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Los presos políticos fueron desterrados en un avión Boeing 767 de Omni Air Intenational. ARCHIVO

Destino: ¡Libertad! Crónica del vuelo del destierro

Fue un hecho inesperado para todo el país, y para ellos mismos. 222 presos políticos siendo liberados, pero desterrados hacia Estados Unidos. Te contamos cómo vivieron algunos de ellos esas horas entre Managua y Washington.

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Probablemente, solo dos personas han besado la pista del aeropuerto de Managua. Lo hizo el papa Juan Pablo II cuando visitó Nicaragua el 4 de marzo de 1983, y también Alex Hernández el 9 de febrero de 2023, segundos antes de subir a un avión que lo llevaría a su libertad.

Es cerca de las seis de la mañana. El sol empieza a asomarse por el este de la pista y el viento helado aturde los oídos de quienes se encaminan a las escaleras que están al pie del enorme Boeing 767 de Omni Air International.

Los que están a punto de abordar son 222 presos políticos que la dictadura de Daniel Ortega está por liberar y enviarlos hacia Estados Unidos. Muchos de ellos tienen hasta cuatro años en prisión. Otros tienen meses. Pero eso es lo de menos, todos están ahí por su pensamiento o su profesión.

El operativo para sacar a todas estas personas inició a ejecutarse en la noche del miércoles 8 de febrero. Las familias ya sospechaban que algo estaba por suceder, pues varias fuentes alertaron que había movimiento en los distintos penales del país.

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John Cerna lo confirma. Él estaba ahogándose de calor en la celda de máxima seguridad conocida como El Infiernillo, en la cárcel La Modelo, de Tipitapa cuando a medianoche lo llegaron a sacar, le dieron ropa de civil y lo llevaron junto a otros presos políticos a un galerón en donde les dieron comida.

Lo mismo sucedió en la cárcel de mujeres La Esperanza. Samantha Jirón estaba ahí junto a otras ocho presas políticas. “Nos llevaron ropa usada de paca y nos dijeron que nos cambiáramos”, cuenta. Luego las subieron a un microbús Toyota Hiace y las llevaron a La Modelo.

A Samantha Jirón le tocaba visita familiar el día que fue desterrada hacia Estados Unidos. Ahora, no sabe cuándo volverá a ver a su mamá y sus hermanos. TOMADA DE REDES SOCIALES

Samantha vio que además de ese microbús había otros buses rusos, que según John Cerna eran siete y tenían las ventanas cubiertas con sábanas para que no pudieran ver nada. Cerca de la una de la madrugada, los subieron a los vehículos y se los llevaron con rumbo desconocido.

En la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), mejor conocida como El Nuevo Chipote, fue similar. Alex Hernández estaba ahí junto a otro grupo de presos políticos, a quienes les llevaron ropa y los subieron a microbuses. Todos especulaban. ¿A los juzgados? ¿A La Modelo? ¿A nuestras casas? Y mientras dejaban Managua atrás, iban descartando destinos.

Tamara Dávila, en un video divulgado por redes sociales, contó que antes de que los sacaran les dieron un sándwich y una coca cola.

–Esto es comida de avión – dijo una de las presas

–A lo sumo nos van a llevar a La Esperanza o nos van a llevar a dar una vuelta para tomarnos una foto y nos regresan en 10 minutos – supuso Tamara incrédula.

Los presos políticos fueron llevados a la Fuerza Aérea del Ejército de Nicaragua para abordar el avión. TOMADA DE INTERNET

Voy a volver

Todos los vehículos cargados de presos políticos llegaron al mismo punto: un hangar de la Fuerza Aérea de Nicaragua, contiguo al aeropuerto internacional Augusto C. Sandino. John Cerna iba sentado hasta el fondo del bus en el que lo subieron, de manera que iba apartando la sábana y comentado con sus compañeros el trayecto.

Cuando vio que entraron por el portón cuatro de la Fuerza Aérea, se imaginó que los iban a mandar para algún lado.

