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Amiris y los caballos sibaritas bailarines

Se le llama sibarita a una persona que es extremadamente aficionada a los placeres y vive dándose los lujos más refinados. 

Pero sibarita eran también las personas naturales de Síbaris, una antigua ciudad helénica situada en el sur de la Magna Grecia –como se le llamaba a la actual Italia– que fue originalmente una colonia griega.

El origen mítico de Síbaris se remonta a Alcioneo, un apuesto joven que vivía en Delfos, la ciudad sagrada donde Apolo tenía su principal oráculo.

En una cueva del monte Cirfis, cercano a Delfos, había un monstruo al que llamaban Síbaris, que solo salía cuando estaba hambriento y necesitaba devorar animales o personas. El oráculo de Apolo dijo a los habitantes de Delfos que el monstruo desaparecería solo si le daban en sacrificio al varón más apuesto de la ciudad. Y ese era Alcioneo.

Los vecinos prepararon a Alcioneo para el sacrificio. Lo bañaron con agua perfumada, lo vistieron con ropas de solemnidad, le pusieron una corona de laurel en la cabeza y lo llevaron en procesión a la cueva del monstruo.

En el camino la procesión se topó con un hombre llamado Euribato, quien dijo a la gente que no debían sacrificar a un joven tan hermoso. Y se ofreció a ir él  a la cueva del monstruo, para sacrificarse o matarlo.

Y lo mató. Mostrando una fuerza poderosa Euribato sacó de su cueva al monstruo y lo estrelló de cabeza contra las piedras. En el lugar donde murió el monstruo brotó un chorro de agua cristalina que fue llamado la fuente de Síbaris.

Algún tiempo después gente del pueblo de los Locrios, al que pertenecía Euribato, fue a fundar una colonia en la Magna Grecia y la llamaron Síbaris.

La colonia creció, se desarrolló, se convirtió en una ciudad muy rica y sus habitantes vivían con mucho lujo,  disfrutando refinados placeres. 

Preocupados por su futuro, un día los sibaritas enviaron a Delfos a un hombre llamado Amiris, para que preguntara al oráculo si la felicidad que disfrutaban sería para siempre. El oráculo le respondió: “La buena fortuna de los sibaritas terminará si dejan de venerar a los dioses y no cumplen sus leyes.”

Pasó el tiempo. Un día un esclavo que era frecuentemente castigado de manera injusta por su amo, huyó y se refugió en un templo. Era ley de los dioses que el asilo en los templos sagrados era inviolable. Pero los sibaritas irrespetaron el mandato divino, profanaron el templo sacando violentamente al esclavo fugitivo, y lo mataron.

Amiris advirtió a los sibaritas que las desgracias caerían sobre ellos, pero se burlaron de él y se fue de Síbaris para no sufrir un castigo que no merecía. 

Por ese mismo tiempo, un demagogo populista y malvado se hizo del poder en Síbaris y confiscó las propiedades de los 500 ciudadanos más ricos de la ciudad. Y a los demás les quitó la libertad.

Muchos se fueron al exilio y se refugiaron en una ciudad cercana llamada Crotón, que declaró la guerra al tirano de Síbaris. El legendario atleta Milón de Crotona encabezó el ejército que marchó  contra los sibaritas, quienes, por la vida regalada que habían llevado no tenían capacidad para defenderse. Sacaron a sus caballos para tratar de detener al enemigo, pero solo los habían enseñado a bailar elegantemente para que los divirtieran en sus frecuentes fiestas.

Sabiendo esto Milón mandó a flautistas a que  ejecutaran su música cerca de los caballos de Síbaris, los cuales se pusieron a bailar mientras las tropas de Crotón avanzaron hasta tomar la ciudad.

Así, por desobedecer las leyes divinas los sibaritas perdieron la vida de lujos y placeres que disfrutaban. Y hasta la misma ciudad de  Síbaris  desapareció, pues los crotonenses desviaron el curso del cercano río Cratis, para que sus aguas arrasaran la ciudad y la borraran del mapa para siempre.

Opinión Alcioneo sibarita archivo
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