14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Lesther Alemán en el exilio.

Los “tres minutos” que le cambiaron la vida a Lesther Alemán

Después de increpar a Daniel Ortega aquel 16 de mayo de 2018, la vida de este joven dio una voltereta. Persecución. Fama. Demandas. Clandestinaje. Exilio. Ataques. Admiración. Cárcel. Condena. Destierro. “No ha sido tan cómodo que el reflector esté sobre vos. No estoy en una pasarela”, dice.

Contenido Exclusivo CONTENIDO EXCLUSIVO.

Lesther Alemán Alfaro estaba destinado a ser camionero. De niño, su padre lo inundaba de camiones, furgones y cabezales de juguete. Su bisabuelo fue camionero. El abuelo también lo fue. Su padre recorría países en un cabezal. Todos sus tíos son “cabezaleros”. Igual sus primos. El mismo Lesther Alemán probó los camiones y fue a los 16 años cuando dijo: “Por mis venas no corre diesel”. Le partió el corazón a su padre.

Si hubiese seguido la tradición de la familia paterna, posiblemente no hubiesen sucedido los hechos tal como acontecieron aquel 16 de mayo de 2018, cuando ya tenía 20 años. “Fue un impulso”, dice. Dos minutos y 55 segundos. Y toda su vida se puso al revés como si de un calcetín se tratara. “No me arrepiento”, añade. Lo volvería a hacer.

Lesther Alemán nació en un parto difícil el 14 de enero de 1998. “Al momento del parto yo me pasé casi tres semanas de la fecha estimada. Nací pensando trece libras y tuvo que hacerse una cesárea de emergencia, y eso trajo una complicación a mi madre porque picaron su útero y hubo que extraerle la matriz. Se complicó en el quirófano por darme vida”, relata. Su padre, como solía suceder, estaba viajando en su camión hacia Puerto Cabezas.

“Mi hogar ha sido conducido por el carácter fuerte de mi madre. A los 25 años sigo siendo ´mamitis´. La relación con mi madre es muy linda. Me siento hasta enamorado de ella”, dice.

De espalda a los camiones, decidió Lesther Alemán estudiar Comunicación Social, y como una cosa lleva a la otra, pronto estaba en grupos estudiantiles, participó en las protestas del 2018 desde los plantones ecológicos de Indio Maíz, y de repente estaba ahí, frente a Daniel Ortega y Rosario Murillo, reclamándoles por la matanza de estudiantes sin imaginar siquiera cuánto estaba su vida a punto de cambiar.

¿En qué momento usted empieza a tener ideas políticas?

Mis padres eran los primeros en considerar malo el involucramiento en la política. Han sido antisandinistas. Los dos. Pero, porque veían que las cosas estaban complicadas. El encarecimiento de la vida. No eran opositores declarados, pero sí mantenían su rechazo al sistema. Fue como vetada la discusión política en mi hogar.

Siempre fui bien carismático.  Cuando venía del colegio, siempre entraba a mi cuadra saludando a todo mundo, y si alguien estaba afuera yo me quedaba platicando. Mi mamá me decía que yo iba haciendo estaciones como el viacrucis. ¿Cómo estaba la señora? Que si estaba enferma yo la iba a visitar y eso permitió que yo tuviese mayor cercanía con sectores  con necesidades de la población donde yo residía. A tal punto que en algún momento organizamos desde el hogar, con el apoyo de una iglesia cercana, un comedor infantil.

¿Qué me hace alimentar mi hartazgo? Yo envidiaba que en otros países había elecciones y veía otros rostros por las noticias. En mi país había elecciones y seguía viendo el mismo. Era envidia para poder disfrutar la democracia o la alternancia en el poder. Eso lo procesé años después, en ese momento yo solo decía: ¿Por qué sigo viendo a este mismo señor en la foto?

Usted prácticamente solo ha conocido un presidente de Nicaragua…

Definitivamente. Hasta este momento yo solo he vivido un presidente en Nicaragua. Daniel Ortega. Porque de don Enrique Bolaños es muy difícil que me acuerde. Era muy pequeño.

¿En ese punto se hace antisandinista o tuvo simpatías por el sandinismo en algún momento?

Creció en mí, por el hartazgo y la envidia de otros países, el espíritu antisandinista, de no involucrarme en nada, a pesar de que había en el barrio siempre una búsqueda de involucrarme en las actividades que ellos hacían. Pero, yo consideraba que eran personas irresponsables las que estaban al frente de esas actividades.

En algún momento declaró en una entrevista tener admiración por Carlos Fonseca.

Eso me pasó la factura. Fui demasiado ingenuo porque dije algo que pensaba, en el hecho de admirar a Carlos Fonseca porque era sobresaliente en los estudios. Me había contado su historia el doctor Carlos Tünnermann, como estudiante que fue de él. Eso fue lo que intenté trasmitir en ese momento. Nunca ahondé en su visión de la construcción partidaria, que sí la tenía, y visionaba para Nicaragua un modelo que posiblemente era un error.

¿Quiénes eran los personajes políticos que admiraba Lesther Alemán?

