El embarazo molar es una concepción anormal en que la mayoría de las veces el material genético proviene únicamente del lado paterno. Sus primeros reportes datan de 400 a.C. con Hipócrates, quien lo describe como “hidropesía del útero” y especulaba que su origen se asociaba a “aguas corrompidas” en ese órgano. De ahí el origen etimológico de la palabra, que deriva del vocablo griego hydatisia, que significa gotas de agua y del vocablo latino mola, que significa falsa concepción.
El embarazo molar es parte de un grupo de enfermedades clasificadas como enfermedad trofoblástica gestacional (ETG), que se originan en la placenta y tienen el potencial para invadir localmente el útero y de la misma forma invadir otros órganos. El origen de la ETG es único porque el tumor materno se desarrolla a partir de tejido gestacional en vez de tejido materno.
Refiriéndonos a embarazo molar se reconocen dos diferentes entidades, embarazo molar completo y parcial. Estos se diferencian basados en el patrón de los cromosomas, apariencia del tejido al microscopio, presentación clínica, así como resultados futuros. Aunque el embarazo molar es una enfermedad benigna, se considera premaligno porque tiene el potencial de desarrollar malignidad. La enfermedad maligna se conoce como neoplasia trofoblástica gestacional (NTG), y las entidades incluidas en este grupos son:
- Mola invasora
- Coriocarcinoma
- Tumor trofoblástico del sitio placentario (PSTT)
- Tumor trofoblástico epitelioide (ETT)
Las pacientes con embarazo molar usualmente se presentan con el ginecobstetra refiriendo retraso en el periodo menstrual, una prueba de embarazo positiva, así como signos y síntomas consistentes con un embarazo temprano o una complicación de embarazo temprano, como sangrado, dolor pélvico y vómitos. En la actualidad es posible realizar el diagnóstico incluso antes de que se presenten los síntomas, con los avances en las mediciones sanguíneas de la hormona del embarazo (B-HCG) podemos observar niveles anormalmente altos en comparación con embarazos normales. Asociado a esta alteración en los niveles sanguíneos de la hormona es posible identificar mediante un ultrasonido las características propias de la enfermedad.
Una vez sospechado el diagnóstico, se debe realizar el tratamiento que en la mayoría de los casos comprende la evacuación uterina mediante legrado en pacientes que desean conservar su útero, o en cirugías como histerectomía en aquellas pacientes en las que un próximo embarazo no es deseado. En cualquiera de los casos anteriores el tejido debe ser evaluado al microscopio para obtener un diagnóstico definitivo.
El abordaje de estas entidades debe ser multidisciplinario, encabezado por el ginecólogo-oncólogo debido al potencial maligno de la enfermedad, el cual realizará mediciones seriadas de B-HCG hasta obtener resultados negativos y de ahí un seguimiento estrecho durante todo un año; en caso de presentar una NTG podrá establecer el mejor tratamiento que puede ser quimioterapia o cirugía, o una combinación de ambos. No dudes siempre en consultar con tu ginecólogo si es necesario una evaluación adicional basada en tu diagnóstico.