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Sandinistas que apoyaron la mortal represión del régimen Ortega Murillo, en 2018, o apoyaron la misma, hoy se están yendo a Estados Unidos, al imperio yanqui que denuncia Daniel Ortega. LA PRENSA/ TOMADA DE INTERNET

La lealtad de los “sandinistas históricos” hacia Daniel Ortega y la inconformidad con Rosario Murillo

Han sido útiles al dictador, quien no ha hecho mucho por ellos. Su fidelidad hacia él es más por razones “sentimentales” que monetarias, explican un orteguista y varios disidentes sandinistas. Sin embargo, esa devoción le sale cara al pueblo nicaragüense

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Muchos de ellos han muerto en la más absoluta de las desatenciones. Enfermos. Sin recursos. En miseria. Otros, incluidos una buena parte de los que lucharon contra Somoza, se sumaron a la oposición al orteguismo. Pero todavía hay un grupo que apoya fielmente a Daniel Ortega como el gran líder del sandinismo.

Se trata del sandinismo histórico. Se les puede subdividir entre “combatientes históricos”, porque lucharon contra Somoza, y “militantes históricos”, los que de alguna manera han estado involucrados con este movimiento.

“La tendencia del sandinista es tratar de dejar a salvo el liderazgo de Daniel. Les echan la culpa a los diputados, a los alcaldes, a los funcionarios, y ahora a Rosario (Murillo), pero dejan la figura de Daniel como intocable”, explica la comandante guerrillera Mónica Baltodano, hoy opositora a Ortega.

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Esa fidelidad a la figura de Ortega podría estar motivada por beneficios económicos, pero tanto orteguistas como disidentes sandinistas consideran que son más las razones ideológicas y sentimentales que las monetarias.

Los “viejos panzones” que se veían como paramilitares orteguistas en 2018, eran combatientes históricos del sandinismo. LA PRENSA/ ARCHIVO/ AFP

El perfil del sandinista histórico

Por lo general, son personas mayores de 60 años de edad, afirma Mónica Baltodano.

El combatiente histórico y paramilitar orteguista, Marlon Sáenz, conocido como “Chino Enoc”, dice que podría haber en toda Nicaragua unos 20 mil. Esa cifra, explica el paramilitar, llegaría hasta más de 700 mil si se le suman todas las personas que de alguna manera tuvieron que ver con el FSLN, tanto los que hubo antes de 1979, incluidos “correos” y gente que brindó asistencia a los guerrilleros, como los que se unieron después del triunfo de la revolución, como excachorros, miembros de la Juventud Sandinista, entre otros.

Baltodano indica que, cuando se otorgó la militancia de la segunda promoción a aquellos que se habían integrado al FSLN antes de septiembre de 1978, apenas fueron unos tres mil.

“Se dijo que la primera promoción eran los caídos, segunda promoción los que nos integramos antes de la masificación que comenzó con la insurrección de septiembre de 1978. Los demás fueron ya militantes simples. Pero muchos combatientes populares, que se integraron a última hora, también se reivindican como combatientes históricos”, manifiesta Baltodano.

De falda negra, Ángela Díaz Aguilar, una de las mujeres de El Cuá, murió en el 2021 en una casita muy humilde. El alcalde de Matagalpa llegó a hacerle honores pero no fue capaz, cuando ella vivía, de construirle siquiera paredes al inmueble de la sandinista histórica. LA PRENSA/ CORTESÍA

De los sandinistas históricos que aun quedan dentro del FSLN, el Chino Enoc considera que un 80 por ciento de ellos “tienen bajo nivel cultural”. “Somos pocos los profesionales”, indica.

El Chino Enoc, quien es abogado, asegura que la mayoría de ellos no usa las redes sociales porque las consideran que son “para chismes”. Tienen WhatsApp, pero no siempre cuentan con datos para ver los mensajes.

Otro comandante sandinista, hoy en la disidencia, señala a la Revista DOMINGO que la mayoría de los sandinistas históricos que permanecen dentro del FSLN “son personas que no tienen la capacidad de romper política ni emocionalmente con Ortega”.

