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De sinsentidos y falacias

Un viejo maestro nos repetía en clase: “No se puede cambiar lo que no se puede explicar”. Una descripción o interpretación errónea de la realidad engendra, casi siempre, una acción política equivocada, de la misma manera en que un mal diagnóstico médico puede terminar en una fatalidad.

Los errores y horrores políticos del gobierno y la oposición durante los últimos cinco años se alimentan de representaciones discursivas que falsifican la realidad nicaragüense y nos empujan a cometer errores. El cuento de la Nicaragua feliz que vive bajo el cuidado amoroso del comandante Daniel y la compañera Rosario llevó al FSLN a gobernar el país como si ese cuento fuera cierto. Abril-2018 les estalló en la cara y desnudó esa narrativa. No aprendieron, por lo que, tarde o temprano, la realidad los volverá a sacudir.

La oposición también informa su práctica política con falsas representaciones discursivas de la realidad del país. Hablan de una Nicaragua imaginada a la medida de sus anhelos, sin tomar nota de la existencia de otros sectores sociales, incluyendo el sandinismo popular, con sus aspiraciones y necesidades particulares. Peor aún, confunden sus sueños y esperanzas con la realidad a la que se enfrentan: “Daniel está grave de salud”; “Daniel está muerto de miedo”; “la explosión social es inminente”; “la implosión del FSLN es inevitable”.

¿Y qué decir de la subestimación –contra las evidencias– de que Daniel es un tonto; la vicepresidenta, una desquiciada; y el FSLN una bola de descerebrados? La élite sandinista es corrupta y ha cometido grandes e irreparables errores, como los del 2018. Pero es un error enfrentarlos pensando que son bobos o chiflados.

Concentremos la atención hoy en dos vicios retóricos que corrompen el discurso y la práctica política de la oposición: los sinsentidos y las falacias. Un sinsentido es una “cosa absurda […] que no tiene explicación”. Por otra parte, la falacia, del latín fallacia, es un “engaño” que casi siempre se deriva de una “falla de razonamiento”. Veamos dos ejemplos.

¿Limpieza étnica en Nicaragua?

Silvio Prado, argumenta en un reciente artículo que los OrMu están implementando un proceso de “limpieza étnica” contra la oposición (Confidencial, 04/04/23). Prado se apoya en su equivocada lectura de un escrito del antropólogo Rodolfo Stavenhagen, quien dice: “La idea de limpieza étnica implica el traspaso forzado de una población identificada en términos étnicos de un territorio a otro, por razones políticas, religiosas, nacionalistas, racistas o, en todo caso, ideológicas”. Stavenhagen, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico y otras fuentes autorizadas, mantienen lo “étnico” como condición necesaria para la aplicación del concepto de “limpieza étnica”, como lo dicta el sentido común. Y si bien es cierto que la motivación para este crimen puede ser, por ejemplo, política —como en el caso del genocidio de las poblaciones mayas en Guatemala, acusadas de colaborar con la guerrilla durante la segunda mitad del siglo pasado—, no hay “limpieza étnica” sin una etnia que expurgar.

¿Qué acción o estrategia política podría articular la oposición si acepta el diagnóstico de Prado? ¿Solicitar una intervención extranjera como la realizada por la OTAN en Kosovo para detener la limpieza étnica contra los albano-kosovares? ¿Qué fuegos alimentan los sinsentidos de Prado?

El BCIE: ¿Un banco nazi?

En su artículo Basta de analogías con Hitler (LA PRENSA, 04/04/23), José Azel, siguiendo al filósofo Leo Strauss, analiza la falacia Reductio ad Hitlerum, utilizada por quienes recurren a comparaciones con Hitler o los nazis para desacreditar a sus adversarios. El papa Francisco recurrió a esta falacia cuando comparó el régimen de Ortega con el de Hitler, con lo que el nazi salió favorecido porque dejó de ser el más grande genocida de la historia para convertirse en un dictador más, de los que los latinoamericanos producimos en serie.

En una reciente entrevista, el opositor Manuel Orozco también trivializó el nazismo y la tragedia del Holocausto, al comparar a Dante Mossi, presidente del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) con Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto judío, condenado a la horca en Israel por dirigir la aniquilación de seis millones de seres humanos (YouTube, Análisis no Oficial, No. 18).

Orozco basa su comparación en una absurda equivalencia moral entre el “yo cumplía órdenes” —argumento usado por Eichmann en su juicio—, y el “yo actúo de acuerdo con las decisiones de la Asamblea de Gobernadores del banco”, del presidente del BCIE.

Entre los comentarios de aprobación recibidos por Orozco se destaca el de Ernesto Medina, enviado a través de la cuenta “Eduquemos”, que dice: “Se confirma lo que expresé hace algunos meses: Dante Mossi podría haber sido el banquero de Auschwitz y sin remordimientos”.

Si la oposición aceptara el diagnóstico de Medina y Orozco, no tendría más que ahorcar a Mossi y emular la invasión aliada en Normandía para ocupar militarmente el BCIE.

Un nuevo discurso

Nicaragua no va a cambiar hasta que no desarrollemos un discurso que ilumine nuestra práctica política, en vez de oscurecerla. Un ejemplo de este discurso iluminador es el artículo de Humberto Belli Pereira, publicado en LA PRENSA (17/04/23), en el que su autor “pinta” los sucesos de abril-2018 con el color gris de la verdad, no con el blanco y negro que tanto nos atrae.

El artículo de Carlos Guillermo Muñiz Bermúdez, analizando las fortalezas y debilidades del último informe del Banco Central de Nicaragua, es otro ejemplo de responsabilidad analítica y discursiva (LA PRENSA, 18/04/23). Nos muestra que reconocer lo que el Gobierno hace bien no nos debilita; por el contrario, legitima nuestras censuras a lo mucho que hace mal y, sobre todo, nos ayuda a apreciar que el Gobierno —incluyendo la Policía y el Ejército— no debe ser demonizado in toto, como muchos acostumbran hacerlo cuando hablan de él.

No olvidemos que muchos nicaragüenses fueron castigados injustamente cuando la Revolución Sandinista cometió este mismo error.

El autor es profesor retirado de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Canadá

COMENTARIOS

  1. Hace 1 año

    Balanza sutil.

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