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José Dávila, analista político: “El Frente Sandinista infiltró a las filas de la oposición”

Como autocrítica dice que “nunca tuvimos la capacidad de siquiera imaginar el tipo de ofensiva represiva que se iba a venir por parte del régimen” y considera lo que hay en Nicaragua es “una oposición subdesarrollada frente a una dictadura salvaje”.

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Para el 2017, José Dávila Membreño había acumulado 50 años de andar en política y pensó que era su momento para retirarse. Celebró con amigos la decisión, y estaba dispuesto a vivir tranquilo con su esposa, cuatro hijos y seis nietos, cuando se vino el 2018 que lo cambió todo en Nicaragua. “Lo de 2018 me volvió a la política y continué”, dice. No solo eso, se convirtió en el director ejecutivo de la Alianza Cívica, una de las organizaciones opositoras más importantes de su momento, y a sus 72 años dice: “Quisiera tener 30 años menos para tener más energías para la lucha”.

De sello socialcristiano, José Dávila, creció en el popular barrio “del Gancho de Camino”, fue miembro del directorio de ARDE, junto a Edén Pastora, un personaje que describe como “folclórico e ideológicamente no tan sólido” y luego embajador de Nicaragua en Alemania durante el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro. “Soy economista de profesión, político de vocación y periodista por afición”, anota.

Dávila ha vivido y luchado contra tres dictaduras en su vida, pero considera que ninguna es tan “cruel y salvaje” como la de Daniel ortega y Rosario Murillo, ni siquiera comparándola con otras de América Latina. “He andado en la lucha contra Somoza, contra los sandinistas, otra vez contra ellos, pero lo que hoy veo es lo peor que yo he visto en mis 55 años de política”, señala.

En esta entrevista analiza desde su experiencia y perspectiva el papel de la oposición en Nicaragua, los atascos y las posibles soluciones para la crisis que vive el país.

¿Cómo ve la situación de Nicaragua?

Muy grave. Estancada. Con un gobierno que perdió absolutamente las nociones y responsabilidades de gobernar. Lamentablemente nos ha tocado unos de los peores regímenes de la historia que se recuerde en América Latina. Una soberbia, una cerrazón.

Usted ha vivido tres dictaduras y ha luchado contra ellas.

Lo que se está viviendo hoy es inaudito. Yo quisiera tener 30 años menos para tener más energías para la lucha. Era impensable, era inimaginable. Todavía antes de junio (de 2021) andábamos con la Alianza Cívica, la Alianza Ciudadana, los precandidatos y elecciones primarias, con esperanza y buena fe. Pero lo que se vino después, ya en junio, y lo que hoy se está viendo, realmente es una tragedia. Han bloqueado el futuro. Tienen atemorizado al pueblo de Nicaragua, las libertades públicas están seriamente limitadas, sino eliminadas, ese derrumbe del estado de derecho es algo espantoso. La destrucción de los partidos políticos fue brutal, la destrucción de la sociedad civil con centenares de oenegés destruidas, la masacre, los presos políticos, y todavía la pareja presidencial piensa que todo lo que hace lo hace en nombre del pueblo. A mi horrorizó la poca evolución del pensamiento del mandatario Daniel Ortega cuando dijo que las masacres de 2018 eran la continuación de las luchas de Sandino y Zeledón y la lucha contra el somocismo. La situación de Nicaragua es grave y lo peor, no se le ve solución a corto plazo.

¿Por qué?

Porque el gobierno está demasiado cerrado. En el 2018, en el 2019, en el 2020, cuando vinieron las elecciones, pudo hacer una apertura democrática, elecciones aceptables…

¿Pero a cuenta de qué el régimen haría una apertura que significaría su fin?

Si. Se fue tan largo que estamos en el punto de no retorno. Ya no puede hacer nada por Nicaragua, aunque lo quiera. Si da libertad a los presos es contra él, si da elecciones libres es contra él, si permite la llegada de los organismos internacionales, es contra él, si anuncia su renuncia, es contra él. No hay retorno. Perdió oportunidades. Las mismas dictaduras de América Latina negociaban, buscaban salidas, pero esa es la tragedia de Nicaragua, el pensamiento político, entre comillas, de la pareja presidencial.

