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Cosas que podemos hacer para una Nicaragua más ética

Los nicaragüenses podemos tener distintas opiniones sobre qué tan ética o falta de ética es nuestra población. Sobre lo que no discrepamos es respecto a la importancia de fortalecerla. Y es allí donde debemos centrar nuestra atención; preguntarnos ¿qué podemos o debemos hacer para mejorar el nivel moral de nuestra población? 

Esto, a su vez, nos invita a discernir las áreas o aspectos de mayor urgencia o importancia. Una de ellas es la grave desintegración familiar y el abandono paterno que afecta a la mayoría de los hogares nicaragüenses. Por un lamentable error en mi artículo pasado, invertí los datos. Lo correcto es que, de acuerdo con una encuesta realizada en los años 70, solo el 28 por ciento de nuestros pobladores han sido criados por sus padres o madres biológicos. El 72 lo han hecho solo con sus madres u otros parientes. Esta triste realidad la vi reflejada cuando, siendo ministro de Educación, participé en muchas graduaciones de bachilleres. Lo esperado es que los varones marchen del brazo de sus madres y las mujeres del de sus padres. Lo primero ocurría, pero lo segundo casi nunca: en una ocasión tan sentimental, eran poquísimas las hijas acompañadas por sus padres.  

El efecto de esta triste realidad no debe subestimarse. La familia es la primera educadora en valores. Si esta es disfuncional, por las razones que sean, el resultado neto es que el grueso de nuestra niñez no gozará de buena formación. De allí se derivarán graves problemas sociales; debilidad ética, mayor propensión al fracaso escolar, a la drogadicción y la delincuencia, y mayor pobreza. Esto lo dice no la religión sino las ciencias sociales, tan apreciadas por profesores como Pérez Baltodano. Si usted visita una cárcel se encontrará con que la inmensa mayoría —casi todos— vienen de hogares rotos o de padres ausentes. Oigamos al respecto lo que dijo la famosa antropóloga Margaret Mead: “El test de cualquier civilización es su capacidad de socializar a los hombres enseñándoles a ser padres”. Es un test en el que Nicaragua saca muy malas notas.

Podemos enfrascarnos en análisis sofisticados sobre las múltiples causas de este problema. Algunos señalarán a la pobreza, otros a la herencia colonial, otros culparán al capitalismo. En realidad, las causas son múltiples y muy complejas. A comienzos del siglo pasado las familias negras de Estados Unidos eran más pobres que hoy, pero al mismo tiempo más unidas. Hoy están mejor económicamente, pero sufren una terrible tasa de ausentismo paterno. El desarrollo económico no cura todos los males.

Igualmente pueden ser múltiples y complejas las posibles estrategias para enfrentar el problema. Pero si se acepta, sin menospreciar ninguna, que la estabilidad familiar junto con la educación es importante para promover los valores y la moral, es muy pertinente reflexionar sobre cómo apuntalarla. 

Dos estrategias viables son reformas educativas y políticas públicas. Comenzaré con las primeras. Existe un vacío curricular agudo en el tema familiar. Uno de los desafíos más trascendentales que encontrarán los alumnos al bachillerarse, será formar familia. Del éxito en ello dependerá gran parte de su felicidad, la de su prole y, de la temperatura ética de la sociedad entera. ¿Pero se les educa para ser buenos esposos o esposas, padres o madres? ¿Se les habla de la gran importancia que tiene para sus hijos construir hogares estables y unidos? ¿Dónde está eso en los currículos de las escuelas estatales? Imagino que sí lo están en los de las escuelas cristianas. 

Educar para la familia debería ser asignatura obligatoria; dar a la juventud una adecuada educación para el matrimonio y, dentro de ella, sobre la importancia del padre. El varón, dice el papa Francisco en Amoris Laeticia, “juega un papel igualmente decisivo en la vida familiar, especialmente en la protección y el sostenimiento de la esposa y los hijos”. La calidad de vida de los nicaragüenses, y el nivel ético general, mejorarían muchísimo si pudiéramos aumentar el porcentaje de familias estables, con padres y madres biológicos presentes. 

El autor es sociólogo y exministro de Educación y autor del libro Buscando la Tierra Prometida (Historia de Nicaragua 1492-2019), de venta en librerías y en Amazon.

Opinión ética Nicaragua archivo
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