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CONTENIDO EXCLUSIVO.“Ya se fueron… ya no hay monjitas ahí”. Casi cuatro décadas después de haberle abierto las puerta de Nicaragua y facilitar las gestiones para que desarrollaran sus proyectos humanitarios en el país, Daniel Ortega obliga a las Misioneras de la Caridad, de la orden Madre Teresa de Calcuta, a abandonar el país. “Ya ahí no hay nada, todo se lo han estado llevando de ahí”, comenta una habitante de la zona vecina al complejo Misioneras de la Caridad, en Granada, donde hasta la semana pasada operaban los proyectos de beneficencia de las religiosas.
Las instalaciones de los proyectos que ellas ejecutaban ya fueron tomadas por funcionarios de Ortega y, según vecinos, agentes de la Policía visitan la zona de vez en cuando. Supuestamente, cuatro de las misioneras salieron ayer del país con rumbo a Costa Rica y las que todavía se encuentran en Granada están en trámites para salir próximamente. En Managua, donde operaba otro convento que atendía proyectos de asistencia, nadie atiende el teléfono. Solo en uno de los números de contacto atendió una religiosa quien pide no ser citada y explica no tener autoridad para dar declaraciones, pero confirma a LA PRENSA que la hermandad ya está empacando maletas para salir del país.
A pesar de que cientos de nicaragüenses en condiciones vulnerables o de riesgo eran asistidos por las religiosas, quienes ahora quedan a la deriva sin el apoyo que recibían, Daniel Ortega ordenó el cierre de todos los proyectos que las religiosas desarrollaban en el país y pocos días después la Asamblea Nacional la incluyó en una lista de alrededor de cien organizaciones no gubernamentales (ONG) a las que despojarán de su personería jurídica en los próximos días. Mientras tanto, confisca sus bienes.
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Según vecinos granadinos, en los últimos días funcionarios del Estado entran y salen en “camionetonas con los vidrios oscuros” llevándose todo lo que las misioneras tenían en las instalaciones que manejaban. “Todo están sacando, hasta a las cocineras sacaron, a todo el mundo sacaron, ni los porteros son los que nosotros conocemos”, confirma la vecina. Hasta los vigilantes que resguardan el edificio son personas enviadas por el régimen de Ortega. Están armados y no dejan que nadie permanezca en las afueras del lugar.
“Las pobrecitas lloraron, lloraron bastante esas monjas”
El martes 14 de junio una monja salió al portón del complejo desde temprano. Estaba ahí esperando a cada mujer que se acercara para darle las nuevas malas noticias: la guardería comunitaria en la que cuidaban a niñas y niños de madres solteras o de familias de escasos recursos ya no los recibiría. A las 11:00 de la mañana ahí estaba otra vez, esta vez para decirle a cada anciano que se acercara que a partir de ese día el comedor de beneficencia ya no serviría a nadie más. A las 2:00 de la tarde tocaba el último anuncio: las clases de reforzamiento escolar y la recepción de recetas médicas para entregar medicinas también quedaban suspendidas.
Ese martes 14 fue el último día que los vecinos vieron llegar a todos los que a diario recibían atención o ayuda en el centro de Misioneras de la Caridad. “Fue el martes pasado que estuvieron avisando a todo mundo que iban a cerrar, que ahí les iban a avisar… Le digo a mi marido: ´Si ellas hubieran tenido información con tiempo, ellas avisan a la gente desde el lunes que iban a cerrar, pero fue de sorpresa parece que agarraron a las monjitas. Todos vinieron lunes, pero ya el martes ya no estaban recibiendo a nadie”, cuenta la vecina.
“Las pobrecitas lloraron, lloraron bastante esas monjas el domingo con la gente que venía a despedirlas. Porque a ellas las quieren, pues como ellas eran buenas con todo mundo, pues todos les tenían cariño, la gente a las que ayudaban… vinieron a despedirse”, cuenta una vecina granadina.
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Niñas, niños, adolescentes, mujeres y ancianos quedan “huérfanos”
“Ahí había un comedor para ancianos, les daban comida a las 11:00 de la mañana. Había una guardería para niños, funcionaba de 8:00 de la mañana a las 3:00 de la tarde. Habían clases de reforzamiento para los niños de todos los grados de primaria, de 2:00 a 4:00 de la tarde; todo eso lo quitaron. También repartían provisión a personas necesitadas todos los meses. El lunes pasado (13 de junio) todavía vinieron los niños, pero esta semana ya no hubo nada”, explica una vecina de las religiosas.
“Si necesitaba alguien un medicamento y venía a buscarlas, ellas lo daban, pedían receta y salían a entregarlo. Ellas no le negaban a nadie. Hicieron cosas buenas, pero como está la situación ahora, a las organizaciones las están agarrando como bolero de tarro… pero eso es injusto. Ellas ayudaban a gente que necesitaba, eso es un rencor”, expone otro vecino. “Ellos hicieron mal, es una zanganada lo que les hicieron”, relata el granadino.
Otro vecino lamenta que las religiosas ya no puedan seguir brindando toda la ayuda que daban. “Hicieron buenas cosas esas monjas, ellos están conscientes de que ellas estaban haciendo cosas buenas”, dice apesarado otro vecino.
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La salida de las religiosas se da después de varias semanas de infructuosas gestiones para seguir trabajando en el país. En esta ocasión, las misioneras no contaron con el apoyo de Ortega, tal como ocurrió hace casi cuarenta años, cuando durante su primer gobierno ellas llegaron al país y él recibió con los brazos abiertos a su fundadora, Madre Teresa de Calcuta, y abrió los espacios para que las religiosas iniciaran su trabajo humanitario en Granada y Managua.
Este martes, el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Monseñor Silvio José Báez, lamentó en su cuenta de Twitter “que la dictadura haya obligado a las hermanas Misioneras de la Caridad de Teresa de Calcuta abandonar el país”.
Persecución del régimen contra la iglesia, sacerdotes y religiosas
La salida de esta congregación deja en el desamparo a cientos de niños, adolescentes y ancianos necesitados y se suma a otras acciones de persecución contra miembros de la Iglesia católica. Entre ellas la reciente condena a dos años de cárcel contra el padre Manuel Salvador García, párroco de Nandaime, acusado de amenazar con arma blanca a un grupo de personas. Además, el padre enfrentará un segundo juicio por supuestamente agredir a una mujer, quien ha negado el hecho y por hacerlo enfrenta prisión preventiva.
Como parte de esta escalada represiva contra miembros de la Iglesia católica, el obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, monseñor Rolando José Álvarez, fue perseguido durante varios días por la Policía. Incluso fue obligado a resguardarse durante un par de días en un iglesia de Managua. También, recientemente el padre Harvin Padilla, de la parroquia San Juan Bautista, de Masaya, fue acosado durante diez días por lo que tuvo que ser trasladado a la capital.
Además, el 20 de mayo, el Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones y Correos (Telcor) le ordenó a las compañías que ofrecen el servicio de televisión por cable a nivel nacional sacar de su parrilla de programación el Canal Católico que se veía a través del Canal 51. Y el lunes 27 de junio ordenó hacer lo mismo con el Canal TV Merced, de la Diócesis de Matagalpa, que transmitía su programación en Matagalpa y Jinotega a través de una empresa de cable radicada en Matagalpa.
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