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43 años de revolución: el surgimiento del partido único en Nicaragua

Nicaragua está transitando de la dictadura del partido hegemónico a la dinastía familiar de un único partido, no se parece a Cuba o Venezuela, la nueva criatura es un calco retorcido similar al de Corea del Norte.

Pocas veces la diplomacia permite espacios públicos para develar conversaciones privadas, el pasado 19 de julio fue una de esas ocasiones. Sucedió en vivo y en cadena nacional de radio y televisión. El primer ministro de San Vicente y las Granadinas, “el tío” Ralph Gonsalves, le dijo a Ortega que todo líder que se respeta debe considerar tres principios fundamentales: hacer justicia, misericordia y ser humilde.

Los dardos al centro disparados por Gonsalves son parte de una recurrente amonestación colectiva que varios embajadores, cancilleres y jefes de Estado vienen haciendo a Ortega desde hace buen rato. Ninguno de estos llamados ha tenido éxito. El dictador de 76 años parece tener la piel de cocodrilo, impermeable a toda crítica. Un despiadado violador de derechos humanos.

La situación cruel e inhumana que viven los 190 presos políticos en las mazmorras del Chipote, ha hecho de Ortega y su esposa la vicepresidente Murillo, una pareja de déspotas de clase mundial. Nadie, ni siquiera los líderes de la llamada nueva izquierda latinoamericana, llegaron al infame festejo del 19 de julio. Desaparecieron del relato oficial aquellos fraternales y empalagosos saludos revolucionarios internacionales, salvo los de Corea del Norte, China, Rusia e Irán.

Los ataques a la Iglesia.

Mientras la mayoría de los países de América Latina recurren a la Iglesia para mediar crisis o construir consensos, Ortega acorrala, exilia y encarcela a los líderes de dicha fe. La reciente expulsión violenta de 18 monjitas de la Orden de Madre Teresa de Calcuta evidenció que nadie está a salvo de las paranoias de la dictadura.

El asalto a los gobiernos municipales.

A tan solo 4 meses de las elecciones municipales Ortega decidió asaltar 5 gobiernos municipales, utilizando manu militari para imponer a sus incondicionales y pisotear la voluntad popular. El mensaje es claro y contundente: ya no importan las elecciones sino únicamente “mi elección”.

¿Y cuándo el comandante ya no esté?

 Esta interrogante sórdida y sorpresiva, no vino de la boca de un opositor, sino de uno de los hijos del dictador, que sediento de poder y protagonismo, hizo varios trinos en las redes sociales acerca de la inminente muerte de su progenitor.

Sí, las luchas intestinas por el poder ya comenzaron y no se curan con peptobismol.

Bailes, plumas y lentejuelas para levantar la moral decaída.

Durante la exclusiva fiesta nocturna del 19 de julio de este año, fue notoria la necesidad angustiosa de motivar a una horda de seguidores desmoralizados, diezmados y dispersos que aún no terminan de descifrar los códigos esotéricos de una estrategia de odio, en la que todos pueden ser enemigos y todos son sospechosos.

Este 19 de julio no fue una fiesta voluntaria sino un fiasco obligatorio. Muy poco o nada queda para rescatar o recoger entre los escombros de la llamada revolución del 79, donde una dictadura cayó para erigir una aún peor.

Esperanzas entre las cenizas.

En medio del desespero y la impotencia de nuestros días, surge entre las cenizas la esperanza de que el mismo pueblo que tumbó a un régimen criminal y despiadado, podrá repetir la hazaña en este nuevo siglo, sin armas, sin temores y con un profundo espíritu patriótico.

 Insisto, ese día está cerca y no lejos. El autor fue embajador de Nicaragua ante la OEA.

Opinión celebración 19 de julio archivo
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