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Presos políticos y destierro

Pese a que en Nicaragua prácticamente todos los días nos enteramos de un nuevo atropello, arbitrariedad o injusticia cometida por el régimen Ortega-Murillo, una constante es la situación de los presos políticos en el país. Mientras existan presos políticos en el país, su liberación será la principal demanda de la comunidad internacional y el principal punto de convergencia de la oposición nicaragüense.

Meses atrás, el propio Daniel Ortega, además de insultar soezmente a los presos políticos, sugirió que deberían irse del país. Más recientemente, sin forma ni figura jurídica, Xóchitl Tapia y Salvador Espinoza, fueron desterrados de Nicaragua bajo la amenaza de encarcelamiento, pero esta vieja usanza dictatorial superada hace medio siglo, puede convertirse en un acto de clemencia de este par de sátrapas con el famélico y cada vez más frágil estado de salud de los presos políticos.

Si se analiza con frialdad nos daremos cuenta de que la crisis sociopolítica de Nicaragua ha sido manejada por Daniel Ortega en clave de guerra, no se puede esperar otra cosa de un sujeto cuyo único mérito de vida es haber formado (mal que bien) parte de una guerrilla que derrocó a una dictadura. Para Ortega, los presos políticos son más prisioneros de guerra que personas privadas de libertad, lo que en su mente explica el trato diferenciado.

Eso puede justificar su deseo o interés en sacarlos de país. Pero para que esto ocurra, deben acontecer al menos dos circunstancias, la primera es que las personas que se encuentran como presas políticas estén de acuerdo, para que sus familiares se organicen y lo demanden públicamente; y la segunda circunstancia, es que al menos un país abierta o encubiertamente les reciba. Si Daniel Ortega piensa en clave de guerra, tal vez tenga en mente un escenario similar al desenlace de la toma de Palacio Nacional en 1978.

Creo que hoy nadie tiene duda del compromiso inclaudicable que tiene cada una de las personas presas políticas con la libertad y la democracia en Nicaragua, pero su sacrificio está poniendo en riesgo su vida e integridad física, pudiendo llegar a tener efectos irreversibles en su situación de salud. Si a Daniel Ortega no le importa que la lucha por la libertad y la democracia en Nicaragua siga costando vidas, que a nosotros sí.

Me estremece pensar como Tamara Dávila antes de su encarcelamiento pesaba 140 libras y un año después de su confinamiento, pese menos de 100. Yo no deseo seguir escuchando noticias sobre las deplorables condiciones que enfrentan los presos políticos, creo que nadie, ni el propio Daniel Ortega, aunque en su caso, más que por un acto de humanidad, por ser un despropósito para su único fin, la permanencia en el ejercicio del poder, por ser los presos políticos el principal accionar de visibilidad internacional de la oposición.

Es importante analizar otros aspectos, por ejemplo, aunque el día de mañana los presos políticos fueran liberados por una amnistía o lo que sea, estas personas pasado mañana se van a incorporar a la lucha opositora y Daniel Ortega los volverá a meter presos, como ocurrió con Miguel Mora, aún en libertad, el país no es seguro para ellos. En cambio, visto con un enfoque pragmático, el destierro, además de permitirles recuperar su libertad, su condición de salud, reencontrarse con su familia y al mismo tiempo retomar su lucha opositora, aunque desde el exilio. En función de ello les pregunto, ¿acaso existe otra forma de hacer oposición en este momento en Nicaragua, sino es desde el exilio? No dudo que, de presentarse la situación descrita, serán un factor determinante para la unificación opositora y definición de una nueva estrategia para el restablecimiento democrático en el país.

El destierro, aunque abiertamente violatorio al Derecho Internacional de los Derechos Humanos y no tener ni siquiera asidero legal en Nicaragua, puede convertirse en un repliegue táctico opositor que preserve la vida e integridad de los presos políticos y al mismo tiempo, puede convertirse en una variable determinante para articular una nueva estrategia en la lucha opositora.

El autor es maestro en Derechos Humanos.

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