En medio de todo eso, Samantha estaba en un apuro. Se estaba orinando. Cuando fue llevada a La Modelo, le pidió a una de las custodias que la llevara al baño, pero no lo hicieron y ahora estaba en un bus parqueado agitando las piernas de un lado a otro y suplicándole a su cuerpo que soportara la espera.

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Fue hasta las cinco de la mañana que empezaron a llamar a los presos políticos. Los primeros en subir fueron los que estaban en El Chipote y luego, los que estaban en casa por cárcel.

A Alex Hernández lo llamaron cerca de las seis de la mañana. Le dieron a firmar una hoja que decía: “Yo, (nombre del preso) acepto voluntariamente viajar a”, seguido de un espacio en blanco. Ahí le informaron que viajaría a Estados Unidos.

Alex Hernández antes de ser encarcelado. Pesaba 190 libras y salió pesando 110. ARCHIVO

Lo bajaron del microbús, le quitaron las bridas de las muñecas y un funcionario estadounidense fue el primero que le habló.

–Bienvenido a los Estados Unidos de América.

–¿Y vamos todos? – preguntó sorprendido

– No se preocupe. Vienen todos

–¿Y mi familia?

–El Departamento de Estado va a llamar a sus familias y vamos a hacer todas las gestiones para reunirlos cuando estén es Estados Unidos. Suba, adelante. Usted ya está libre.

Alex caminó un par de metros en medio de varios agentes de la Dirección de Operaciones Especiales Policiales (DOEP) encapuchados y armados y llegó donde unas personas que tenían una caja llena de pasaportes. Le preguntaron sus apellidos y le dijeron que al llegar a Estados Unidos le darían su documento de viaje.

Un par de metros adelante, un grupo médico le tomó la presión, temperatura, nivel de oxígeno y tras corroborar que todo estaba bien, le dijeron que podía subir al avión. “Yo me tiré al piso, di gracias a Dios y besé la pista”, cuenta.

Subió las escaleras y desde lo alto, volvió a ver atrás y se dijo a sí mismo: “Voy a volver”.

Siéntense

Una vez adentro del avión, Alex vio a Tamara Dávila, Dora María Tellez y varios amigos a quienes no había visto desde que fue detenido en agosto de 2021, pero faltaba alguien, su “amiga del alma”, Samantha Jirón.

Ella estaba todavía en el microbús con las demás presas políticas de La Esperanza y peleándose con las custodias porque no la habían llevado al baño. Ya eran más de cuatro horas aguantando. “Me les voy a orinar aquí”, amenazaba, pero no le hacían caso.

En los otros buses, los presos políticos esperaban su turno y todos pasaban por el mismo procedimiento que pasó Alex. Algunos tardaron en aceptar viajar a Estados Unidos porque tenían temor de no volver a ver sus familias, pero entre ellos mismos se convencieron de firmar el papel, además de que un comisionado a quien identifican como “Pacheco”, les dijo: “El que no firme, se regresa conmigo”.

Otros, como Miguel Mendoza, empezaron a cantar el himno de Nicaragua frente a los policías. “Miguel, cállate. En el avión cantamos”, le dijo uno de los presos con temor de que el canto de Miguel estropeara toda la liberación.

En el avión, varios presos políticos que estaban en La Modelo saludaron a Miguel Mendoza, que siempre los recordaba en sus redes sociales antes de ser encarcelado. En esta foto, aparece junto a Medardo Mairena después de ser desterrados hacia Estados Unidos. CORTESÍA

El último grupo en subir fue el de las presas políticas de La Esperanza. Ahí Samantha abogó por abordar primero para encontrar un baño y después de saludar a Michael Healy, pudo entrar al del avión.

A las 6:30, los 222 presos políticos ya estaban en el Boeing 767. John Cerna recuerda que fue a abrazar a Tamara Dávila, mientras que Samantha fue con Roger Reyes y posteriormente con su amigo Alex.

Marvin Castellón Ubilla y su madre Martha Ubilla se reencontraron en el avión después de que el régimen los detuviera a los dos. A él por protestar contra Ortega, y a ella por reclamar el maltrato contra su hijo.

