perdió en las urnas. Le hubiese servido para demostrarle a aquellos de su mismo partido que apoyaban una transición, que no tenían más alternativa que morir con las botas puestas. “Poder o muerte”, como dice Óscar René Vargas. La guerra habría continuado. Miles más hubiesen muerto. Usted o yo, podríamos estar muertos si doña Violeta no se hubiese tragado todos los sapos que se tragó para instalar aquella enclenque democracia.
Meta común
Otro escenario en el mismo tiempo. ¿Qué habría pasado si en la UNO se hubiesen rechazado a aquellos de ideologías opuestas? Las elecciones del 90 habrían sido tipo las del 2021, puros zancudos del sandinismo. Es que en la UNO había comunistas como Elí Altamirano y socialdemócratas (ahora conservador) como Alfredo César. Socialistas y liberales. No se trató de buscar unidad ideológica porque cada quien siguió siendo lo que era, sino que ganó la UNO porque se puso una meta unificadora simple: salir de la dictadura sandinista.
Alianzas
Para salir de la dictadura actual es necesario plantearse mínimos comunes. Nadie tiene por qué renunciar a su forma de pensar y, ni siquiera, a sus odios. No se trata de que Álvaro Somoza se haga amigo de Dora María Téllez, sino de preguntarse: ¿tienen estos dos extremos ideológicos algo en común? Deberían. Salir de los Ortega Murillo. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, dice un viejo proverbio. Son alianzas tácticas.
Presos políticos
A mí me cuesta entender toda esa campaña de desacreditación que hay contra los ex presos políticos. Hay una movilización virtual para pasarlos de héroes a villanos. ¿A quién le conviene dinamitar ese liderazgo moral que hay en la oposición? Se critica desde los zapatos que calzan hasta la comida que consumen. Y no se trata de endiosar a nadie, ni renunciar a la sana crítica, sino de revisar hacia dónde van las piedras. ¿Ayudan esas pedradas a salir de la dictadura o a mantenerla?
Disidentes
Otro tema espinoso son los disidentes del sandinismo. Antiguos y recientes. No es exonerar a nadie, sino apelar al sentido común. Yo no entiendo cómo alguien pueda pensar que es mejor ver a doña Vilma Núñez en una procuraduría de Ortega que del otro lado defiendo los derechos humanos que vulnera el régimen. No es blanquear a Rafael Solís o al Chino Enoc, sino que el sentido común me dice que a la Nicaragua que muchos queremos le conviene más un Solís como disidente que como magistrado haciendo barbaridades como las que hizo en su momento. Yo prefiero al Chino Enoc expulsado e inconforme con Daniel Ortega, que montado en una camioneta Hilux con una escopeta en sus manos. Y eso no tiene que significar que seamos cuates.
Equipos
Si nos ponemos a eliminar como opositores a todos aquellos que en algún momento de su vida fueron sandinistas o somocistas… ¿Quién queda? Daniel Ortega encantado de la vida con una selección así. Mas allá de cualquier cosa, la oposición se debería definir en primer lugar, y es necesaria la redundancia, por oponerse a la dictadura, y en segundo, por unos principios “mínimos comunes” como democracia, respeto a los derechos humanos, justicia y libertad. Los que estén de este lado de la raya son oposición, en medio de las diferencias, claro, y los que están del otro lado, son del equipo dictadura, aunque se pongan el traje de oposición.