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La silla vacía de Petro en la OEA

El viernes 12 de agosto el gobierno del presidente Gustavo Petro debutó vergonzosamente en el OEA. Durante una Sesión Extraordinaria para abordar las decenas de violaciones a los derechos humanos en Nicaragua, la delegación de Colombia, una de las más grandes en dicha organización, se ausentó de la convocatoria, no votó, dejó la silla vacía.

¿Por qué duele tanto la ausencia de Colombia?

Comencemos por el principio. Colombia tiene historia dentro de la OEA y fue la cuna de la Organización de los Estados Americanos. En 1948, durante la Novena Conferencia Internacional Americana, celebrada en Bogotá, se adoptó la Carta de la OEA, el Tratado Americano de Soluciones Pacíficas “Pacto de Bogotá” y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.

 Esta fue la partida de nacimiento de la OEA y, por si fuera poco, el periodista colombiano Alberto Lleras Camargo fue el primer secretario general de esta organización. En 2001, en Lima, bajo el liderazgo del colombiano César Gaviria, séptimo secretario general de la OEA, fue adoptada la Carta Democrática Interamericana, el máximo instrumento de la democracia hemisférica. El compromiso establece que “la democracia representativa es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región y que uno de los propósitos de la OEA es promover y consolidar la democracia”.

El 11 de noviembre de 2021, bajo el liderazgo de la delegación de Colombia, la 51 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), aprobó la Carta Empresarial Interamericana. Dicho documento es único en su género y busca fomentar el desarrollo de un entorno favorable e inclusivo para fortalecer el crecimiento de un sector empresarial competitivo, a través de políticas que promuevan el emprendimiento, la formalización, la inversión, la innovación, la economía naranja y la integración de las empresas de todos los tamaños a las cadenas globales y regionales de valor y de suministro. Sí, este es uno de los tantos logros e iniciativas de Colombia en la OEA.

La silla vacía del gobierno de Petro en la Organización de Estados Americanos envía un mensaje negativo, ya que se distancia de la izquierda progresista y democrática de Chile y se decanta por la locura ideológica de AMLO en México, una izquierda sectaria, dura, radical y militante con un proyecto político del siglo pasado.

Durante la Sesión de la OEA del viernes pasado, México junto a países como El Salvador, Honduras y Bolivia, se abstuvieron de condenar los 350 asesinatos del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, la decapitación de 1,400 oenegés, la persecución a la Iglesia católica y la tortura de más de 190 presos políticos. Fue notorio, sin embargo, que Argentina se desmarcó de la relación parasitaria que mantiene con la política exterior mexicana y se sumó a las 27 naciones que sí condenaron las violaciones a los derechos humanos en el país centroamericano.
 
Petro le falló a Colombia y a la comunidad internacional.

 En su primera semana en el poder, el exguerrillero del M-19 se ha alejado mucho de la OEA y se ha acercado demasiado a los gobiernos totalitarios de La Habana y Caracas, y el viernes 12 de agosto no tuvo el liderazgo suficiente para condenar de viva voz a la dictadura de Daniel Ortega en Managua.

El silencio de Petro.

Ortega y Petro tienen una historia similar, los dos guerrilleros llegaron al poder mediante los votos, ambos alzaron y ensalzaron la espada de Bolívar en su toma de posesión y ambos ven en Cuba el modelo de la sociedad perfecta del siglo XXI. Cabe destacar que con el tiempo Ortega decidió que era imprescindible como jefe de Estado y resolvió, por las armas y no por los votos, quedarse en poder por tiempo indefinido, encarcelar a sus oponentes y poner a su esposa como la flamante vicepresidente. Esa es solo parte de la trágica historia de Nicaragua, ojalá no sea la historia de Colombia. Únicamente el tiempo y los ciudadanos colombianos podrán demostrar lo contrario.

El autor fue embajador de Nicaragua ante la OEA

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