¿Existe la Alianza Cívica?

La Alianza Cívica fue un intento, una organización muy positiva….

¿Existe o no existe la Alianza Cívica?

Existe, pero dividida… Las dirigencias departamentales y municipales existen, están en Nicaragua, y hay un grupo, del cual no puedo decir mucho, una cúpula, ahí hubo una división, parte de la cultura política de la oposición.

¿Usted sigue siendo el director ejecutivo de la Alianza Cívica?

Para serte franco, me dicen miembros de la Alianza Cívica que yo sigo siendo, pero para otro sector no sigo siendo porque la verdad es que eso está dividido, lamentablemente. Es muy doloroso, sobre todo teniendo a los compañeros de Alianza Cívica en la cárcel.

¿Cuánta responsabilidad tiene la oposición en esa Nicaragua que hay ahorita?

No ha sido posible construir la alternativa frente al régimen de Ortega y Murillo. No se ha construido un proyecto político alterno, un liderazgo aceptado por la población, una estrategia para llegar al gobierno, el apoyo internacional… No hay alternativa. No solo es culpa de la oposición, nosotros somos una oposición subdesarrollada frente a una dictadura salvaje. No tenemos escuela democrática, solo hemos tenido escuelas dictatoriales y la cultura dictatorial no es buena al diálogo, se prefiere la confrontación, se es maniqueísta, yo soy el bueno y los demás son malos, narcisistas, divisionistas. Esa es una cultura política que arrastramos en la oposición también. Y yo agrego, con mucha conciencia, el trabajo del Frente Sandinista en las filas de la oposición. Ellos se han infiltrado, ellos cofunden, compran y reclutan gente. Pero hay dos cosas que son un gran activo político, a pesar de esta situación realista, no pesimista: uno, la decisión, la valentía, del pueblo de Nicaragua; y dos, es que queremos democracia, queremos libertad, queremos justicia, queremos pluralismo. Y esos principios y valores van a triunfar. Estoy seguro.

¿Puede una oposición democrática enfrentar una dictadura tan despiadada como la de los Ortega Murillo?

No hay estrategia. Nos equivocamos. Nosotros estábamos como Costa Rica, andábamos alegres haciendo elecciones primarias, valorando puntuaciones…. Yo me acuerdo. Nunca tuvimos la capacidad de siquiera imaginar el tipo de ofensiva represiva que se iba a venir por parte del régimen. Las capturas dieron una sorpresa. Y creíamos que a CxL (Ciudadanos por la Libertad) lo iban a dejar. ¡También lo hicieron! Luego las oenegés y no se detienen. Es cierto, como que las armas de una democracia no pueden derrocar a una dictadura, pero esas son nuestras armas y tenemos que insistir. En Nicaragua un golpe de estado no se ve; una invasión extranjera no se ve; un levantamiento repentino de ellos, no se ve; un levantamiento de la oposición como el de 2018, no se ve… ¿Entonces cómo? A mí se me aleja la posibilidad de ver una democracia reinante, pero sigo creyendo que a esta dictadura tenemos que llevarla al punto en que permita al pueblo de Nicaragua hacer elecciones libres. No hay otra forma.

¿Pero cómo se llega ese punto? ¿La violencia es una alternativa?

No, no es alternativa. A esta juventud le va a tocar lo duro. Se necesita mucha formación política, formar demócratas, organizarse, extender el mensaje, crear estructuras, construir un liderazgo ético, aceptado por la gente, y luego hay otros factores como el apoyo internacional. (El punto) llega tarde o temprano, porque no es sostenible esta represión. Ortega puede heredar un caos en vez de heredar cierta estabilidad. Son los estados, los gobiernos, los encargados de dirigir las naciones, y está en las manos de Ortega que él pueda visualizar una solución a esta tragedia. Si hay una posibilidad de una solución está en manos del estado nicaragüense.

¿No ha sido ese el pecado de la oposición: depositar la solución a esta dictadura en manos de la dictadura misma?

