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San Juan Bautista: hablar sin miedo

Juan el Bautista le dijo a todo pulmón al rey Herodes una verdad que este no quería oír: que haberse casado con Herodías, mujer o esposa de su hermano Filipo, era indebido.

Juan para nada ignoraba el peligro de criticar o corregir a los poderosos. Más aún en tiempos en que bastaba una palabra de ellos para privar de su vida o bienes a cualquiera. Pero movido por el amor por la ley y la verdad, e incluso por el bien del mismo Herodes, se lo proclamó sin ambigüedades. Juan podría haber escuchado al miedo susurrándole al oído no enojar a la pareja real, pero pudo más el llamado que la hacía su vocación profética; el resonar de la voz de Dios en su conciencia.

Herodías llena del rencor que exhiben ciertas mujeres, le exigió a Herodes prender y matar a Juan. Este accedió a regañadientes lo primero, pero se negó a lo segundo. San Marcos nos cuenta que Herodes tenía a Juan por justo y lo respetaba y protegía (Mc.6;14-29). No es extraño. La rectitud y valentía de un hombre (o mujer) suele ser admirada aún por aquellos que son blanco de sus críticas, siempre y cuando sobreviva en ellos algún rescoldo de humanidad.

Humanidad era algo que se había secado completamente en Herodías. Quería doblar el brazo a su marido y lo hizo cuando en un banquete su hija bailó tan bien que Herodes, posiblemente ebrio y encandilado, le ofreció darle lo que pidiera. Ella aprovechó la oportunidad para decirle a su hija que pidiera la cabeza de Juan. Herodes se entristeció, nos dice el evangelista, pero habiendo empeñado en público su palabra accedió.

La conducta de Juan es un ejemplo para todos los cristianos y, en particular, para aquellos en posiciones de autoridad. Todos están llamados a correr los riesgos de proclamar la verdad, sea esta bienvenida o maldecida. Cristo ha sido el ejemplo más sublime de esta vocación. Siguieron sus pasos sus discípulos y muchos papas, obispos e incontables religiosos y laicos. Ellos prefirieron arriesgar su comodidad, sus fortunas y frecuentemente sus vidas, por ser testigos de la verdad, y defender la justicia y el derecho.

Actualmente el mundo padece un grave déficit de hombres y mujeres con ese talante. San Pablo exhortaba a los cristianos a no acomodarse a la mentalidad o modas del mundo (Rom. 12,2), sino a proclamar la verdad —a tiempo y destiempo— (II Tim. 4,2) y a renovar con ella las mentes y la sociedad. Hoy, sin embargo, son muchas las autoridades eclesiásticas y los cristianos que callan cuando deberían gritar, o se quedan en amonestaciones tímidas o diplomáticas, carentes de virilidad.

El colmo es que en algunos casos no es por miedo al martirio —solo en algunos países islámicos y en Corea del Norte matan a cristianos— ni tampoco a la cárcel —solo en los primeros y en Nicaragua ocurren esas cosas— sino el miedo a la antipatía de ciertos sectores, a la incomodidad de nadar contra corriente o a parecer “políticamente incorrectos”.

 Uno de los casos más flagrantes es la conducta de la actual jerarquía católica norteamericana. Aunque hay obispos claros y valientes, que llaman las cosas por su nombre, hay muchos otros que no lo hacen. En el caso del aborto, crimen condenado reiteradamente por la Iglesia, la conferencia episcopal no se atreve a criticar abiertamente la incoherente actitud del presidente Biden, quien se autodefine como católico, pero que lleno de furia ante la Corte Suprema de Justicia por haber eliminado el famoso fallo proaborto de Roe vs. Wade, toma medidas para que el Ejecutivo siga promoviéndolo en todo el país.

Cuando la jerarquía de Norteamérica y otras partes del mundo debería estar tronando contra estas conductas y crímenes abominables, algunas prefirieren callar, maquillar sus palabras o refugiarse en temas populares, como la defensa del medioambiente o la justicia social. Se vuelven así cómplices con su silencio o ambigüedades de graves males, o de los malvados. Harían bien en escuchar la amonestación de Santa Catalina de Siena: “¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas!, porque por haber callado ¡El mundo está podrido!”

El autor es sociólogo e historiador, fue ministro de Educación y es autor del libro Buscando la Tierra Prometida (Historia de Nicaragua 1492-2019) disponible en Amazon y librerías.

Opinión derecho Dios Juan Bautista Justicia Verdad archivo

COMENTARIOS

  1. Hace 2 años

    Igual pasa en la ciudad sobre 7 colinas: silencio ante las injusticias.

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