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La familia está en crisis

La ley natural considera a la familia como la forma normal de reproducirse los seres humanos, dar la debida protección y educación a los hijos y protegerse mutuamente. La familia, según la ley natural, se forma con la unión de un hombre y una mujer mediante el matrimonio basado en el amor y el compromiso de cuidarse en todo momento, guardarse fidelidad mutua y tener, criar y educar a sus hijos hasta que puedan valerse por sí mismos; así como los hijos tienen el deber de cuidar a sus padres en la enfermedad y en la vejez, y todos socorrerse unos a otros en sus necesidades.

La naturaleza humana requiere que los hijos necesiten durante mucho tiempo de su padre y de su madre, y que los esposos necesiten uno del otro mientras vivan, por lo que el matrimonio, y la familia que surge del mismo, tienen por ley natural un carácter permanente. Dolorosamente, por circunstancias adversas e inevitables, hay familias en que puede no haber un padre o una madre o hijos, y no por eso dejan de ser familias. Aquellos que experimentan esas carencias involuntarias, deben ser comprendidos y ayudados a salir adelante a pesar de ello, y vivir plenamente la felicidad de su amor en familia.

 En algunos lugares se vive una crisis de la familia, pero eso no le resta un ápice al valor de la misma. Reconocer que haya muchos divorcios, muchas uniones no matrimoniales (uniones temporales sin compromiso ni voluntad de que sea firme y permanente), así como parejas casuales que practican el sexo por simple placer sin amor ni compromiso, o parejas que renuncian a tener hijos (prefiriendo a veces un perro, un gato o un pez antes que un niño o una niña), no indica la norma a seguir ni mucho menos que esas situaciones respondan a la ley natural que es una norma universal para los seres humanos y que Dios nos la graba en cada corazón al venir a este mundo.

Hay crisis en la familia. La familia, como institución, está siendo desvirtuada y desvalorada. Esta crisis es más grave en unos países que en otros, pero tiene carácter mundial. Ya hubo otras crisis, como durante la decadencia de la Roma Imperial, o durante el auge del libertinaje sexual en el Renacimiento; y luego resurgieron los valores que le dieron su lugar nuevamente a la familia. Porque la sociedad sufre un grave deterioro y enormes problemas cuando su base, que es la familia, deja de ser una base firme y sólida; y toda la humanidad sufre terribles consecuencias.

Es verdad que las crisis pasadas fueron focalizadas en un sector geográfico o en un determinado sector social, y que hoy —dada las avanzadas comunicaciones modernas, la globalización y el desarrollo tecnológico—, la crisis es universal. El futuro de la sociedad depende primordialmente de lo que sean la familia y la educación que en ella reciban los hijos. La llamada “liberación” de las relaciones sexuales que pretende reconocer como natural que se tengan relaciones sexuales por mero placer, sin amor, sin compromiso, ni siquiera con intenciones sinceras de casarse; el incremento de nacimientos fuera del matrimonio comprando semen o usando un vientre de alquiler; la legalización del aborto… son parte de las causas de la crisis de la institución familiar: la expresión primera, básica, de la naturaleza social del ser humano.

Es la base de la sociedad. Por eso, una sociedad con familias sólidas y sanas será una sociedad sólida y sana. Y sin sociedades sólidas y sanas no existirá un mundo sano, una raza humana mental y sicológicamente sana. Son —entre otros— algunos síntomas muy alarmantes, una sociedad que recurre cada vez más a la violencia y las drogas, el aumento proporcional de enfermedades mentales incluyendo depresión y ansiedad y el aumento proporcional de suicidios.

El autor es abogado y comentarista de temas políticos y religiosos www.adolfomirandasaenz.blogspot.com

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