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Arnoldo Alemán en una cena con sus candidatos a diputados por el PLC en 2011. “Comía como condenado”, decía un amigo del expresidente. Óscar Navarrete/La Prensa.

Del “Gordo Alemán” al “Flaco Alemán”

La imagen de un extremadamente flaco y envejecido Arnoldo Alemán despertó todo tipo de comentarios entre el público que lo conoció cuando era un hombre de más de 300 libras, “eléctrico” y que “comía como condenado”. ¿Qué tiene Alemán?

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Arnoldo Alemán dice que se encuentra bien. “Estoy mejor que nunca”, responde cuando se le consulta sobre su salud, pero indudablemente, no es el mismo hombre carismático, gordo, risueño que fácilmente alcanzaba las 300 libras y que veíamos casi diario en la televisión, en actos presidenciales, en eventos lujosos y otros lugares, a finales de los noventa e inicios del nuevo siglo. “Comía como condenado”, dice un amigo.

Esas 300 libras desaparecieron y difícilmente hoy alcanza la mitad. Ha envejecido. Camina lento y se le ha visto subiendo con dificultad a la Suburban negra que conserva desde su mandato presidencial. Su liderazgo político ya no es el mismo, aunque él considere lo contrario.

“Cuando uno es líder político siempre lo quieren ver mal”, responde al consultarle sobre las especulaciones alrededor de su salud. Él sabe que se dicen muchas cosas, pero insiste en que está mejor que nunca. El próximo 23 de enero estará cumpliendo 76 años.

Arnoldo Alemán era un hombre muy carismático que lanzaba besos y abrazos a sus seguidores del PLC. ARCHIVO/Óscar Navarrete

Muy pocos saben de los problemas de salud de Arnoldo Alemán. “Tiene un círculo muy cerrado”, dice una fuente cercana a él y que accede a hablar con Domingo bajo anonimato.

“Todos los problemas de Alemán empezaron con la operación. Eso lo sé porque él me lo dijo”, comenta la fuente. Se refiere a una cirugía bariátrica que el expresidente se hizo hace unos 10 años.

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Esta cirugía consiste en reducir el tamaño del estómago para que la persona pierda peso rápidamente. Después del procedimiento, el estómago queda más pequeño y al comer, la persona sentirá que se llena rápidamente. Con dieta, este procedimiento es efectivo para bajar de peso, explica un médico que milita en el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y que también sabe de la operación de Alemán.

Después de la operación

A Arnoldo Alemán le practicó la cirugía bariátrica un gastroenterólogo que es coronel del Ejército, de apellido Turcios, según la fuente cercana al expresidente. A esta cirugía también se sometió su esposa, la actual presa política María Fernanda Flores.

“Los dos estuvieron mal, pero ella se repuso. Ella es más joven”, dice la fuente.

Después de esa cirugía, Alemán empezó a bajar de peso rápidamente. Cuando llegaba al PLC, se le veía agotado, deshidratado y en más de una ocasión, somnoliento.

Boda del expresidente Arnoldo Alemán y María Fernanda Flores en octubre de 1999. ARCHIVO/Óscar Navarrete

El médico explica que cuando una persona obesa pierde peso vertiginosamente puede llegar a sufrir problemas de deshidratación e incluso anemia. Desconoce a ciencia cierta si Alemán padeció alguno de estos síntomas, pero “es lo más seguro. Todo paciente que baja de peso tan rápido pasa por esa situación”.

A Alemán también se le ha notado que produce excesiva salivación al hablar. El médico cree que se trata de algo más grave que solo los estragos de la cirugía. “Eso puede ser un problema neurológico o parásitos”, y también puede estar relacionado con su edad, indica.

Arnoldo Alemán nació el 23 de enero de 1946.  A los once años de edad decidió tomar los votos de Hermano Cristiano, y se fue a hacer el noviciado a Honduras. Desde muy niño, Alemán ha tenido problemas de salud. En su adolescencia desarrolló una necrosis en la cabeza del fémur izquierdo, lo cual lo hacía renquear.

El tratamiento para la necrosis lo obligó a dejar la vida religiosa. Después estudió Derecho en la UNAN León y en 1990 fue electo como Alcalde de Managua hasta el 1 de septiembre de 1995, día en que dimitió de su cargo para presentar su candidatura a la presidencia.

Era “flaquísimo”

No siempre había sido gordo. De adolescente era “flaquísimo”, según dijo a LA PRENSA en 2002, en el reportaje Jaque al rey, escrito por Fabián Medina. “Arnoldito siempre fue muy vivo y explotó ese problema de la poliomielitis (necrosis). Su madre lo consentía mucho. Él se dio cuenta que tenía una ventaja con eso y lo explotó. Eso no le impedía nada. Él jugaba béisbol, fútbol… siempre fue deportista, dicharachero”, dijo Jaime Morales Carazo en ese mismo reportaje.

“Era un muchacho muy inteligente, muy agradable, muy vivo. Lúcido, captaba rápidamente. Totalmente desordenado. Toda su vida. Algo que lo caracteriza es el desorden. Derrochador. Generoso. Espléndido. En esa época se ganaba la simpatía de la gente fácilmente” continúa describiéndolo Morales Carazo, quien lo conocía desde muy chico.

