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¿Por qué Rusia intimida a Estados Unidos?

La administración Biden-Harris celebró su primer aniversario, avergonzada y derrotada. Su proyecto de llevar el socialismo a Estados Unidos ha fracasado hasta ahora. Tanto en el frente popular, por parte de la sociedad americana no elitista, no woke y tradicionalista (la mayoría), como en el Congreso, la izquierda está enfrentando una resistencia inflexible. La tasa de inflación es la más alta en casi cuatro décadas. La política unidimensional y anticientífica del covid es una vergüenza. La oportunidad de liberación perdida en Cuba y el colapso de Afganistán demuestran que la determinación americana, bajo esta presidencia, es enfermiza. Rusia se ha sumado a los males del país y ahora está intimidando a Estados Unidos. 

A pesar de negar la inminente invasión de Ucrania, Vladímir Putin ha acumulado más de 100,000 soldados rusos en la frontera del país soberano. En 2014, enfrentándose al endeble liderazgo de otro presidente demócrata, Barack Obama, Rusia transgredió el territorio ucraniano y robó Crimea. Putin ha estado esgrimiendo los mismos argumentos sobre la minoría rusa en Ucrania que Adolf Hitler esgrimió sobre los alemanes étnicos en los Sudetes y Austria cuando Alemania invadió y se apoderó de esos territorios. Si Hitler no hubiera tenido una contraparte débil como Neville Chamberlain, la historia podría haber tomado un curso diferente. Del mismo modo, Putin está actuando según su percepción de la fórmula de liderazgo Biden-Harris.

El autócrata ruso es abogado y fue oficial de inteligencia del KGB durante quince años (1975-1990) y se retiró con el rango de teniente coronel. En 1998, Putin volvió al campo de la inteligencia para dirigir el Servicio Federal de Seguridad, la agencia de espionaje y contraespionaje sucesora del KGB. 

Al igual que la efímera experiencia democrática rusa de principios del siglo XX (1905-1917), la caída del comunismo soviético en 1991 hizo que la democracia empezara a desmontarse cuando Putin fue nombrado primer ministro en 1999 y posteriormente elegido presidente en 2000. En lugar del cargo de secretario general del Partido Comunista, un zar elegido, en unas elecciones cuestionables, es más característico del papel actual de Putin. Sin embargo, la expansión hegemónica rusa en todo el mundo es un objetivo del régimen autoritario de la Rusia postsoviética.

El viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, insinuó el jueves 13 de enero que Rusia podría desplegar infraestructura militar, tropas y/o misiles, en Cuba y Venezuela. El hecho es que la incursión rusa en el hemisferio occidental ha sido un fenómeno continuo desde el año 2000. Un elaborado satélite de espionaje llamado Glonass fue instalado por la Rusia de Putin en Nicaragua en 2016. Mientras se desarrollaba públicamente el pacto Obama-Castro durante la visita del expresidente a Cuba en 2016, un submarino espía ruso yacía en el puerto de La Habana a pocas cuadras de donde se reunía la delegación americana.

El Síndrome de La Habana, ese malestar neurológico por probables radiaciones de microondas de alta densidad a causa del presunto ciberespionaje, ha infligido daños irreversibles a al menos ciento treinta diplomáticos americanos y sus familias en todo el mundo. Se cree que el régimen de Putin es el autor intelectual de este atroz instrumento de espionaje y guerra. Los bombarderos rusos Tupolev Tu-160 con capacidad de transportar armamento nuclear fueron enviados a Venezuela, en 2018, en una muestra de solidaridad con la dictadura de Maduro.

No es un secreto que Putin ha sido un constante proveedor de armamento, durante más de una década, al régimen socialista de Caracas. Entre las dos primeras figuras internacionales que felicitaron al régimen comunista cubano por su represión del levantamiento del 11 de julio, estuvieron los dictadores de China, Xi Jinping, y Rusia.

Putin ha subido la apuesta, ante la inercia del actual gobierno americano en la defensa de la libertad. El régimen ruso declaró el 21 de enero que quiere que todas las tropas de la OTAN abandonen Bulgaria y Rumania. Putin está tratando de redibujar el mapa mundial a la época anterior a 1997. Sin duda, las exigencias imperialistas del dictador ruso continuarán su modo de escalada.

Históricamente, los regímenes despóticos rusos han avanzado cuando de su homólogo americano perciben debilidad. La traición de John F. Kennedy en el intento de liberación de Cuba en Bahía de Cochinos, en abril de 1961, resultó fundamental en los cálculos de Nikita Jruschov. Cuatro meses más tarde se levantó el Muro de Berlín y se calibró la colocación de misiles nucleares en la isla cautiva.

La tambaleante administración Biden-Harris, frágil y sin brújula moral, no parece ser rival para el déspota ruso. La cuestión no es hasta qué punto el actual poder ejecutivo americano apoyará la libertad y se enfrentará a la tiranía, sino hasta qué punto está embalada la tiranía en estos días.   

El autor es politólogo, escritor, conferenciante, comentarista y director de los foros políticos y las publicaciones digitales, Patria de Martí y The CubanAmerican Voice y columnista de El American. Tiene una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) de Miami, Florida.  

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