Por razones que no se comprenden Ortega ha llevado al caos a Nicaragua, al caos a su régimen, y va a llevar al caos a su familia. El pueblo está haciendo una cosa grande que es resistir. Los regímenes pasan.

¿Las contradicciones que tiene el sandinismo a lo interno pueden ser parte de la solución? Lo que algunos llaman implosión.

Claro que esas contradicciones existen. Es dialéctica. Por eso decía que no es sostenible, porque en un sistema así las contradicciones crecen y se viene debilitando, más cuando el control es de una persona. En Cuba o China son dictaduras de partido, pero hay dictaduras de personas. Ese sistema no es sostenible, tanto por factores externos como internos.

Hay un sector importante de la oposición que teme que después de Daniel Ortega quede un sandinismo sin Daniel Ortega.

Yo no creo en un sandinismo sin Ortega, porque cuando hay un tipo de caudillo de esta naturaleza, una vez que ellos no estén, ahí hay un derrumbe. No creo que quede algo intermedio. Si este gobernante tuviera un poco más de actualidad política mental, haría una apertura, tratando de mantener su cuota de poder. Negociaría. Pero él, no.

¿Sería una salida negociar con Ortega aún?

Lo ideal es una negociación, pero una negociación entendida en el sentido democrático, con un diálogo democrático y un objetivo común, que es la convivencia pacífica. Bajo la filosofía de dame que te doy. Pero a este gobierno se le ve claramente que le interesa negociar solo con los Estados Unidos.

¿Pero con cuál oposición podría negociar Ortega en estos momentos?

Yo reconozco que hay dificultades de encontrar un interlocutor ahorita, sólido, con estrategia, aceptado por todos en Nicaragua y la comunidad internacional. No lo hay. Pero vuelvo al punto: los gobiernos tienen en sus manos el inicio de la solución de los problemas de sus países, Más cuando son tan graves como el de Nicaragua. Solo con poner en libertad a los presos políticos cambiaría el panorama.

 ¿Qué puede ganar el régimen de Daniel Ortega dando elecciones libres, liberando presos políticos, permitiendo el goce de las libertades, si eso significaría su fin?

Él se dejó llegar hasta el punto que cualquier cosa buena para Nicaragua que quiera hacer no es buena para él. No estamos cayendo al precipicio, ¡ya estamos en el precipicio! y hay que buscar cómo salir, y quienes tienen la obligación son ellos porque la oposición ha sido clara: queremos libertad para los presos políticos, libertades públicas y elecciones libres.

Plano personal

José Dávila Membreño, tiene 72 años de edad y 55 de andar en política. “Quiero ser justo con alguien que me ha acompañado en todo momento durante 47 años, es Ivania, mi esposa con 47 años de matrimonio, con cuatro hijos el mayor de 45 años, y seis nietos, el mayor de 22 años”, dice.

Entró a la política en 1967 cuando participó en un seminario del Partido Social Cristiano y desde entonces se le vio como miembro de ese partido en las uniones opositoras que se organizaban contra Anastasio Somoza.

Fue compañero de bachillerato del general en retiro Humberto Ortega y recuerda haber participado en huelgas donde se pedía la liberación de Daniel Ortega, que estudiaba un año antes en el mismo colegio.

En 1975 ganó una beca para estudiar en Alemania y regresó a Nicaragua en 1979 pensando apoyar la naciente revolución. Sin embargo, en 1981 se declaró opositor y en el 83 se fue para el exilio. No regresaría a Nicaragua hasta 1990.

Fue embajador del gobierno de doña Violeta Barrios, en Alemania y concurrente en Suiza en 1994. “Del 75 al 2015, que son 40 años, yo estuve un poco más de 30 fuera de Nicaragua, trabajando para Nicaragua”, señala.

Poco le gusta el cine, no se considera un gran lector y le apasiona el fútbol y el beisbol. Verlo por Tv y no jugarlo. Siempre extraña “un vaho bien hecho” y dice amar la fritanga.

La Prensa Domingo Daniel Ortega José Dávila oposición archivo

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