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El ex preso político Carlos Bonilla. LA PRENSA/Cortesía

“Llegué a pedir que me mataran porque ya no aguantaba”. El relato del ex preso político Carlos Bonilla

Bonilla, de 33 años, fue capturado en dos ocasiones por protestar contra el régimen. Dice que no "asimila" como salió vivo de la cárcel

A poco más de un mes de haber sido desterrado por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el excarcelado político Carlos Bonilla no “asimila” cómo salió vivo de la cárcel luego de haber sido torturado con golpes hasta dejarlo inconsciente y también que lo trataran de asfixiar en barriles con agua y con bolsas plásticas. “Llegué a pedir que me mataran porque ya no aguantaba”, confesó.

“Las torturas físicas con el tiempo se curan, pero lo sicológico es lo que más te lastima”, sostiene el opositor, quien fue capturado en dos ocasiones por protestar contra el régimen. Incluso dice que pensó que nunca saldría de prisión, ya que en la segunda ocasión, cuando estaba a punto de ser liberado, le pusieron droga en su celda y lo condenaron a 10 años más de cárcel.

Bonilla, de 33 años, forma parte del grupo de 222 presos políticos que fueron desterrados hacia Estados Unidos el 9 de febrero pasado. Ahora está tratando de iniciar su vida desde cero, con el anhelo de reunirse con su familia y su hija de 13 años.

En entrevista con LA PRENSA, Bonilla afirma que “hay que denunciar al régimen, hay que dejar evidencia de los abusos, de las violaciones”.

La primera captura

Bonilla participó en el tranque ubicado en el Colegio Rafaela Herrera, en el barrio Laureano Mairena, de Managua, en el sector de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), ahora Universidad Nacional Politécnica.

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La primera vez que fue capturado, el 23 de julio de 2018, “después que desmantelaron las barricadas, estábamos buscando cómo salir del barrio porque los paramilitares nos andaban buscando. Cuando iba saliendo del barrio un carro y una moto me interceptaron, en ese momento me corrí, me metí en una casa y ellos me sacaron. Me golpearon tanto que me dejaron inconsciente, cuando me desperté estaba en el Chipote viejo”, recordó.

En esa ocasión, Bonilla cuenta que los policías al servicio del régimen orteguista le preguntaban “que quiénes andaban conmigo, dónde estaban las armas, quiénes eran las personas que estaban ahí (en el tranque), que quiénes financiaban, que de dónde agarrábamos dinero, y al no contestar o yo les decía que no sabía de lo que me estaban diciendo, me golpeaban”.

“Incluso estando en el suelo, con el dedo vulgar (medio) me pegaban en el pecho, me sacaban el aire y una oficial, mujer, puso a calentar una plancha y me la acercaba y me decía que me iba a quemar si no hablaba. Me metían la cabeza en bolsas y en un barril de agua”, agregó.

Barricada instalada por opositores en el barrio Laureano Mairena, de Managua, en el sector de la Upoli. LA PRENSA/Cortesía

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Era tanta la tortura dice Bonilla que “yo les dije que me mataran mejor, porque yo ya no aguantaba, me tiré al suelo llorando que me mataran”, manifestó.

El opositor recuerda que le dejó claro a los policías que su mamá había fallecido el 10 de mayo de 2018 y que “ya no me importaba nada”. “Uno de los policías dijo ‘llévenselo a la celda, este hijueputa quiere ser un mártir'”, agregó.

Desde ese día bajó la tortura física. En esa ocasión lo procesaron por delitos de asesinato agravado y cuatro asesinatos frustrados, y recibió una condena de 90 años de cárcel. Fue trasladado a la cárcel de máxima seguridad, Galería 300, del Sistema Penitenciario Nacional (SPN) y luego excarcelado el 11 de junio de 2019, bajo la Ley de Amnistía promovida por el régimen orteguista.

Primer exilio

Después de la primera liberación, Bonilla recordó que el 16 de junio de 2019, junto a un grupo de opositores y excarcelados fueron a una misa a la Catedral de Managua.

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“Ahí los policías estaban asediando y golpearon a un amigo, entonces otro amigo y yo nos salimos y ayudamos a que entrara a la Catedral, y ellos (los policías) me vieron y me reconocieron. Después de eso, ocurre la recaptura de Jaime Navarrete (actual preso político) y comenzamos a denunciar y a exigir que lo liberen”, relató.