“Son gente disminuida en su capacidad de discernimiento y son dominados por sus emociones. Tienen una idea reducida de lo que fue el proceso revolucionario, que fue hermoso y trágico a la vez, y personalizan eso en Ortega. No separan a Ortega de ese proceso en el que ellos participaron. Creen en un FSLN que ya no existe, solo en la cabeza de ellos y, a pesar de los desplantes, de la marginación, de los malos tratos y, ahora, del acoso policial, no pueden separar una cosa de la otra”, manifiesta el comandante sandinista que hoy adversa a Ortega.

Según ese comandante, la lealtad a Ortega por parte de los sandinistas históricos no tiene que ver con dinero, sino con “un factor emocional”, fortalecido por la vivencia de la lucha revolucionaria que fue “una experiencia vital muy intensa”. “Ellos se definen a partir de esa participación”, añade.

El Chino Enoc considera que la lealtad a Ortega se debe a “una decisión” que se tomó hace tiempo en el congreso sandinista para promover a Daniel Ortega como máximo líder, y así evitar que otras personas quisieran hacerse con el poder del partido, es decir, prevenir “pugnas por el poder”, a como ocurre con otros partidos de izquierda en el mundo, como en la China comunista o Cuba.

“La lealtad es a la causa”, aclara el Chino Enoc.

Muy útiles

Los sandinistas históricos no solo fueron importantes para el FSLN en la lucha contra Somoza y en los años ochenta del siglo pasado, sino también después de que Daniel Ortega perdiera el poder en las elecciones de 1990.

Mónica Baltodano recuerda que, durante los gobiernos de doña Violeta Barrios de Chamorro y posteriores, los sandinistas históricos jugaron un papel importante en las violentas huelgas y asonadas que orientaba Daniel Ortega.

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“Eran elementos muy activos. Cuando Arnoldo Alemán era alcalde de Managua, quiso sacar los restos de Carlos Fonseca de su tumba en el Parque Central. Para afirmar esa acción, sus adeptos, que eran contras y somocistas recalcitrantes, pusieron una bomba en la tumba. Los combatientes históricos se levantaron. Las oficinas de la Alcaldía fueron incendiadas. A partir de entonces la tumba de Carlos Fonseca estuvo protegida por combatientes históricos”, explica Baltodano.

En el 2018, los combatientes y colaboradores históricos nuevamente fueron aprovechados por Daniel Ortega.

Turbas sandinistas vandalizan las oficinas de la Alcaldía de Managua, en 1991, el día que hubo una explosión en el mausoleo a Carlos Fonseca Amador. LA PRENSA/ TOMADA DE FACEBOOK

“Fueron llamados a apoyar al gobierno y se sumaron encapuchados a disparar contra los tranques y barricadas. En los vídeos se puede apreciar claramente los cuerpos de los viejos combatientes con panzas, que se diferencian de los jóvenes policías y otros con entrenamiento reciente”, manifiesta Mónica Baltodano.

Inicialmente, quien agrupó a los sandinistas históricos como paramilitares fue el comandante guerrillero Edén Pastora, explica el Chino Enoc, pero después, como Pastora brindó declaraciones que no le gustaron a Rosario Murillo, ella lo quitó y puso a Leopoldo Rivas al frente de los mismos, asegura el Chino Enoc.

A estos paramilitares se les prometió desde darles trabajo en las instituciones estatales hasta atenderlos de sus dolencias físicas.

Maltrato y lealtad

Como Rosario Murillo no fue guerrillera, señala Mónica Baltodano, a ella se le atribuye menospreciar a quienes fueron guerrilleros en la lucha contra Somoza.

Desde los años noventa, Murillo había estado preparando a jóvenes para que fueran los nuevos líderes en el FSLN. Ella comenzó a ostentar poder en el partido tras el pacto con Arnoldo Alemán, de modo que, cuando Ortega regresa al poder en 2007, decidieron concentrar su trabajo en los jóvenes y empezaron a darles un rol relevante a gente de la generación de los ochenta y noventa.

“El menosprecio de Rosario se expresó también en las candidaturas a concejales ya desde el 2008, en los puestos públicos. Pero lo que más les dolía a los combatientes históricos orteguistas era el no reconocimiento de su historia. Las tarimas ya no eran ocupadas por méritos pasados, sino por jóvenes con las coreografías subordinadas que hasta ahora conocemos”, expone Baltodano, quien agrega que “fue creciendo un resentimiento de muchos de los combatientes históricos”.