Alemán fumaba, y en 1992 sus hijos le pidieron que dejara de hacerlo porque no querían perder a su padre. Para esa fecha, los pequeños ya habían perdido a su madre.

Usaba el pelo corto, negro. Como encolochado. Sus ojos pequeños, hundidos. Era un hombre eléctrico, hiperactivo, de muy buena memoria. Cuando llegó a la presidencia ya tenía algunos padecimientos como hipertensión y diabetes, y obesidad, por la que ocupaba un equipo para respirar al momento de dormir.

Era todo un líder para aquel entonces. El famoso grito de “¡Arnoldo! ¡Arnoldo! ¡Arnoldo!” se escuchaba en cada convención del partido liberal. Todavía en 2019, se escuchó ese grito en la convención de ese año a la que el exmandatario asistió en calidad de invitado especial.

Arnoldo Alemán saluda a sus seguidores en una de las convenciones del PLC. ARCHIVO/Óscar Navarrete

En agosto de 2006, Alemán tuvo un ganglio en el cuello y le fue extirpado. También lo operaron de un dedo y pasó hospitalizado por cinco meses en 2004, cuando ya estaba en prisión acusado por lavado de dinero y otros delitos en contra del Estado de Nicaragua.

Salió de prisión en 2009 y fue el candidato presidencial de su partido para las elecciones de 2011. En una entrevista con Jorge Ramos de la cadena Univisión dijo que se sentía muy bien de salud. “Rejuvenecido”. Tenía 65 años y decía haber perdido 88 libras. Ya se había practicado la cirugía.

Cuando Alemán hablaba, golpeaba con sus manos. En los brazos de la silla o sobre la mesa, si tenía alguna enfrente. A veces daba una palmada y abría los brazos, como retándolo a uno, para responder a alguna pregunta de un periodista, con quienes desde hace rato no se lleva bien.

Esta manía, a pesar de su edad, Alemán no la ha dejado. “¿Quién dice que estoy mal? Estoy mejor que nunca”, dice desde su teléfono, y por el tono que ocupa es fácil imaginárselo abriendo sus brazos.

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A Arnoldo Alemán ya tienen tiempo de no verlo por el PLC. “Ya no viene. Tenemos rato de no verlo”, dice doña Socorro Reyes Lara, una de las trabajadoras del partido que hasta hace unos meses llevaba la voz de quienes reclamaban su salario a los dirigentes que se disputaban la presidencia del partido entre ellos.

“Finalmente nos pagaron, pero el doctor Alemán nunca nos dio la cara. Ahora es la licenciada (María Haydée) Osuna la que nos responde”, dice la mujer, a quien también le ha asombrado el cambio de apariencia del expresidente.

Arnoldo Alemán fue condenado a 20 años de cárcel por lavado de dinero y otros delitos en perjuicio del Estado de Nicaragua en 2003. En 2009 fue absuelto por el Poder Judicial controlado por Daniel Ortega. ARCHIVO/Óscar Navarrete

“Retirado” de la política

 “Yo estoy retirado totalmente de esto de la política”, responde Alemán cuando atiende la llamada de la revista Domingo. Cree que estamos por consultarle algo sobre el acontecer nacional.

–No se trata de política, es sobre su salud – se le explica.

–Estoy excelente gracias a Dios. Te puedo mandar mis exámenes de sangre. El último fue en diciembre

En marzo de 2018, Alemán contó a la Revista Domingo que sus días los iniciaba temprano. A las cinco y quince de la mañana. A las seis, desayuna huevos “machacados” con chorizo criollo, galletas de soda y café producido en su finca viendo CNN y un canal de noticias colombiano.

Salía de su casa en Ticomo a las siete de la mañana y diez minutos después llegaba a su hacienda El Chile a vigilar el ordeño de sus vacas y de paso a platicar con ellas. Decía que eso le ayudaba a quitarse el estrés del día anterior y que no necesita un “loquero” (psicólogo) que lo atienda, porque sus vacas le hacen suficiente bien. “Cuidado no me das leche”, les dice a sus vacas.

Decía que usaba un cuadraciclo para recorrer la hacienda y revisar el trabajo de la caficultura. Después, se iba a su oficina en la Fundación Arnoldo Alemán en Bolonia.

Arnoldo Alemán le llama “la pulpería” a su oficina porque dice que ahí hay caramelos, rosquillas, café, y “atiendo a Raymundo y todo el mundo”. Esta foto fue tomada en 2018. Óscar Navarrete/ LA PRENSA.

Ahí, tiene parqueado y descuidado el convertible Mercedez Benz rojo con el que recorrió el viejo Estadio Nacional el día que tomó posesión como presidente de Nicaragua en 1997. Al lado, se parquea la Suburban en la que ahora se moviliza.

A veces, su teléfono personal lo atiende uno de sus hijos. Otras veces, responde él mismo. Alemán suele hablar de sí mismo en tercera persona. Trata de evitar lo más que puede a los medios de comunicación y no quiere hablar sobre su esposa, quien es rea política y se mantiene bajo arresto domiciliar.

–¿No padece de ninguna enfermedad? – insisto

–Ya le dije que estoy mejor que nunca. Usted no se preocupe, más bien ocúpese. Va pues – Cuelga el teléfono.

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