El opositor Carlos Bonilla, tras su exilio en Costa Rica. LA PRENSA/Cortesía

Esas protestas detonaron nuevamente el asedio en su vivienda. “Los policías empezaron a asediar mi casa, todos los días una patrulla se iba a parquear enfrente, llegaban motos, entonces yo lo denunciaba, y me enteré que ya estaban buscando cómo entrar a la casa a sacarme, y lo que hago es huir”, expresó.

La recaptura

Bonilla se exilió en Costa Rica el 6 de septiembre de 2019. Sin embargo, regresó al país el 8 de enero de 2020, “porque mi hija cumplía años el 20 de enero, y vine para celebrarle su cumpleaños y luego iba retornar a Costa Rica”, explicó.

No obstante, dos días antes del cumpleaños de su hija Bonilla fue nuevamente detenido.

“El 18 de enero (de 2020) iba en un taxi por los semáforos de la Sandak del (mercado) Iván Montenegro, cuando se cruzaron unas camionetas, se bajaron una gente de civil y encapuchados, armados, rodearon el carro, me bajaron, no andaban ni chachas porque me quitaron los cordones de los zapatos para amarrarme las manos. Al chofer del taxi se lo llevaron conmigo, al señor lo metieron en otra celda, y supongo que lo soltaron (después), y a mí me mandaron a una que le dicen la chiquita, tipo de máxima seguridad”, dijo.

Carlos Bonilla viste de camiseta roja, short negro y gorra, y sostiene un mortero durante las protestas de 2018 tras la represión estatal. LA PRENSA/Cortesía

Esta segunda vez Bonilla fue llevado al nuevo Chipote. Aunque en la segunda captura dice que no fue sometido a torturas físicas, sí sufrió torturas sicológicas, interrogatorios en horas de la madrugada y aislamiento.

“Ahí solo fue interrogatorios, me decían que para qué me había regresado, qué cuáles eran los planes, que con quién me estaba reorganizando, y yo les dije que había regresado por el cumpleaños de mi hija, pero no me creían”, comentó.

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Bonilla fue trasladado otra vez al Sistema Penitenciario de Tipitapa y condenado a un año de prisión por el delito de portación ilegal de armas y se le impuso una multa de casi 3 mil córdobas. De acuerdo con la denuncia de Bonilla, su captura ocurrió el 18 de enero de 2020, pero en la acusación la Fiscalía indicó que fue el 21 de enero, “porque cuando mi familia y mi abogada fueron a preguntar por mí, ellos no daban razones. Estaba como secuestrado”, expresó.

Asimismo indicó que al ser condenado a un año de prisión, la orden de libertad establecía que sería el 21 de enero de 2021, pero “dos días antes que llegara mi carta de libertad, el director (del SPN) Roberto Guevara me puso droga en mi celda, y eso que yo estaba en máxima seguridad y me condenaron a 10 años por tráfico de droga”, denunció.

Al destierro

Bonilla, quien ya había vivido una primera excarcelación, contó que el pasado 8 de febrero por la noche, cuando custodios de La Modelo llegaron a sacarlo de la celda y vio que varios reos políticos estaban siendo llevados fuera, supo que serían liberados, lo que nunca se imaginó es que los expulsarían del país.

“El mismo director Roberto Guevara me dijo que me cambiara, me entregó una mudada, porque andábamos el uniforme azul y la ropa me quedó. Yo ya había vivido la primera excarcelación, ya sabía que iba libre, pensé que nos iban a entregar a la Cruz Roja Internacional o a la Iglesia, pero nunca que nos iban a sacar del país, hasta que entramos a la Fuerza Aérea, es más, hasta pensamos que nos iban a mandar a Cuba, a Venezuela o Rusia”, relató.

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Carlos Bonilla luego de su llegada a Estados Unidos. LA PRENSA/Cortesía

“Ya estando en la Fuerza Aérea nos dieron un documento que decía consentimiento de vuelo, pero el destino no. Al final ya estaba fuera de la cárcel por eso firmé. Y al bajarnos los funcionarios gringos nos dijeron que veníamos a Washington. A un mes y días después no asimilo nada de esto todavía, la verdad”, concluyó Bonilla, quien a pesar de estar lejos de su familia, dice que ahora conversa más seguido con ellos.

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