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El Muro cubano está en pie

“¿Cómo vamos a explicar lo importante que es la libertad si ocultamos las experiencias de la ausencia de libertad?”. Canciller de Alemania, Ángela Merkel. 

El muro cubano está en pie y ha durado muchos más que el de Berlín. Al nuestro le faltan algunos de los componentes que dieron forma material al de la histórica ciudad alemana: hierro, piedra y cemento, pero tiene sobrado los componentes de odio, miedo, intolerancia y sangre que estaban presentes en la fatídica muralla que construyó el Partido Socialista Unificado de Alemania, 1961, bajo el mandato del presidente del Consejo de Estado, Walter Ulbricht. 

Estos felices años de la caída del muro berlinés, han incidido en las más de seis décadas del totalitarismo cubano, incrementando la miseria, incertidumbre, turbación y espanto de quienes lo padecen. El muro isleño ha sido devastador para varias generaciones, ha afectado el carácter nacional, la iniciativa y la solidaridad humana. 

Nuestro muro lamentablemente no cuenta con el repudio que inspiraba el de Berlín. El muro cubano tiene defensores y quienes lo justifican, incluyendo muchos de los que hicieron ingentes esfuerzos por derribar el de Berlín, o protestan contra cualquier otro muro que se proponga.   

El muro castrista, aunque no tiene presencia física está en la mente de muchos. Desconfianza con el amigo, el familiar y el vecino. Falta de esperanzas para luchar por un cambio y demoler los ladrillos que enajenan la voluntad, a la vez que la aplastan. 

Cuba tiene más ingredientes totalitarios que los que presentaba la República Democrática Alemana. La policía política de la isla poco o nada tiene que envidiarle a la Stasi, porque también está en capacidad de arrestar a su voluntad y dictarle a los tribunales la sanción a aplicar en cada caso. Los derechos del individuo son violados por el gobierno. Las cárceles albergan cientos de prisioneros políticos y miles están cautivos porque violentaron alguna absurda prohibición del Estado.  

La Stasi fue una agencia de Seguridad de dimensiones gigantescas. Se calcula que en 1989 la integraban 90,000 agentes, 200,000 personas servían de informantes y decenas de prisiones servían para “engavetar” a miles de individuos que de alguna u otra manera faltaban al precepto “lo que no tiene autorización expresa, está prohibido”.  

La capacidad represiva del gobierno de La Habana compite al menos en plano de igualdad con la de la RDA. Organizaciones gubernamentales de masas, intervención de los sindicatos, en la gestión económica, intimidación ciudadana, división de la familia, discriminación, control absoluto de entradas y salidas del país y una legitimidad que determinan las autoridades en ejercicio y no una legislación basada en el derecho. La represión está presente en todos los estratos de la sociedad. 

No obstante, la isla está sumida en una profunda bancarrota económica como no conoció la Alemania Oriental y no es que la RDA fuera el país de Jauja, pero en índices como el salario, la vivienda, el acceso a bienes de consumo, servicios de salud y educación la Alemania del Muro era un paraíso comparado con la isla del doctor Fidel Castro y el general Raúl. 

Aquellos que están contra todos los muros no deben olvidar el cubano. Esa pared virtual levantada por el régimen ha sido la causa directa de que cientos de miles de hombres y mujeres hayan pasado por las prisiones y que otros miles hayan perecido en el paredón o en la lucha contra el totalitarismo. Otro número elevado de personas que intentaron escapar de la dictadura insular, han muerto o desaparecidos en el mar. 

La estructura política del régimen cubano, su idiosincrasia, pretensiones hegemónicas, extrema crueldad y la vocación a interferir en los asuntos de otras naciones, sumado a las características mesiánicas de su liderazgo han colocado al régimen de La Habana en una posición mucho más compleja y desestabilizadora que la que ocupó en el pasado la RDA.  

Lech Walesa, afirma que el Muro de Berlín empezó a perder sus primeras piedras en la Polonia de los 80, pero no se debe ignorar que algunas de esas paredes siguen levantadas en Cuba y con pretensiones de extenderse por toda América, en ocasiones en complicidad con numerosas personas que al parecer tienen vocación de víctimas.

El autor es periodista y escritor cubano. Fue preso político en Cuba. 

Opinión Cuba archivo
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