No, no consideraba ninguna afinidad. Admiraba a Sergio Ramírez, en su faceta como escritor, pero no en su rol dentro del Estado. No me identifiqué antes del 2018 ni después del 2018 con decir que soy de derecha o soy de izquierda. Pero sí me siento inclinado a la garantía de los derechos individuales y colectivos, y al acceso que un Estado puede proporcionar. Estoy definiendo aún mi ideología.

A su generación se le criticó mucho en su momento por su pasividad y acomodo. ¿A qué atribuye el cambio que se vio en 2018?

Se ha invertido mucho para que los jóvenes nos retraigamos de los procesos políticos. La política tradicional de Nicaragua antes del 2018 hizo su mayor esfuerzo para que la juventud no participara, con propuestas no atractivas para el segmento joven, limitándose a repartideras. En el 2018 lo que percibió la sociedad de Nicaragua, era que, a diferencia de las otras generaciones, nosotros estábamos viendo fuera de las fronteras. El momento de retraernos fue una especie de cansancio, de hartazgo porque era más de lo mismo. Mi generación: alta conciencia ecológica, cercanía con temas sociales y hartazgo de una sociedad que no ofrecía mucho. Nosotros estábamos siendo los recetores de sus mismos cansancios, de sus mismos malestares y hasta, posiblemente, de sus mismas incapacidades.

Esa intervención ante Daniel Ortega, ¿siente que definió al Lesther Alemán de ahora?

Desde el 2018 hasta hoy, he visto el video a lo sumo cinco veces. No quiero que eso sea lo que marque en mí un legado, lo que marque mi historia. Es exactamente ese accidente histórico lo que me catapulta al hecho de asumir un compromiso que la historia definió. No lo planifiqué. Pero, estar ahí y hablar, desde mi realidad, hizo que muchos se identificaran con mis palabras. Eso me lleva a asumir un rol que hasta ese momento yo no consideraba tener. Es después de esos tres minutos que asumo un compromiso con Nicaragua que definió, hoy en día, el desarrollo de estos años. Yo era un aparecido. Y no me afrento al decirlo: yo soy un aparecido de la política. En mí no van a encontrar un pasado de capacitación, de formación. No me arrepiento. Lo volvería a hacer. Lo he reflexionado muchas veces.

¿Sintió que le cayó sobre los hombros un peso demasiado grande, siendo usted un joven de solo 20 años en ese entonces?

Se nos ha demandado demasiado porque antes de eso no había a quién demandarle. Así como nos reconocían estar ahí, así nos demandaban. Por ejemplo, había declaraciones mías que causaban conmoción y yo estaba hablando desde mi ingenuidad, porque no había dimensionado lo que significaba para Nicaragua tener una contraparte ante un proceso de diálogo que fue totalmente improvisado. Por eso yo hablo de un accidente histórico. Esa demanda y ese compromiso me llevó a tener que postergar mi vida.

¿Qué sintió en esos tres minutos? Porque no solo estaba frente a Rosario Murillo y Daniel Ortega diciéndoles cosas que nunca nadie antes se las había dicho en su cara, sino que estaba en vivo ante media Nicaragua.

Fue un impulso. Sentí mucho coraje por lo que estaba pasando y la actitud indolente de quienes sí tenían respuestas para parar el derramamiento de sangre. No estaba consciente de lo que estaba haciendo, que estábamos en vivo, de que eso iba a traer repercusiones crudas a mi familia, que eso me iba a exponer a tal punto que no podía ir a una tienda a comprar un zapato con normalidad, no solo porque alguien me estaba esperando con una fotografía sino que era “él se anda comprando zapatos mientras otros están sufriendo”.

¿Sintió temor?

Temor sí, pero temor a que me callaran. Mi mayor preocupación al levantarme era que me llamaran la atención el cardenal Brenes o algún obispo. Que me dijeran que me estaba saltando el programa. Pero temor a Ortega no…

Porque no estaba previendo las consecuencias…

¡Por supuesto! Yo no estaba midiendo ni beneficios ni costos.

¿Y los costos han sido muchos?

Muchos. Pero no comparado a lo que Nicaragua ha vivido. Si ha pasado. Lo que he tenido que vivir yo en carne propio no lo veo como un costo, sino como un aprendizaje. Pero lo que sí considero que me ha costado esa aparición es haberle transformado la vida a mi padre y a mi madre. Complicarles su situación. Económica, de vivencia, de relaciones con su familia inmediata. Perdieron amigos. Se distanciaron personas cercanas a ellos.

A mi papá le cancelaron sus contratos al día siguiente. El 17 de mayo del 2018 mi papá quedó sin contrato alguno después de venir de época de abundancia. Mi papá tuvo que salir de Nicaragua. Afrontó lo que cualquier exiliado pasa. Hay muchas cosas que yo he callado y las continuaré callando poque no tiene caso hablar de mi familia. No ha sido tan cómodo que el reflector esté sobre vos. No estoy en una pasarela.

Usó la frase “mi vida se postergó”. ¿Qué significa eso?