También los hermanos Cristiana y Pedro Joaquín Chamorro Barrios, junto a sus primos Juan Lorenzo Holmann y Juan Sebastián. Los tres primeros se sentaron juntos en el avión y una conocida de Pedro Joaquín llegó a tomarles una foto que fue la primera imagen que se vio de los presos.

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Todos empezaron a reconocerse los unos con los otros. Hablaban de dónde estuvieron detenidos, las prohibiciones que tenían, los tratos que recibían, la pésima alimentación que les daban y como en los últimos días a varios les empezaron a dar más comida para repornerlos. Como que si un par de kilos pudiera cambiar la historia.

A José Pallais, Víctor Hugo Tinoco, Edgard Parrales, Jaime Arellano se les veía con su salud afectada, mientras otros como María Fernanda Flores estaban “irreconocibles”, cuenta Samantha.

Otros, eran desconocidos completos y hasta despertaban desconfianza en algunos por la cercanía que mantuvieron con el régimen de Ortega. Samantha recuerda que muy pocos quisieron acercarse a Marlon Gerardo Sáenz, mejor conocido como El Chino Enoc, y Roberto Larios, el exvocero del Poder Judicial, que era un total desconocido.

A ella le tocó sentarse junto a Moisés Astorga, exasesor de Alba Luz Ramos, la presidenta de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Samantha no lo conocía, pero pudo hablar con él durante el vuelo. “Me pareció simpático. Tranquilo”, comenta.

Esta fue la primera foto que circuló de los presos políticos tras conocer sobre su liberación. Fue tomada por una amiga de una hija de Pedro Joaquín Chamorro Barrios, quien aparece junto a su hermana Cristiana y su primo hermano Juan Lorenzo Holmann. CORTESÍA

El avión no podía despegar porque casi todos estaban de pie, en algarabía, saludándose los unos con los otros, mientras las azafatas trataban de hacer que todos se sentaran. “Siéntese, por favor. El avión no puede despegar”, repetían con un español machacado.

De repente, una voz conocida por todos les habló desde el micrófono del avión.

–Siéntense, por favor. El avión no puede despegar si no están sentados – le dijo Michael Healy.

Todos hicieron caso y el avión, con media hora de retraso, empezó a moverse.Mientras el Boeing 767 devoraba la pista para alzar vuelo, los pasajeros empezaron a cantar:

¡Salve a ti Nicaragua en tu suelo!

Ya no ruge la voz del cañón

Ni se tiñe con sangre de hermanos

El avión despegó en medio del canto del himno nacional y mientras subía y atravesaba las nubes, todos empezaban a gritar consignas. “Viva Nicaragua Libre”, “¿Cuál es la ruta?”, “Ortega, escucha, seguimos en la lucha”.

Todos estaban conscientes de que faltaban personas en ese avión. Uno de ellos era Hugo Torres, quien murió encarcelado el 12 de febrero de 2022. También faltaba monseñor Rolando Álvarez, el obispo de Matagalpa que se negó a ser desterrado.

Eddy Montes, Nicaragua, presos políticos
Además de Hugo Torres, los presos políticos recordaron a Eddy Montes, quien fue asesinado por un custodio en el Sistema Penitenciario en 2019. CORTESÍA

Destino

Para volar de Managua a Washington, normalmente se hace una escala en otro aeropuerto que suele ser en San Salvador, Miami o Houston, pero este vuelo llegó directo.

Una vez que en el avión se apagó la señal de mantener los cinturones abrochados, los pasajeros nuevamente regresaron a saludarse. Samantha también llevaba cerca a Kevin Solís y Edward Lacayo, y después fue a buscar a su amigo Yoel Sandino.

Por momentos pensaba en su familia y en su mamá. Ese día le tocaba visita familiar y su madre debía salir de la casa a las 8 de la mañana para llegar puntual, pero a esa hora, ella se encontraba volando entre Guatemala y México, con rumbo a Estados Unidos. No estaba segura si su familia sabía de su liberación.