Sin embargo, los combatientes históricos, molestos por las cosas que ocurren a lo interno del FSLN y no les gusta, nunca la emprenden contra Ortega, máximo líder del partido, sino que tratan de justificarlo.

“Es un mecanismo que usa el disidente para no romper el vínculo con el FSLN, que es como una religión y un santo, Daniel. Es un mecanismo para no quedar como un traidor. Es decir, la crítica la enfilan contra cualquiera, menos contra Daniel. Así fue siempre Carlos Guadamuz, con licencia para atacar a toda la Dirección, menos a Daniel. Cuando empezó a atacar a Daniel, pasó a otro plano”, declara Baltodano.

Rosario Murillo, de verde olivo en Las Piedrecitas, el 20 de julio de 1979. Ella nunca fue guerrillera. LA PRENSA/ CORTESÍA

Para la comandante guerrillera, la lealtad de los sandinistas históricos a Ortega no es tanto un asunto de beneficios económicos como psíquico. “Es un mecanismo psicológico, como la dominación del macho a la mujer”, asevera.

“Ortega no ha hecho nada especial por ellos. Es más bien que ellos lo ven como dios. Dicen: Daniel está enfermo. No se da cuenta. Es ella (Murillo) la mala”, indica Baltodano.

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Ese mecanismo psicológico es alimentado porque la pareja presidencial manipula la historia y a los símbolos y referentes del sandinismo, como Sandino y Carlos Fonseca. “Eso existe en toda dictadura, en todo régimen de poder. En Chile, por ejemplo, la derecha tenía como un dios a Pinochet. Dicen lo mismo de Franco en España. Aún hay gente que los idolatra. Hitler. Hasta hoy existen también gente que idolatra a Somoza. Por lo menos yo conozco a algunos”, finaliza diciendo Baltodano.

Lo económico sí importa

En cuanto terminó la guerra civil de los años ochenta, el FSLN peleó porque se le diera tierras y pensiones a quienes habían luchado contra el somocismo y contra los contrarrevolucionarios.

Según un documento del Seguro Social, elaborado por la administración de Enrique Bolaños, en el año 2001, cuando existían en el Seguro Social un total de 25,150 pensionados de guerra, fueron pagados un total de 69.71 millones de córdobas.

Esas cifras de pago fueron subiendo durante toda la administración de Bolaños, pero fue disminuyendo la cifra de víctimas de guerra, que incluía a sandinistas y excontras.

Los años 2005 y 2006 fueron los últimos en que disminuyeron los pensionados de guerra, a pesar de que el pago de pensiones aumentaba. En 2005 se pagaron 94.62 millones de córdobas a 20,484 pensionados de guerra y 105.5 millones de córdobas se pagaron en 2006 a 19,663 pensionados de guerra.

La llegada al poder de Daniel Ortega y el FSLN en 2007 incrementó enormemente tanto el número de pensionados como monto en dinero del pago de pensiones de guerra.

La explicación está en que en 2007 Daniel Ortega puso al cardenal Miguel Obando y Bravo a dirigir la Comisión de Verificación, Reconciliación, Paz y Justicia, la cual comenzó a revisar casos de víctimas de guerra, a quienes según el nuevo gobierno los anteriores les habían negado su derecho.

Las cifras se dispararon en 2008, cuando el Seguro Social reportó el pago de 341.2 millones de córdobas a un total de 22,076 víctimas de guerra. El pago de pensiones sufrió un aumento de 1,993 por ciento con respecto al 2007.

En ese año se calculó que el 67.68 por ciento del total de víctimas de guerra con pensión provenían del ejército sandinista y el 32 por ciento de la contrarrevolución o Resistencia Nicaragüense.

Además, se indicó que un 0.52 por ciento de los pensionados de guerra eran civiles que habían sufrido alguna secuela durante la guerra de los ochenta, especialmente campesinos o trabajadores del Estado que sufrieron lesiones durante los combates en los que ellos no tenían que ver.

