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Doña Violeta Barrios de Chamorro. Archivo

Diez cosas que tal vez no sabe sobre Doña Violeta

En abril de 1990 Violeta Barrios de Chamorro se convirtió en la primera mujer presidenta de Nicaragua y, a la fecha, sigue siendo la única. Creció libre, en el campo rivense, y de joven rechazó incontables veces las propuestas amorosas de Pedro Joaquín Chamorro

Terratenientes. Su padre era el terrateniente Carlos Barrios Sacasa y su madre, doña Amalia Torres, una señora alta y blanca, de temperamento romántico. Violeta Barrios creció en la casona más hermosa de la vieja ciudad de Rivas, una casa construida en 1929, el mismo año que ella nació. Con frecuencia iba a Amayo, una de las fincas de su padre, y ahí montaba a caballo, arreaba ganado y nadaba en el Cocibolca con sus hermanos. Amaba la vida del campo, pero la abandonó para seguir a su esposo, el periodista Pedro Joaquín Chamorro, a la capital. 

Rechazo. Pedro Joaquín Chamorro conoció a Violeta Barrios a través de su hermano Chale, de quien era amigo. Se enamoró a primera vista, pero a ella no le ocurrió lo mismo. Durante varios meses, la joven lo rechazó tajantemente, mientras él maquinaba estrategias para poderla ver: como ir a visitar a su amigo Chale o pasar todo el domingo sentado en una banca frente a la iglesia de Rivas, con la esperanza de verla cuando asistiera a misa. Su insistencia terminó dando frutos y una mañana, durante la misa de la 8:00, sentados hombro a hombro en una de las bancas del templo, Violeta lo aceptó.

Doña Violeta en su juventud.

Polarización. En los años ochenta la relación entre los hijos de doña Violeta estaba tan polarizada como Nicaragua. Pedro Joaquín era miembro del directorio político de la Contra; Claudia, embajadora del gobierno sandinista; Cristiana, editora en el diario LA PRENSA y Carlos Fernando estaba a cargo del diario oficialista Barricada. Ella se las arregló para conservar la armonía entre los hermanos. Ese ejercicio previo le ayudaría en su tarea de pacificar el país en los años noventa. 

Junta de Gobierno. Durante un corto periodo formó parte de la primera Junta de Gobierno sandinista, tras la caída de los Somoza, junto con Daniel Ortega, Sergio Ramírez, Moisés Hassan y Alfonso Robelo. Sin embargo, renunció el 19 de abril de 1980 por considerar que el Frente Sandinista se estaba alejando de su programa original de gobierno y de los ideales de Pedro Joaquín Chamorro. Al día siguiente de la oficialización de su renuncia comenzaron los ataques del sandinismo al diario LA PRENSA, del cual era directora.

Candidatos. Antes de que la Unión Nacional Opositora (UNO) escogiera a doña Violeta como su candidata, se barajaban otros tres nombres: Emilio Álvarez Montalván, Enrique Bolaños Geyer y Virgilio Godoy. Fue elegida el 2 de septiembre de 1989 por un comité seleccionador compuesto por representantes de los catorce partidos que conformaban la UNO. Durante la defensa de su candidatura prometió trabajar por la paz y la libertad, empezando por poner fin al Servicio Militar Obligatorio. También se comprometió a devolver a los nicaragüenses el derecho a escoger sus gobernantes mediante elecciones justas y abiertas.

Vestido. A las 9:00 de la mañana del día de su toma de posesión, el 25 de abril de 1990, todavía no había decido qué ropa usaría. Eligió un vestido blanco, que había sido el color de su campaña, pero no fue ninguno de los que diseñadores famosos, como Oscar de la Renta, le habían mandado de regalo. Escogió el vestido “sencillo, bonito y barato” que le había enviado su amiga Aurorita Cárdenas. Como único accesorio, se colocó la cruz que le heredó su abuela. 

Gustos y pasatiempos. Dejó de escuchar la radio en los tiempos de la lucha de Pedro Joaquín contra la dictadura somocista, para no atormentarse con las noticias. Tampoco le gustaba ver noticieros en la televisión; pero, cuando aún gozaba de buena salud, leía religiosamente los periódicos. A las 5:30 de la mañana ya los estaba esperando, para leerlos sentada en su cama. Le gustaba tocar el piano y era devota de la Virgen de Guadalupe. También bebía mucha gaseosa, en un enorme vaso de plástico con agarradera al que llamaba “mi porrón”. 

Ferrocarril. En 1990, al asumir la presidencia, tuvo que decidir qué hacer con la empresa ferroviaria nacional, venida a menos desde muchos años atrás. Para entonces, el ferrocarril ya solo transportaba vivanderas de La Paz Centro y Nagarote a Managua y de Managua a Masaya y Granada, por lo que sus operaciones costaban bastante más de lo que generaban, con una pérdida de 30 mil dólares mensuales. Su reconstrucción costaría 36 millones de dólares y nadie estaba dispuesto a financiarla. Al final fue clausurado y sus rieles vendidos a empresas extranjeras. Con ese dinero se cancelaron las deudas adquiridas por la ferroviaria, pero durante muchos años doña Violeta fue culpada por quienes creían que había “deshuesado” un gran ferrocarril en perfecto funcionamiento.

Altar. Tras el asesinato de Pedro Joaquín, ocurrido el 10 de enero de 1978, doña Violeta convirtió su casa en un museo, casi un altar, en honor a su esposo. Su motocicleta, su brocha de afeitarse, el barril viejísimo donde hacía “guaro” que luego regalaba a sus amigos; la ropa ensangrentada, los zapatos, los lentes usados ese último día; la biblioteca tal como él la dejó; el carro que conducía cuando le dispararon y que ella guardaba como reliquia, porque confiaba en que algún día “el pueblo de Nicaragua” se daría cuenta de quién fue Pedro Joaquín Chamorro y por qué murió. Nunca volvió a casarse.

Salud. Fue diagnosticada con Alzheimer en 2007 y en 2018 sufrió una trombosis. Para entonces su enfermedad se encontraba ya en una etapa severa y doña Violeta no podía caminar, no hablaba y estaba empezando a tener problemas para tragar. Su salud se debilitó más y desde entonces ha estado en cama, rodeada de enfermeras que la cuidan a tiempo completo. Tres de sus cuatro hijos son perseguidos por la dictadura de Daniel Ortega y se encuentran en el exilio.

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