John Cerna iba sentado junto a Yubrank Suazo. Platicaban sobre el futuro en Estados Unidos, lo que vendría para ellos y las familias que se quedaban atrás. Cerna, pensaba en su abuela, a quien su familia varias veces había encontrado de rodillas en la orilla de su cama rogándole a Dios por la liberación de su nieto.

Y en su madre y sus hermanas. John no estaba seguro si ellas iban a poder visitarlo en Estados Unidos después de que pidieron la visa americana y se las negaran.

John Cerna estuvo detenido 1,075 días en El Infiernillo, una celda de máxima seguridad de La Modelo. CORTESÍA

Alex estaba aliviado. Sabía que para su familia sería reconfortante no tener que llegar todos los días al Chipote, bajo el sol, a dejarle agua. Ya no iban a soportar los malos tratos de los policías, pero también pensaba en que no vería a su madre y hermanas por un buen tiempo.

En medio de todas las emociones, los sacerdotes que iban detrás de Alex empezaron a hacer una oración y luego, todos se levantaron a saludarse nuevamente, hasta que las azafatas insistieron otra vez en que se sentaran porque les iban a dar comida y no podían pasar con los carritos especiales por los pasillos abarrotados de gente abrazándose, en risas y poniéndose al día.

Michael Healy nuevamente habló por el micrófono.

–Les habla su azafato Michael Healy. Si no se sientan, los bajo – bromeó.

–Sacá los tractores pues – le gritó alguien desde el fondo

Las azafatas ofrecieron pollo o pasta. Alex prefirió pasta y dice que estaba deliciosa, pero Samantha no quiso comer porque no tenía apetito.

John Cerna sí comió, y pidió un vaso con hielo porque quería volver a masticar algo helado después de haber pasado 1,075 días en El Infiernillo. “¿Será que pueda recuperar todo ese tiempo?” se preguntaba a sí mismo en el avión.

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Más o menos a esa hora, en Managua, la Asamblea Nacional controlada por Daniel Ortega reformaba la Constitución y despojaba de su nacionalidad a estas 222 personas. Ninguno de ellos lo sabría hasta llegar a su destino.

De repente, por las ventanas del avión, vieron unos extraños helicópteros que se acercaban. Ya habían empezado a descender, el piloto les pidió que se sentaran y se pusieran los cinturones porque ya estaban sobrevolando Washington y apunto de aterrizar. Los helicópteros eran de medios de comunicación que iban grabando la llegada de los presos a la capital estadounidense.

Al aterrizar en Washington, a las 10 de la mañana en hora de Nicaragua, otra vez cantaron el himno seguido de consignas recordando a los caídos en las protestas. “Son gritos que no pudimos pegar estando presos”, dice John Cerna.

Varios medios de comunicación en Estados Unidos reportaron en vivo el aterrizaje del avión que llevaba a los 222 presos políticos. Esta es una captura de pantalla del reporte que hizo la Voz de América.

Lo primero que los golpeó al salir del avión fue el frío. Para John era un cambio fuerte pasar de los 40 grados de su celda, a los 11 de Washington. Mientras Alex terminaba de darse cuenta que esta era su segunda liberación y estaban siendo más emotiva.

La primera vez, Alex salió en junio de 2019 en un grupo pequeño y una camioneta lo dejó tirado en una rotonda en la entrada a Catarina, su ciudad natal, y de ahí tuvo que irse caminando a su casa, pero esta ocasión, era totalmente diferente. Lo iban a dejar en otro país.

Todos los presos salieron del avión y la mayoría llevaba una manta roja al cuello para protegerse del frío. Todos con frío, pero en libertad y con la sensación amarga de haber sido desterrados y despojados de su nacionalidad.Varios se comunicaron con sus familias al salir del aeropuerto.

John Cerna, no pudo hablar con su abuelita, la que pasaba orando por su liberación, pero sí habló con su mamá y sus hermanas. La abuelita de John falleció cuatro días después de que a él lo desterraran.“Me da tranquilidad que antes de que ella haya fallecido, yo pude salir libre”, comenta.

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