En ese año de 2008, la Comisión dirigida por el cardenal Obando autorizó un total de 1,414 nuevas pensiones, a la par que otorgaba 1.3 millones de córdobas en concepto de indemnizaciones a 75 demandantes.

A partir de entones los números no dejaron de crecer.

En el último año de informe del Seguro Social, en el 2019, se pagaron 992.3 millones de córdobas a 30,528 víctimas de guerra.

Entre los años 2001 y 2019, el Estado de Nicaragua pagó un total de 9,672.3 millones de córdobas en concepto de pensiones a víctimas de guerra que resultaron de los enfrentamientos de los sandinistas primero contra Somoza y luego contra la Resistencia Nicaragüense en los años ochenta.

El Chino Enoc comenta que, a partir de que se instaura la pensión reducida, en el año 2013, muchos exmiembros del Ministerio del Interior (Mint), que dirigía Tomás Borge, comenzaron a recibir dichas pensiones reducidas, entre ellos él, porque ellos pagaban seguro social mientras laboraron en ese ministerio.

Esas pensiones reducidas, indica el Chino Enoc, son muy pequeñas y no se asemejan a las que reciben los lisiados de guerra, tanto de la guerra contra Somoza como la de los años ochenta, que pueden llegar a ser un salario mínimo.

El problema radica en los desmovilizados del Ejército Popular Sandinista (EPS), quienes nunca pagaron seguro social porque, según el Chino Enoc, Humberto Ortega jamás se preocupó porque lo hicieran.

Además, a algunos sandinistas históricos el FSLN les facilitó tierras, como las que existen en El Timal, donde a cada combatiente o ex del Mint se le asignó manzanas de tierra, las cuales han estado ociosas y más bien han provocado muertes.

El Chino Enoc manifiesta que, hasta hace algún tiempo, siempre que se veía un lugar que se podía señalar como un “banco de tierras” del Estado, se incluía como beneficiarios a los sandinistas históricos, pero eso ha dejado de ocurrir.

A través de la Procuraduría General de la República (PGR), Daniel Ortega ha entregado títulos de propiedad a los combatientes históricos del sandinismo. LA PRENSA/ TOMADA DE LA WEB DE LA PGR

Con la explosión de las protestas cívicas de abril de 2018, el orteguismo le prometió “el cielo y la tierra” a los sandinistas históricos para que se unieran a la represión.

Mensualmente se les entregaba 7,500 córdobas a cada paramilitar, los cuales debían firmar un recibo a la Policía Nacional por “servicio social” a esa institución.

Además, prometieron darles empleo en instituciones estatales, en la mayoría de los casos como vigilantes.

En Somoto, por ejemplo, indican fuentes que piden el anonimato, a muchos paramilitares les concedieron líneas de taxis, aunque sus carros eran viejos y no cumplieran con los requisitos mecánicos, todo con la excusa de que “más adelante” comprarían vehículos nuevos.

También les dieron prestamos de Usura Cero para que instalaran pequeños negocios en lugares estratégicos, como los parques y terminales de buses, para que también pudieran conocer qué hacían o conversaban los opositores.

Todo eso ya se terminó con la “desactivación” que hizo Murillo del sandinismo histórico mediante una carta firmada por Leopoldo Rivas. “Ya nadie está recibiendo los 7,500 córdobas ni ningún otro beneficio”, explica una fuente que pide el anonimato.

Otras fuentes, que también pidieron el anonimato, señalaron a la Revista DOMINGO que la lealtad del sandinismo histórico a Daniel Ortega no sale barata, porque algunos combatientes históricos han sido incorporados al sistema de pensiones, tanto del seguro social como del Instituto de Seguridad Social y Desarrollo Humano (ISSDHU).

A los que son originarios del interior del país les aprobaron cooperativas, les han dado tierras y les otorgaron pequeños préstamos “para que se defiendan”.

Es el pago de Ortega por la lealtad de los sandinistas históricos, algo que ya sufre fracturas, como las protestas por escrito de un grupo de combatientes históricos en Estelí porque el gobierno no les cumplió con empleos y becas en la antigua Universidad Católica del Trópico Seco (Ucatse), la cual fue confiscada recientemente por el orteguismo.

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