Suspendí mis estudios durante esos meses. Después de ser una carrera de cuatro años y medio se hizo de cinco años y medio. Mi noviazgo, mi rutina, todo eso se postergó. Hasta renuncié a cosas que me satisfacían. Por ejemplo, salir a caminar… Yo no conozco una discoteca, me gusta el baile, me gusta cantar, pero no tenía el hábito de ir a discotecas. No. Estaba en una iglesia… Hasta en la iglesia misma, las personas se sentían amenazadas. Llegué a sentir que yo era un peligro.

Entiendo que vivió una etapa de semiclandestinaje.

Sí. Ya después del 16 de mayo no regresé a mi casa de la manera normal como llegaba antes. Llegaba ocasionalmente. Hubo asedio.

Usted ha contado que en los interrogatorios en la cárcel se le vinculaba al presidente salvadoreño Nayib Bukele. ¿Tiene algún sentido eso?

Totalmente absurdo. Una de esas noches, porque los interrogatorios eran de noche, llegan y me sacan y me preguntan por mi estado de salud. Todo en orden, les digo, con los mismos padecimientos porque no he recibido atención especializada. Me dice que en una investigación se encontró afinidad familiar y afectiva en segundo grado de consanguinidad con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Me preguntaron cuánto dinero me entregó, quiénes me acompañaron a mis visitas a El Salvador y que cómo se llamaba la persona, por lado materno, que compartía la sangre con Nayib Bukele. Yo vine y con la mano esposada me bajé la mascarilla y le dije: ¿No cree usted que nos parecemos en la barba?

¿Le explicaron de dónde sacaron esa afirmación? Porque a todas luces suena descabellado y ni siquiera se ve un propósito policial en ello.

Yo les pedí pruebas porque ellos me aseguraban un segundo grado de consanguinidad, como que hubieran hecho pruebas de ADN de ambos. Absurdo.

Mas allá de esos disparates, ¿sintió que en algún momento tenían información de espionaje cierta?

Todo era descabellado.

¿Por ejemplo?

A los 10 años fue mi primer viaje a Estados Unidos y ellos aseguraban que a partir de los 10 años y hasta el 2018 yo fui entrenado por la CIA. Extrajeron una fotografía que es la primera vez que estoy visitando Disney. Y esa era la prueba del inicio de mi adoctrinamiento por Estados Unidos.

¿Con los policías que se relacionó hubo algunos que se comportaran diferentes, que mostraran simpatías con ustedes?

De los custodios, el 90 por ciento demostró afinidad. Pero, son unas personas autómatas. A tal punto que un día uno de ellos, ya un señor, me dijo: Yo te respeto, te admiro, pero el día que a mi me digan que los tengo que golpear los voy a golpear. A veces nos decían entre dientes que los tenían vigilados. Oficial que me diera la hora, oficial que era sancionado o removido del pasillo. No había permiso de establecer ningún tipo de relación o afinidad, así que muchos se mostraban pedantes.

¿Supo al fin cuál era su problema con la pierna que se le vio renqueando? ¿Ya se hizo exámenes?

Hasta este momento no he podido acceder al tema de salud porque tiene un costo. Me estoy tratando más el problema del estómago, porque tengo un problema de reflujo, y unos cuadros de hipertensión que estuve experimentando. Lo del corazón y lo de la pierna he tenido que postergarlo.

¿Tiene idea sí qué lo origina?

Lo único que me decían allá es que era una inflamación del nervio ciático. A veces no me puedo ni levantar y a veces voy caminando y comienzo a cojear. No puedo dormir todavía del lado derecho.

¿Y esos problemas no los tenía antes?

Nunca.

¿Cuáles son tus planes ahora?

Tengo mucha incertidumbre por el estatus migratorio. Hasta este momento no está definido. Los accesos a apoyos son bien limitados. Ahora sí entiendo lo que es venir ´con una mano adelante y una mano atrás´. Pero yo tengo una ventaja, en medio de tanta calamidad, parte de mi familia estaba acá. A mi papá no le habían permitido entrar a Nicaragua. Mi preocupación es aquellos que no tienen familia y tienen posiblemente tres veces más dificultad que yo al no tener un apoyo familiar.

Los planes, en este primer momento han sido sanar y restablecer los lazos con mi familia. Pedir disculpas porque todos aquellos que son asociados a mí han tenido algún costo que pagar en esto. Amigos, conocidos, compañeros de clases.

¿Ha aceptado alguna de las varias nacionalidades que les han ofrecido?

Todas las opciones las tengo todavía que considerar. Voy a provechar para agradecer a Latinoamérica, a España, que se han manifestado solidarios con nosotros ante el carácter malinchista de Daniel Ortega. Imaginate que Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén tienen nacionalidad nicaragüense y yo no.

¿En sus planes está regresar a Nicaragua?

Si, voy a regresar. No sé en qué plazo. Y voy a regresar con todo el deseo porque vuelvo a vivir en mi país. Nicaragua me apasiona, la admiro y la sufro.

¿Ese regreso estaría condicionado a un cambio de gobierno o a una apertura que permita a los exiliados y desterrados regresar?

Ambos. Ante un cambio, y si antes de ese cambio está la apertura y la garantía de que los desterrados y exiliados puedan retornar a Nicaragua, por supuesto que regresaría.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí